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Escandalar era un sitio del tamaño de un probador de ropa con estanterías de pino alineadas en las paredes y atiborradas de libros de poesía con una lámpara amarrada a una silla; cuya luz intermitente iba y venía.
—¿Buscabas algo en particular?—preguntó La Poeta, mientras dos mujeres pasaban apretujadas junto a mí, saliendo de la librería más pequeña del mundo. Una era flaquita y guera, otra morena con curvas. La Poeta era delgada, de frondoso pelo entrecano, en la flor de la madurez. Debío de haber comido sano; ejercitado de una manera psicótica y usado kilos de protector solar. Su sonrisa melosa marcó su perfecto cutiz. Me cayó bien de inmediato.
—Estoy buscando a La Mora.
La Poeta me observó, dejándo de lado el libro que tenía en sus manos.
—¿La conoces? Déjame adivinar…a que te chupo el alma y el cuerpo…
La Poeta debió ver la conmoción en mi cara.
—No te lo tomes tan a pecho, chico…La Mora y yo estábamos comprometidas hasta hace unos meses cuando se fugó con el pendejo más grande de la Ciudad de México…
—¿Y quién es ése?
—Le dicen “El Pollo”... es uno de esos whitexicans que se roban sin esfuerzo a las novias de los y las poetas honestas y que gobiernan el tercer mundo.
“Lo siento” le dije aunque era mentira. No sabía nada de ese tal Pollo, pero respetaba el hecho de que hubiera podido bajarle la novia a una mujer tan formidable como La Poeta. Aunque, tal vez La Mora no era el tipo de persona a la que cualquiera podría atrapar.
—¿Sabes dónde puedo encontrar a este tal Pollo?
—El criminal es dueño de un bar de mezcales cerca de la Embajada de los Estados Unidos. Pero quién sabe si está allí. Podría estar en Los Ángeles comprando sudaderas Supreme y bolsas Fendi o en un yate en Abu Dhabi. De cualquier forma, aunque lo encuentres, sus guaruras no te van a dejar acercarte.
—¿Tienes el teléfono de La Mora? ¿O su Email o Instagram?
—¿Teléfono, Email o Instagram?—La Poeta se rió y abriendo la puerta me sacó del lugar.
La Mora ni siquiera tiene teléfono. México es un lugar peligroso, gringo, hazte un favor y regresa a Los States antes de que te pase algo.
Traducido en inglés
El Escandalar was the size of a changing room, pine shelves of poetry lining the walls, a hooded floodlight clamped to a chair flickering on and off.
Looking for anyone in particular? asked the Poet as two women squeezed past me, exiting the tiniest bookshop on earth. The Poet was thin, a palm frond of salt and pepper hair, the salad-side of middle age. She must’ve eaten clean, exercised psychotically, showered in SPF 50. She smiled, her honeyed skin airbrushed. I liked her immediately.
Her name’s La Mora, I said. The Poet gazed at me, thumbing the book in her hands. Know her?
Let me guess? She swallowed you whole and spit out your bones? The Poet must’ve seen the shock on my face. Don’t take it too hard, kid. La Mora and I were engaged until a month ago, when she ran off with the biggest prick in all of Mexico City.
And who’s that?
Pollo, they call him, she said. One of these whitexicans who do little beyond steal honest poets' fiances and rule the third world.
Sorry to hear that, I said, though I wasn’t sorry in the least. I knew nothing of this Pollo, but respected that he’d pried La Mora from a woman as formidable as the Poet. Though maybe La Mora wasn’t the type who anyone pried away. Do you know where I could find this Pollo?
The crook owns a mezcal bar near the US Embassy, she said. But who knows if he’s there. Could be in LA snapping up designer sweatshirts or yachting around Abu Dhabi. Either way, good luck getting past his security detail.
Do you have La Mora’s number, email or Instagram? I asked.
Number? Instagram? Email? The Poet laughed, opening the door, ushering me out. La Mora doesn’t even have a phone. Mexico’s a dangerous place, gringo, do yourself a favor, go back to LA before you get hurt.
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