En mi bolsillo ardía la dirección que obtuve después de la sesión de fotos BDSM de Pollo. ¿Cómo había descubierto el paradero de La Mora? Entre las drogas y las noches sin descanso, tenía ganas de acurrucarme y dormirme en mi miseria. En lugar de eso, tomé un uber y fui a Pujol, donde traté de colarme para tomar algunas selfies. Los guardias de seguridad me persiguieron por un rato, pero se dieron por vencidos después de algunas cuadras. Corrí de regreso a El Hotel Cuba donde me bañé, afeité y me vi en el espejo.
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¿Y qué vi?
Estaba tan flaco como un perro callejero, con los músculos plegados hacia los huesos. Si adelgazaba mis ingles; estaría perfecto. Me vestí con mi última camisa limpia. Necesitaba lavar mi ropa y responder a los emails frenéticos de mi jefe. Una vez que encontrara a La Mora, me ocuparía de mi tediosa vida.
A saber qué hacía La Mora en los antiguos canales aztecas de Xochimilco, lejos de las ensaladas de kale y burrata del centro de la Ciudad de México. Tal vez ella tenía una casa de seguridad, o quizá Pollo se había dado por vencido con ella o quién sabe, tal vez todo era una trampa. Todavía no podía entender por qué Pollo y La Mora habían volado a Los Ángeles para encontrarme y robarme mi laptop. Honestamente, no me importaba. ¡Todos afirman que el matrimonio es la decisión más importante de tu vida y estoy de acuerdo! Además, ¿qué es el romance sin una dosis de peligro?
Afuera de la Plaza Santo Domingo, mientras los fieles entraban a la catedral para la misa, Carmen y sus compañeras del trabajo sexual se reían de mí, me guiñaban los ojos y me aventaban besos mientras esperaba un taxi.
¿Podrían darse cuenta que yo era un hombre enamorado?
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TEXTO EN INGLÉS
In my pocket burned the address I’d earned from Pollo’s BDSM photoshoot. How had he discovered La Mora’s whereabouts? Between the drugs and all-nighter, I felt like curling up and sleeping right in the gutter. Instead I ubered to Pujol where I tried breaking in to take selfies. The security guards chased me for a while but gave up after a few blocks and I jogged back to El Hotel Cuba where I showered, shaved and examined myself in the mirror.
And what did I see?
I was concentration camp thin, muscles puckered from the bones. Just widen my thigh gap and I’d be perfect. I tucked myself into my last clean shirt. I needed to do laundry. Respond to my boss’s frantic emails. Once I found La Mora, I’d attend to life's ennui.
Who knew what La Mora was doing on the ancient Aztec canals of Xochimilco, far from the kale and burrata salads of central Mexico City. Maybe she had a safe house or perhaps Pollo had given up on her or who knows, maybe it was a trap. I still couldn’t understand why Pollo and La Mora had flown to LA to find me and steal my laptop. Honestly, I didn’t care. Everyone claimed who you married was the most important decision and I couldn’t have agreed more! Besides, what was romance without a shot of danger?
Outside Plaza Santo Domingo, as the faithful filed into the cathedral for mass, Carmen and her fellow hookers cackled and winked and blew kisses at me while I waited for a taxi.
Could they tell I was a man in love?
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