El feminicida no tiene un patrón de conducta, cada caso es diferente; pero el punto de coincidencia es que se trata de individuos con fuertes carencias afectivas, incapaces de sentir empatía por el semejante, sin sentimientos de culpa y con un profundo odio a lo femenino.
“No podemos hablar de locura, es algo peor que eso, porque una persona que padece algún trastorno mental sufre porque no puede tener un principio de realidad, sus visiones y delirios los atormentan, pero el feminicida no está sufriendo, al contrario, disfruta hacer sufrir”, explicó el doctor Adolfo Sarabia, especialista en psicoanálisis.
“Hay una torcedura, una fractura psíquica, seguramente a consecuencia de depresión y violencia. Su disfrute es destruir al otro, lo que también es una proyección a destruirse a sí mismo”.
El especialista señaló que el caso de los feminicidas es un asunto muy complejo en el que podríamos remontarnos hasta la época precolombina, para revalorar cómo es qué se ha ido configurando lo femenino al paso del tiempo en la cultura mexicana.
Señaló que el problema de ambivalencia que la cultura mexicana tiene con lo femenino lo describe muy atinadamente la investigadora Blanca Solares, en su libro “Madre Terrible”, editado por la UNAM, en el cual habla sobre la diosa prehispánica Coatlicue y la paradójica dualidad que mueve el universo de lo femenino.
“Podemos resumir que esta ambivalencia de valores en torno a la figura femenina es de origen cultural”, explicó el doctor Sarabia al precisar que este conflicto también se presenta en el uso del doble discurso de la palabra madre, que por un lado significa, la progenitora, la madre tierra; pero por lado, se usa como concepto peyorativo para decir: “¡ya valió madre!, ¡te voy a dar en la madre!, o ¡pásame esa madre!”.
Es por ello, que las mujeres están en desventaja simbólica, son vistas con menosprecio, por posición, por cultura, por costumbre e incluso, por cómo se trasfiguran las mujeres a sí mismas a través de las enseñanzas culturales y sociales, explicó el doctor Sarabia, quien advirtió, sin embargo, que también puede haber casos al revés.
¿QUÉ PIENSA EL FEMINICIDA?
Realmente, el feminicida no está pensando. Este tipo de violencia ocurre cuando llega a tal grado la destrucción del amor y el dolor afectivo en alguien que está fracturado, atormentado, deprimido, porque otro camino para ellos sería el suicidio, explicó el doctor Adolfo Sarabia.
El especialista en psicoanálisis y catedrático destacó que no se debe dejar de reconocer que hay gente malvada, así como individuos psicotizados por circunstancias sociales adversas, como pobreza, violencia y falta de oportunidades.
Esto ha servido como caldo de cultivo para el surgimiento de tantos grupos delictivos a los que se integra gente atormentada que al provocar dolor ajeno encuentra cierto alivio; lo cual “se ha vuelto una nueva forma de enloquecer”.
El doctor Sarabia precisó que otro problema psicológico que padecen las familias es el sistema de violencia sutil que tiene que ver con lo económico, lo educativo, el no acceso a oportunidades y la imposibilidad de crecer y desarrollarse de forma armónica.
Advirtió que esta situación se complica cuando la persona enfrenta la desesperación y no encuentra un canal de desahogo que le permita construir emociones limpias y empáticas con otros semejantes.
“Si alguien se atreve a asesinar a una mujer, solo por el hecho de ser mujer y lo que representa simbólica y físicamente, es como dar una vuelta al contrario, es un atentado a sí mismo y a la vida, porque es de la mujer de donde viene la vida, es un poco odiar a lo que te dio vida, porque odias tu propia vida y todo lo que ello represente”, comentó.
VIOLENCIA GENERA MÁS VIOLENCIA
El doctor Adolfo Sarabia, especialista en psicoanálisis y catedrático universitario explicó que el caso de la pareja que secuestró y asesinó a la niña Fátima es terrible, porque hay un tema de perversión sexual, hay una fractura con la vida, con la empatía hacia el semejante y una ruptura con la cultura, “porque ya no hay límites y cualquier cosa es permitida y gozable”, apuntó.
