/ sábado 19 de octubre de 2019

En Culiacán de olor a comida a olor a pólvora

Se protegieron en restaurante más de 70 comensales

Culiacán, Sin., 19 de octubre.- Las oraciones se revolvían entre el tableteo de las ametralladoras, la voz pausada de un ministro cristiano, conminaba a la gente a guardar la calma, mientras trabajadores atendían a mujeres y niños con crisis nerviosa.

El olor a comida china pasó a olor a pólvora, las mesas estaban llenas de comensales era un día común.

¡Todo esto fue horrible, horrible! Lamenta Adriana Peñuelas, gerente de servicio regional de un restaurante, quien pide que no se dé a conocer su nombre “por la situación que estamos viviendo, no queremos cargar con ese estigma, porque fue horrible. Aunque hicimos mucho bien, todo esto es muy doloroso, espantoso”.

Todo era normal, los comensales empezaron a llegar al restaurante, festejaban de todo y al final se quedó en pesadilla, poco a poco el estacionamiento que tiene el restaurante subterráneo se empezó a llenar de “malandros”, la balacera estaba en su apogeo, el restaurante resistía los embates.

Las balas zumbaban, la gente aterrorizada buscaba refugio y los empleados como si fueran socorristas, arriesgando su propia vida, empezaron a evacuarlos hasta la cocina, mientras gente quería tumbar la puerta “nunca supimos si eran soldados o de los otros”, aclara Adriana.

Nuevamente los trabajadores arriesgándose pusieron lokers en la puerta, lograron que se desistieran a entrar.

Fueron dos horas de infierno -de 3 a 5 de la tarde-, los damnificados de esta guerra eran cerca de 70 -20 trabajadores y 50 comensales-.

Llegó la noche, mucha gente se arriesgó, les pedíamos que no se fueran, había cuerpos tirados por la calle, estaban dos civiles que quedaron en el fuego cruzado.

Las oraciones, los apapachos y el buen trato fue uno de los bálsamos para que la gente se sintiera reconfortada, les sirvieron una suculenta cena, se les buscó acomodo a 28 gentes y a los 20 empleados, y ahí pasaron la noche.

Y en medio de la tragedia, conocieron que sí hay gente buena en Culiacán.

EGS


Culiacán, Sin., 19 de octubre.- Las oraciones se revolvían entre el tableteo de las ametralladoras, la voz pausada de un ministro cristiano, conminaba a la gente a guardar la calma, mientras trabajadores atendían a mujeres y niños con crisis nerviosa.

El olor a comida china pasó a olor a pólvora, las mesas estaban llenas de comensales era un día común.

¡Todo esto fue horrible, horrible! Lamenta Adriana Peñuelas, gerente de servicio regional de un restaurante, quien pide que no se dé a conocer su nombre “por la situación que estamos viviendo, no queremos cargar con ese estigma, porque fue horrible. Aunque hicimos mucho bien, todo esto es muy doloroso, espantoso”.

Todo era normal, los comensales empezaron a llegar al restaurante, festejaban de todo y al final se quedó en pesadilla, poco a poco el estacionamiento que tiene el restaurante subterráneo se empezó a llenar de “malandros”, la balacera estaba en su apogeo, el restaurante resistía los embates.

Las balas zumbaban, la gente aterrorizada buscaba refugio y los empleados como si fueran socorristas, arriesgando su propia vida, empezaron a evacuarlos hasta la cocina, mientras gente quería tumbar la puerta “nunca supimos si eran soldados o de los otros”, aclara Adriana.

Nuevamente los trabajadores arriesgándose pusieron lokers en la puerta, lograron que se desistieran a entrar.

Fueron dos horas de infierno -de 3 a 5 de la tarde-, los damnificados de esta guerra eran cerca de 70 -20 trabajadores y 50 comensales-.

Llegó la noche, mucha gente se arriesgó, les pedíamos que no se fueran, había cuerpos tirados por la calle, estaban dos civiles que quedaron en el fuego cruzado.

Las oraciones, los apapachos y el buen trato fue uno de los bálsamos para que la gente se sintiera reconfortada, les sirvieron una suculenta cena, se les buscó acomodo a 28 gentes y a los 20 empleados, y ahí pasaron la noche.

Y en medio de la tragedia, conocieron que sí hay gente buena en Culiacán.

EGS


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