La pandemia está provocando que nos necesitemos todos, colaborando de distintas maneras por el bien de la comunidad, manifestó el arzobispo primado de México, Carlos Aguiar Retes, al señalar que esta enfermedad no acabará en la muerte; sino que servirá para la gloria de Dios. Por eso, ante la tristeza, la angustia, el dolor, el sufrimiento, vivamos con esperanza esta pandemia, dijo.
En la segunda ocasión que se oficia una ceremonia religiosa sin fieles en la Basílica de Guadalupe, se elevó nuevamente una oración por los médicos e investigadores para que encuentren una cura en contra del Covid-19.
Así como por los doctores, enfermeras y los que atienden y cuidan de los enfermos para que imitando la Virgen de Guadalupe que atendió a Juan Bernardino sigan siendo ejemplo de caridad cristiana También se oró por los que han muerto consecuencia del Covitt 19 que Dios en su infinita misericordia los tenga en su reino y por sus familiares, para que la Virgen de Guadalupe los conforte en su dolor. Por los hermanos enfermos, especialmente por los que se han contagiado por el coronavirus para que experimenten el consuelo materno de de la virgen de Guadalupe.
Para que el redentor del mundo libere a la iglesia que se entregó a la muerte para vivificar a su pueblo libera a la iglesia de todo mal. Para que el redentor del mundo que oro en la cruz por quienes lo crucificaban interceda ante el padre por los pecadores para que el redentor del mundo que experimento en la cruz el sufrimiento y la angustia se compadezca de los que sufren les de fortaleza y paciencia y alivia esos dolores.
Para que el redentor del mundo a nosotros sus siervos quien estos días nos ponemos a recordar con vehemencia con veneración su cruz reconforte con la fuerza el de la resurrección. En su homilía, el Arzobispo Carlos Aguiar señaló que cuando se sufre una pérdida no esperada de un ser querido, muchas veces nuestra reacción es parecida a la de Marta y María, que a la llegada de Jesús ante el fallecimiento de su hermano Lázaro le expresan su tristeza, diciendo: Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano.
Al vivir estas situaciones dolorosas es muy consolador recordar que la muerte de nuestro cuerpo es un indispensable tránsito a la eternidad; y entonces, también surge la pregunta, ¿por qué lo ha proyectado así Dios, nuestro Padre? San Ireneo en el Siglo II proporciona la respuesta al afirmar.
La gloria de Dios es que el hombre viva y la vida del hombre consiste en la visión de Dios: si ya la revelación de Dios por la creación procuró la vida a todos los seres que viven en la tierra, cuánto más la manifestación del Padre por el Verbo procurará la vida a los que ven a Dios.
La muerte física del ser humano entra en el proyecto de Dios, para que asumamos en la fe, que esta vida terrena tiene la finalidad de una preparación para ejercitarnos en el amor con pleno conocimiento y con plena libertad. Recordemos que la vida divina es el amor gratuito de generosa donación y de servicio vivido en comunión, bajo la conducción de la persona de Dios Padre.
Con esta intervención preparaba y garantizaba ya la Resurrección del mismo Jesús, ante la muerte sufrida en la Cruz, con la enorme diferencia que esta vez, la resurrección de Jesús sería definitiva, ya no moriría jamás, convirtiéndose en la esperanza fundada para todos nosotros, esperanza que celebraremos en la próxima Vigilia Pascual de la Semana Santa Agradezco a Grupo Televisa, El Heraldo de México, Multimedios, Univisión, Azteca Noticias, y muchas redes digitales que han dispuesto sus plataformas de comunicación para alimentar nuestro espíritu en estas circunstancias, que impiden a los fieles asistir y participar físicamente en nuestras habituales celebraciones eucarísticas de los domingos.
El Señor les recompense abundantemente, y sea en provecho de todos los que virtualmente están participando en esta celebración. Los invito a poner en manos de Nuestra Madre, María de Guadalupe nuestras súplicas y oraciones. Primero en un breve momento de silencio y luego juntos, recitando la oración.
Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios, escucha nuestras oraciones, atiende nuestras súplicas, acompáñanos, protégenos, cuídanos. Bajo tu amparo nos quedamos Señora y Madre Nuestra, te lo pedimos, por tu Hijo Jesucristo, Nuestro Señor. Amén.