Familiares exigen justicia por Susana, quinceañera secuestrada y asesinada

Desde el 2012 la familia Viramontes toca puertas para conseguir la justicia, de este atroz crimen detuvieron a cuatro implicados, otro está prófugo

Alejandra Ruiz/El Sol de San Luis

  · viernes 30 de octubre de 2020

Fotos de Alejandra Ruiz y Daniel Esquivel

Risueña, creativa, responsable y dedicada, así recuerda su familia a Susana Viramontes, conocida más por sus amigas y seres queridos como Lupita. Una inocente quinceañera quien en el año 2012, la vida le fuera arrebatada en un secuestro que terminó en un cruel feminicidio, hecho que marcaría la ruta del Código Penal de San Luis Potosí entorno a las muertes violentas de mujeres.

Un dejo de tristeza se dibuja en su mirada mientras abrazan el retrato de su amada Lupita, Felipe de Jesús Viramontes (papá), Susana Cruz (mamá), Felipe Jr. (hermano) y Frida Sofía (hermana), comparten los recuerdos que dejó su ausencia.

Las envolturas de los dulces que le fascinaban a Susana ya no se encuentran sobre la mesa, los juegos entre hermanos cesaron y su risa a carcajadas ya no hace eco en casa.

“Era buena hija y hermana, cariñosa siempre. Dedicada a Dios y siempre con una palabra de aliento para los demás. Tenía una personalidad amable y era muy feliz, nunca le veías triste. Pasaba tiempo de calidad con cada uno de nosotros y por supuesto, su disposición, humildad y alegría la distinguían”, refiere su familia.

Sin embargo, la benevolencia de Susana se vería opacada el 29 de junio del año 2012. Una noche lluviosa sería el escenario de la búsqueda y el inicio de un largo camino hacia la justicia.

“Era viernes en punto de las 19:30 horas, pidió un poco de dinero para dirigirse a la tienda, llovía. Como era una tormenta fuerte, su papá y yo fuimos a buscarla. Nadie la vio llegar a la tienda. Para las 20:15 horas la lluvia había cesado y aún no la encontrábamos. Acudimos a diversos lugares, hasta llegar a la comandancia de Soledad de Graciano Sánchez y la Cruz Roja. No había señales de ella, marcamos al número de emergencia de ese entonces (066) y nos enviaron al personal de Alerta Amber, ya eran las once de la noche”, rememora Susana, las primeras horas sin su hija.

Después de la incertidumbre, llegó el terror. Un mensaje que pedía un rescate de 180 mil pesos por regresar a Susana con su familia, expresaba con las más horribles palabras el infortunio de los Viramontes, “Ya valieron madre”, se leía.

“Posterior al mensaje, Alerta Amber nos canalizó al grupo de secuestros de la Policía Ministerial. Donde estuvimos intercambiando mensajes con los agresores, quienes nos dijeron que nos la enviarán en pedacitos. Y así pasaron los días.”.

UN FEMINICIDIO ANUNCIADO

Llegó el 2 de julio sin saber rastro de Susana. El celular de las llamadas y mensajes estaba apagado y por ende imposible de rastrear. El temor y el dolor se volcó en punto de las 6 de la tarde de ese mismo día, los pasos de los elementos de la Procuraduría General de Justicia (hoy FGE) anunciaban la tragedia.

“Nos dijeron que habían encontrado el cuerpo de una joven, con características parecidas a las de Lupita, ahí comenzó realmente nuestra pesadilla”.

Susana madre de Lupita, toma una pausa y refiere que en ese instante sus sentimientos se desbordaron. “No sabíamos si llorar, gritar o hacia dónde dirigirnos. No creíamos lo que estaba pasando. La policía se enfocó en encontrar al novio”.

Los Viramontes se dirigieron al SEMELE. Felipe, el padre de Lupita (Susana) reconoció a su hija por el esmalte que adornaba sus uñas, ahí supieron que su vida no sería la misma.

Para el 3 de julio se realizó la detención de cuatro hombres, entre ellos el exnovio, el hermano de éste y dos cómplices más, quienes confesaron el secuestro y asesinato.

Raúl C. de 18 años de edad (exnovio) y Guillermo C. de 15 años (hermano del autor del crimen) fueron procesados por el delito de Feminicidio y Secuestro Simulado. Sus cómplices, amigos y vecinos, César C, de 14 años y Juan Carlos C., de 16 años de edad sólo fueron procesados por Secuestro Simulado, ya que ellos únicamente participaron enviando los mensajes de rescate.

