La vida en la marina es muy distinta a como yo la imaginé durante tantos años y, a menos que seas periodista, lo más común en la actualidad sería recurrir al buscador de internet tu preferencia y escribir ¿Cómo es la formación de un integrante de la Marina?. Y a menos que hayas estudiado en el Heroico Colegio Naval Militar o que te dediques a otra cosa que no sea de un medio informativo, encontrarías la respuesta de manera "sencilla".
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Pero yo, siguiendo mi espíritu periodístico, fui a desengañarme hasta el Puerto de Veracruz sobre la vida dentro de la institución que protege a la nación, justo a la Alma Mater conocida como la Heroica Escuela Naval Militar.
Aún sin hacer mis primeras preguntas, los rumores de otros compañeros de viaje daban datos precisos, uno de ellos sobre la fundación de este recinto académico el 23 de abril de 1897, un proyecto pensado ya desde 1821 desde la creación de la Secretaría de Marina. Sin embargo, la idea fue impulsada una década antes del siglo XX por el Brigadier de la Armada José María De la Vega.
Una vez que dejé el chisme a un lado, fue mi turno de indagar en mi objetivo. Así aterrizó el avión en el Aeropuerto Internacional de Veracruz, nuestra primera parada en el Alma Mater fue el Centro de Formación y Capacitación de la Armada de México.
Ahí el Capitán Jesús Heriberto nos explicó de la manera más institucional posible los detalles, este es un lugar donde se recibe a todo el personal de la Armada, ya sea marino o militar; además se imparten las carreras Técnicas de Intendencia, Electrónica e Informática. Todas ellas con una duración de tres años y un año extra de pasantías.
Mis dudas poco a poco se acumularon y dieron un giro dramático cuando vi a las y los acompañantes del Capitán. Dos mujeres y dos hombres, de buen porte, zapatos lustrados y un uniforme blanco impecable: la Alumna Madrigal, el alumno Rivera, el Teniente Oscanga y la Teniente Valerio.
¿Por qué las mujeres deberían enlistarse en las Fuerzas Armadas de México? Las respuestas cambiaban de acuerdo a la edad y tiempo de la carrera de elección.
Brenda Siqueiros de la Escuela de Intendencia Naval, alumna de nuevo ingreso, entró por superación personal, pues antes -dijo con un semblante de orgullo- ya había formado parte del extracto militar. Esta vez quería crecer como persona y también hacerlo profesionalmente en un periodo de 4 años.
Esta área se dedica principalmente a lo administrativo, pero sin dejar de lado el deber y el honor de servir a su institución, pues a pesar de llevar dos días como alumna, Brenda ya se siente en deuda con la marina por brindarle la oportunidad de estudiar; aunque uno de sus principales retos haya sido salir de sus zona de confort, hacer una viaje de 22 horas en autobús y dejar a su familia Mazatlán al otro extremo de la República, a quienes por su expresión en el rostro y el cierre de sus ojos extraña.
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El riesgo lo corrió por la accesibilidad económica del Centro de Formación ya que su educación ha será gratuita, además de salir con un puesto asegurado en el campo laboral de su área, sin la necesidad de buscar “algo allá afuera”.
Motivaciones de las cadetes
Fue complicado conseguir información más profunda sobre las motivaciones de cada alumna, puesto que el adoctrinamiento militar es firme y no se presta a lo subjetivo. Detrás de los rostros de la marina se encontraban sueños, propósitos de vida y un escape del mundo al que antes pertenecieron.
Por ejemplo la cadete Madrigal, que habiendo nacido en Tabasco nunca pensó en la posibilidad de conocer otros lugares u otras experiencias. A través de la disciplina como nuevo estilo de vida pudo acercarse a formar parte de cursos de velero, conocer gente de otros estados a quienes llama hermanos.
Madrigal aspira a lo monumental a bordo de un buque, un lugar donde ocupará sus conocimientos administrativos para distribuir los bienes materiales y financieros de los que ahí disponga.
Para la cadete Aguilar, quien también llevaba solo dos días en Centro de Formación y Capacitación, la importancia de entrar a las Fuerzas Armadas era lo suficientemente esencial para haberlo intentado en 3 ocasiones hasta conseguirlo. Tarea nada sencilla, porque los requisitos exigen exámenes físicos, de conocimientos y psicométricos.
Una vez que entró, Aguilar sabe que a sus 20 años debe poner todo de sí para aprovechar al máximo la ayuda económica de la Marina: el hospedaje, los uniformes y las herramientas necesarias para salir adelante como persona y asegurar su futuro.
Seguir las metas propuestas en su vida bajo las inclemencias del clima de Veracruz, un calor abrasador y húmedo que te hace escurrir el sudor apenas pones un por bajo el sol es de reconocerse. La maquinaria gira como un reloj suizo con tal de llegar al punto donde cada cadete se lo propone sin importar las condiciones meteorológicas o los sacrificios personales.
Sacrificios personales
A María Fernanda, cadete de tercer año de la carrera de Ingeniería en Sistemas Navales le parecía “poquito esfuerzo” levantarse de las 5:00 horas, salir a correr y tener un buen promedio en las materias, puesto que siempre quiso pertenecer a la Marina y ser abanderada de la escolta (cosa que ninguna mujer ha conseguido en la Escuela Naval Militar).
La cadete sonorense busca dirigir un navío, pero su ambición no parecía limitarse a ello, quiere llegar hasta el cargo más alto posible para representar a las mujeres y llevar el liderazgo de la Armada de México.
Mientras, existen otras historias obligadas a rescatar su lugar de origen, una pesada carga de volver a su hogar y combatir “cosas a las que poca gente se ha enfrentado”. Este es el caso de la cadete de tercer año como infante de marina paracaidista.
Pareciera más que las condiciones de la inseguridad en Guerrero le obligaron a buscar una solución para vivir de manera “tranquila” porque estar en el lado de campo de batalla implica demasiada valentía ya que cada día la vida está en riesgo.
Aún con el miedo paralizador y contra los ideales perpetuados en la sociedad mexicana como el machismo y la misoginia, la cadete Reyes quiere realizar operaciones de rescate, encontrar objetivos, capturar lugares y en cuanto sea posible volver a su estado de origen para prestar sus servicios.
Siempre imaginé que la formación en la marina era de dotes militares, de órdenes, de disciplina y de rectitud, pero también hay un conjunto de esperanza para muchas mujeres que se enlistan. Al final de mi recorrido, del tiempo empapado por el sudor por caminar en el exterior, uno se imagina que las personas dejan de sentir en algún momento todo lo que pasa.
Pero así como hay sacrificios fuera, en las cosas que conocemos, los hay para las personas de la Heroica Escuela Naval Militar, sueños por cumplir, lugares a los cuales volver, metas por superarse a sí mismos.
Yo solo estuve un par de días, pero lo que mueve a las mujeres en la Armada de México es un propósito mayor al que yo podría imaginarme.
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