/ lunes 1 de junio de 2020

Balseros en Tapachula no respetan la contingencia

La presencia militar se ha escabullido y abierto la puerta para el tráfico de migrantes y mercancías

TAPACHULA. Sólo dos militares custodian la ribera del río Suchiate, caudaloso por las lluvias además, el trasiego de mercancías de México a Guatemala no para. Todo va en un único sentido: hacia Centroamérica.

En plena fase 3 de la pandemia por el Covid-19, no hay autoridad alguna que regule el cruce de balseros y personas.

De brigadistas de salud ni se habla, no asoman las narices ni por curiosidad a este cruce fronterizo, único en el mundo por su porosidad. El peligro a contagios es latente. A los trabajadores de estas balsas, que han resentido un duro golpe a sus bolsillos, no les preocupa nada más que indagar a los desconocidos que se aproximan.

Pero no hay cubrebocas, ni gel antibacterial ni sana distancia. Sólo la imperiosa necesidad de subir cuanto antes a 10 personas por 10 quetzales cada una a sus improvisadas naves que flotan por el Suchiate. Apenas son algunos pobladores los que sienten miedo y se cubren los labios y la nariz.

Por su parte, el gobierno de Alejandro Giammattei quiere frenar todo intento de intercambio comercial en este río histórico para evitar que más casos de coronavirus se registren en su país. Primero consiguió que México cerrara el puente internacional Rodolfo Robles, después decretó un “toque de queda” que poco funcionó.

Además, el Centro de Derechos Humanos Fray Matías de Córdova A.C. refiere que hay signos claros que migrantes siguen atravesando por este río y escalando por México, en oportunidad que las autoridades mexicanas han disminuido la vigilancia y los filtros para evitarlo.


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Omny

TAPACHULA. Sólo dos militares custodian la ribera del río Suchiate, caudaloso por las lluvias además, el trasiego de mercancías de México a Guatemala no para. Todo va en un único sentido: hacia Centroamérica.

En plena fase 3 de la pandemia por el Covid-19, no hay autoridad alguna que regule el cruce de balseros y personas.

De brigadistas de salud ni se habla, no asoman las narices ni por curiosidad a este cruce fronterizo, único en el mundo por su porosidad. El peligro a contagios es latente. A los trabajadores de estas balsas, que han resentido un duro golpe a sus bolsillos, no les preocupa nada más que indagar a los desconocidos que se aproximan.

Pero no hay cubrebocas, ni gel antibacterial ni sana distancia. Sólo la imperiosa necesidad de subir cuanto antes a 10 personas por 10 quetzales cada una a sus improvisadas naves que flotan por el Suchiate. Apenas son algunos pobladores los que sienten miedo y se cubren los labios y la nariz.

Por su parte, el gobierno de Alejandro Giammattei quiere frenar todo intento de intercambio comercial en este río histórico para evitar que más casos de coronavirus se registren en su país. Primero consiguió que México cerrara el puente internacional Rodolfo Robles, después decretó un “toque de queda” que poco funcionó.

Además, el Centro de Derechos Humanos Fray Matías de Córdova A.C. refiere que hay signos claros que migrantes siguen atravesando por este río y escalando por México, en oportunidad que las autoridades mexicanas han disminuido la vigilancia y los filtros para evitarlo.


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