Un año antes, la tipificación del delito de feminicidio en la entidad ya se había adicionado al Código Penal en el artículo 114 bis, donde por primera vez se visibilizaban los asesinatos de mujeres por su condición y rol de género.

No obstante, el sendero que recorrería la familia Viramontes para darle justicia a su hija y hermana, estaría repleto de obstáculos, omisiones y una latente revictimización.

“Como familia ha sido muy complejo y difícil enfrentar todo esto. Nadie te dice lo que tienes que hacer, escuchas y lees términos que desconoces. Aunado a eso, no teníamos cómo pagarle a un abogado”.

“Como madre tuve que involucrarme en el procedimiento de la muerte de mi hija. Visitar juzgados, leer acuerdos y ponerme en contacto con los ministerios públicos fue complicado”.

Han pasado ocho años desde el feminicidio de Susana o Lupita como aún la nombran, donde su familia ha sobrellevado una gran cantidad de procesos en la búsqueda de justicia.

Estudio, compromiso y apoyo psicológico han sido las herramientas de lucha de esta familia. Sólo uno de los cuatro agresores delincuenciales, continúa purgando su condena, dos de ellos ya se encuentran en libertad y uno, huyendo de las manos de la justicia.

“Desde el principio fue muy difícil resolver el caso de nuestra Lupita. Desconocíamos incluso que había instituciones que debían ayudarnos. Algún tiempo CAVID (hoy CEAV) nos ayudó en el proceso, pero la falta de empatía y la carente información en el área jurídica de la entonces directora Patricia Ramírez tuvo sus repercusiones”.

“Nos hizo salir de ahí y andar de aquí para allá, pidiendo ayuda hasta el cansancio y por lo cual decidimos llevar el asunto solos, sin acompañamiento legal, solo la de los ministerios públicos que estaban en los juzgados y nosotros”, expresó la madre de Lupita.

Así fue como lograron cuatro sentencias condenatorias para los sujetos implicados. Lastimosamente el proceso estuvo repleto de errores, pues uno de los menores agresores pudo llevar el procedimiento en libertad, quien al dictarse la sentencia ya no se presentó a firmar y hoy continúa prófugo de la justicia. Se trata del hermano del autor intelectual del crimen y quien fuese sentenciado a 18 años de cárcel.

A pesar de ser una de las condenas más largas que se ha otorgado a un menor de edad, la familia Viramontes refiere que de nada sirve sino está purgando su delito. “Hasta el momento la Policía Ministerial sólo rinde informes periódicamente, los cuales son solicitados a petición de nosotros, por medio de una abogada de la Comisión Ejecutiva Estatal de Atención a Víctimas, sin saber hasta la fecha resultados de la búsqueda”.

Raúl C. M. autor intelectual, recibió 37 años de sentencia, sus cómplices César C. y Carlos C., ya cumplieron su condena, el primero sentenciado a 3 años por el delito de Secuestro Simulado y el segundo a 1 año y 6 meses de sentencia por el delito de Secuestro Simulado.

Por otro lado, el 20 de julio de 2018, la C. Juez de Ejecución de Medidas para Adolescentes dictó un acuerdo para que se procediera a inscribir a las víctimas indirectas (cada miembro de esta familia) de estos delitos para tener acceso al fondo de ayuda, asistencia y reparación integral según lo indica la Ley General de Víctimas.

Contrario a esto y pese haber cumplido con los requisitos, la familia Viramontes no obtuvo respuesta por lo cual, promovieron un amparo en el año 2019. Hoy el apoyo es condicionado y debido a esto han emitido otro amparo.

Tristemente el calvario no termina para esta familia víctima de feminicidio, pues hoy día, se enfrentan al acoso burlón de los familiares y de los delincuentes implicados ya libres. Quienes se pasean impolutos en la misma cuadra de su domicilio, como si nada hubiese pasado, como si el dolor por la ausencia de una hija y hermana no importara.

Sin medidas de protección, sin seguridad y tras ocho años de este angustiante proceso, el Ministerio Público se limitó a responderles que no se les podía restringir nada a los inmiscuidos.

“No conforme con lo que hicieron y el daño que causaron, tenemos que aguantar el verlos hacer su vida como si nada pasara”.

Sobrevivir al dolor y la violencia es parte del día a día de esta familia, pero también la valentía con la que encaran la tragedia es parte importante de su historia. Su lucha por la impartición de justicia, por el visibilizar la violencia feminicida y seguir de pie, de frente para que ni una familia más padezca la ausencia de una hija, pero sobre todo para que ni una mujer más se convierta en una cifra, se ha convertido en su misión de vida.

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