Si algo nos deja la muerte, es la reflexión sobre la vida. Escribo estas líneas a la media noche de un domingo fatal en la carretera México - Cuernavaca. Siete motociclistas murieron sobre el asfalto, en medio de una insólita carambola entre autos y motos que no se había dado en tiempos recientes.
La combinación de factores para que eso sucediera fue absolutamente inusual. Primero una chica Biker derrapa y queda herida o muerta en medio de ambos carriles, los autos la golpean, otros la esquivan y frente a la primera tragedia, varios autos se detienen, incluso un par de tráilers.
Pero por si eso no fuera suficiente, metros atrás varias motos que vienen a alta velocidad se impactan con la caja del tráiler y otra pareja termina chocando de frente en la cajuela de una camioneta blanca.
El saldo: 7 muertos (todos bikers) 15 lesionados, 7 traslados a hospitales cercanos, 15 autos chocamos, dos traileres involucrados y aproximadamente 13 motos destruidas.
La noticia me llegó por whatsapp de un compañero Biker, hace tiempo que soy parte de esa comunidad, pero en la rama chopper, viajamos en Harley Davidson no en Suzuki’s. Todos los muertos usaban moto de alta velocidad. Una fracción de segundo y cualquier error es fatal.
Se de lo que hablo, no sólo los he visto derrapar en la curva d ella “pera” si no que yo mismo tuve un accidente en marzo de este año. Lo mío no fue grave y sin embargo llevo cinco meses en rehabilitación y sigo sin caminar sin bastón.
La moto es adictiva, es verdad; la adrenalina parece justificarlo todo. Esos motociclistas de fin de semana, ocupan la carretera como pista de carreras, son claramente irresponsables, mil veces me han rebasado en auto o en mi moto sin pudor alguno a más de 200 kilómetros por hora.
Nada justifica su desenlace, sin embargo, era obvio que algún día pasaría, no es el primer accidente en esa carretera, cada semana caen bikers en ese paisaje, pero nunca habían muerto 7 en un sólo tramo.
Las imágenes son terribles, mujeres sin casco, desangradas en el asfalto, hombre bien equipados, pero sin vida, debajo de la caja de un tráiler. Motos destrozadas y extremidades amputadas como últimos testigos de la imprudencia.
Todos los que andamos en moto, somos conscientes del peligro, sin embargo, creemos que con nuestra experiencia o habilidad basta y no es así, la velocidad reduce a fracciones de segundo la toma de una decisión de vida o muerte.
Nada puede ser más peligroso que una pista que combina velocidad, autos, autobuses, motos y tráilers. Es obvio que esto no puede continuar así, si bien la Guardia Nacional por “prudencia” no emprende persecuciones en ese tramo, creo que lo de hoy acabará por un rato con esa tolerancia.
La meta de esos bikers es llegar a Tres Marías, comer quesadillas y tomarse un par de cervezas, comprar accesorios y llevarse su foto del día. Nada del otro mundo, pero esa meta que parece sencilla, fue inalcanzable para 7 Bikers.
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Es obvio que la muerte siempre está al final de nuestro camino, pero nada sugiere que debiéramos acelerar a ese encuentro fatal, sé que es difícil entenderlo para quién no ha vibrado con la velocidad de una motocicleta, es claro que la velocidad nos destruye, sin embargo, por contradictorio que parezca la idea de la muerte nos mantiene vivos, pero también sabernos mortales nos permite valorar la vida.
Esta noche me duelen esos motociclistas, hoy se truncaron 7 vidas, en su mayoría jóvenes que dejaron de escribir su historia de vida, porque querían salir de la rutina. Porque disfrutaban la adrenalina de la velocidad, pero algo salió mal, un segundo de distracción y todo se fue a la mierda. En paz descansen.
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