Todo esto es producto de padres violentos, que violentan a sus esposas y a sus hijos. Luego el patrón se repite, desgraciadamente, es la combinación fatal de pobreza-depresión-alcoholismo y violencia intrafamiliar que termina generando hijos violentos, poco empáticos, donde no importa qué se tiene que hacer para conseguir una satisfacción, señalo.
“Si en los primeros meses de vida, el individuo no es mirado por su madre; es decir, mirado con esa trasferencia de amor y afecto estará destinado a no tener empatía social, por lo que se convertirá en el primer campo fértil de la violencia”, señaló.
El profesor de la Universidad Iberoamericana indicó que también existe otro factor que las religiosos denominan como “el ser malvado”, y que en psiquiatría y psicología se define como la falta de límites o individuos perversos, que disfrutan con el dolor de los demás.
“No es la mayoría de la población, pero hay ciertas personas que son avariciosas, perversas, poco empáticas, con un súper ego o súper narcisistas, con sentimientos de ser un dios frente a los otros, que no tendrán ningún empacho en dominar y hacer sentir dolor, lo que a ellos les causará placer”, explicó.
“Alimentan su maldad de hacer sentir dolor al otro, aquí hay maldad, y esa maldad produce hijos violentados, violentos, psicotizados; es decir, es una cuestión que pasa de generación en generación”, apuntó.
¿QUÉ NOS HACE HUMANOS?
No hay un factor genético que nos haga ser humanos. La humanidad es entrar al plano simbólico de la cultura, explicó el profesor Adolfo Sarabia.
-¿Pero qué pasa cuando la cultura está fracturada, es ambivalente, llena de promesas y discursos no reales?-cuestionó.
“Los niños y niñas de educación básica no saben tocar instrumentos, no conocen las artes plásticas, no desarrollan actividad deportiva, entonces ¿dónde van a sacar el malestar interno?, por ello, el primer escape es recurrir a las drogas”, señaló el catedrático.
El clima de violencia e inseguridad que atraviesa el país no es otra cosa que el resultado de esa destrucción cultural y del sistema educativo, alertó al señalar es a través de la cultura y las artes es como los ser humanos pueden sublimar todo esto.
Se ha ido mermando el campo de la cultura, de las artes, de los deportes. Hay pocos espacios para los niños, para los jóvenes, para los adultos, además, de los prejuicios para buscar tratamiento psicológico y la falta de espacios que debe brindar el Estado para atender el campo de la salud mental, indicó.
El doctor Sarabia consideró que otro factor que fractura la cultura tiene que ver con el terrible problema de ilegalidad en el campo de la red de internet, donde pueden circular todo tipo de contenidos pornográficos, que no tienen nada que ver con lo erótico ni con los sentimientos, pero sí están desvalorizando lo femenino y lo sensual.
“Hay un exceso de pornografía, cuántos sitios están funcionando, cuánto se consume, cuánto trastornan estos contenidos en un país con baja escolaridad, donde este tipo de pornografía se está convirtiendo en la educación sexual de niños y jóvenes”, alertó.
Indicó que hasta el momento, ningún gobierno se ha atrevido a trabajar a fondo este tema, que es el fortalecimiento de la educación familiar y una regulación estricta sobre contenidos de internet, programas televisivos y películas.
Como ejemplo, mencionó la película “Los Roqueros del Barrio”, del llamado cine de “ficheras”. “En los diez minutos de la película no hay un solo espacio donde no haya algún tipo de violencia contra la mujer, de esto hace 20 o 30 años y muchas generaciones de mexicanos y mexicanas han crecido viendo este tipo de contenidos que se siguen pasando en la televisión”.
Consideró que en estos temas, si hay una responsabilidad del Estado para tener un centro de control de vigilancia de la calidad de las producciones, sobre todo, para prevenir el daño que pueden causar en un momento social de violencia, depresión económica, depresión psicológica y falta de oportunidades.
“Tenemos un pueblo con mucha depresión, hay generaciones enteras de mexicanos que nacieron en la crisis, siguen viviendo en la crisis y, seguramente, morirán en la crisis. Basta subirse al Metro para ver la cara de las personas, ver cuánta depresión hay, cuánta tristeza llevan a cuestas y cuántos hogares desestructurados hay”, concluyó.