Necesario reconocer a quienes apoyan a prostitutas, presos, y migrantes

En la Basílica de Guadalupe repleta de creyentes dijo el cardenal Aguiar Retes que quien ayuda a los demás, “nos ayudamos a nosotros mismos”

  · domingo 9 de febrero de 2020

Foto: Sergio Vázquez

Ante la crisis de valores y las necesidades humanitarias que existen en México, en la capital mexicana, es momento de revalorar e impulsar la labor de las personas que se encuentran en los conventos y monasterios, así como en las comunidades religiosas, manifestó el cardenal Carlos Aguiar Retes.

Hay 4 mil 500 consagradas (os), que ayudan a indigentes, niños sin techo, ancianos; atienden a los sacerdotes mayores que no se valen por sí mismos, ayudan a personas en riesgo, por causa de la degradación de lo sociedad; que trabajan en ayudar a personas en redes de prostitución y de trata de personas y les dan sentido a sus vidas.

En presencia de religiosas y religiosas, el cardenal nayarita destacó la labor de las personas de vida consagrada que dan su vida por ayudar a los demás, a esa gente que ha tenido heridas profundas, de falta de respeto a su propia dignidad.

En la Basílica de Guadalupe repletan de creyentes dijo que quien ayuda a los demás, “nos ayudamos a nosotros mismos, “tú les diste de comer a tu hermano, pero lo hiciste conmigo, entrarás y formas parte del rebaño del señor”.

En el Día de la Vida Religiosa, el prelado resaltó que el mundo requiere de transformaciones profundas y perennes, de cambios positivos y realmente civilizadores, y es buen momento de volver la mirada a estos héroes de tradición milenaria que se encuentran en conventos y monasterios, a las comunidades de religiosos y religiosas que siguen dando de beber -con la entrega de la propia vida- a un mundo sediento de buenas y bellas noticias.

Bien podemos afirmar que ahí donde hay una grave necesidad humana (migrantes, abandono familiar, presos, enfermos incurables) existe la presencia de una comunidad religiosa “dando de comer al hambriento, vistiendo al desnudo, visitando al encarcelado”.

También es común ver religiosas en vestimenta muy secular atendiendo a mujeres en situación de prostitución y a sus hijos, o religiosas con sus hábitos pobres y limpísimos en el encierro del claustro y orando también por ti.

Asimismo, en el editorial “Los héroes de tradición milenaria en la Iglesia” publicado en la revista Desde la Fe, destacó que esos religiosos no buscan reflectores o aplausos, sin afán de riquezas o famas vacuas. La vida religiosa en sus múltiples vertientes tiene un impacto que parecería imperceptible pero siempre lleno de un valor trascendental. Son riqueza de siglos en un presente continuo.

Explicó que la persecución cristiana y los asesinatos aumentaron el año pasado, pero hay muchos que se mantienen firmes.

Desde los primeros siglos del cristianismo ha surgido en la iglesia un estilo de vida que va más allá de los naturales vínculos nacidos en la familia. Hombres y mujeres con la voluntad de responder a la invitación de Jesús para seguirlo más de cerca, han optado por una vida en comunidad de oración y servicio, o en vida ermitaña y penitente, y todos en claro desapego a los parámetros socioculturales ordinarios.

Nombres que descuellan como arquetipos y que marcaron épocas enteras, suenan en la tradición popular aunque se ignoren sus historias concretas. Antonio Abad, María Egipciaca, Benito de Nursia, Clara y Francisco de Asís, Beatriz de Silva, Teresa de Jesús, Ángela de Foligno, Mary Ward y más recientemente Teresa de Calcuta o Pío de Pietrelcina, lo mismo que Thomas Merton o Roger Schutz son algunos religiosos y religiosas cuyas vidas siguen enriqueciendo el presente de muchos.

La publicación citó que bastaría con pensar en los primeros evangelizadores de América para redescubrir el valor de una entrega a los demás que supera divisiones y diferencias: la vida religiosa es signo y testimonio de una fraternidad basada en los valores del Evangelio.

Y parecería que ahí donde la moda y el boato quieren establecer su imperio, es donde el corazón juvenil se dispone con mayor entrega a ideales perennes, pues la desilusión provocada por lo superficial y efímero ciertamente abona a la búsqueda de un sentido mayor y profundo de la vida.

La vida entregada en servicio a los demás se traduce en riqueza inagotable: los encontramos cada día con el amor maternal e incondicional a niños abandonados, discapacitados, en el cuidado a tantos enfermos y marginados; otros muchos en su entrega cotidiana procurando educación y promoción humana.

EG