Ejército mexicano, el elefante verde olivo en Palmarito: Ibero

La Prensa

  · lunes 15 de mayo de 2017

Foto: Ilustrativa

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Ciudad de México.- Sin histerias, el incidente de Palmarito,Puebla, confirma de modo objetivo y contundente los dichos delgeneral secretario de la Defensa respecto a que los soldados noestán preparados para labores de seguridad, pero tampoco está ensu interés institucional asimilar la protección e integridad delos civiles. Menos aún, cuando se trata de probables delincuentesa los que han sometido y deberían entregar a las autoridadesministeriales civiles. Es mejor pegarles un tiro.

El elefante en la sala… que nadie ve. El punto de partida, sinembargo, no es Palmarito, ni el bloqueo carretero que los llamados“huachicoleros”, luego del enfrentamiento del 3 de mayo (juntocon la ejecución extrajudicial que se pretendió ocultar). Enprincipio, el resguardo y vigilancia de instalacionesestratégicas, como las de Pemex (hasta en tanto no se privaticenesos segmentos de infraestructura), son responsabilidad de lasfuerzas federales, civiles (como la Policía Federal) y militares(Sedena y Armada). Hay que destacar que en este sexenio, laPolicía Federal prácticamente abandonó y dejó por entero estaresponsabilidad al Ejército y la Marina.

La sustracción de ductos (como parte de la infraestructuraestratégica en cuestión) con derivados del petróleo como lasgasolinas que se expenden en el país, es una actividad delictivacuya fenomenología ha adquirido notoriedad desde hace, cuandomenos, una década. Lo que empezó como actividad de pequeñosgrupos aislados y poco frecuente, se hizo no sólo altamenterentable por la impunidad y la reventa ilegal (incluso en el mismocircuito de distribución habitual de estaciones de servicio), sinoque evolucionó con características de crimen organizado (conacompañamiento cómplice de estructuras institucionales). Todoello aderezado con una extraña subcultura pseudoreligiosa como lade Malverde o La Familia Michoacana y Los Templarios.

Es decir, las autoridades, civiles y militares, encargadas decuidar el, aún, recurso estratégico de la nación fuerondeficientes, por decir lo menos, en su responsabilidad o cómplicesde la delincuencia. En cualquiera de los dos supuestos, laimplicación es grave y de responsabilidad objetiva de carácterlegal.

La primera conclusión en un análisis de contexto, no es cosamenor porque atañe, en primer lugar, a una de las tareasprimordiales del Ejército y la Marina, según reiteran una y otravez en sus informes de labores todos los años. De esto, no se haceningún señalamiento en las reacciones y diatribas de políticos ycomentaristas en torno de los sucesos de Palmarito y que atañen ala Sedena. Pero es evidente que no sólo hay una falta deresponsabilidad sino también de una intención manifiesta de norendir cuentas, ni siquiera para explicar el porqué creció estefenómeno.

Palmarito sin maquillaje. Con el mismo impacto cruel delasesinato de zetas que se dio a conocer por las redes subterráneasinformáticas hace unos años, la ejecución extrajudicial llevadaa cabo por un “presunto” miembro del Ejército (las comillas noson gratuitas, dado el patrón de desviación de la Sedena y laMarina, a desvirtuar con cualquier recurso, todo aquello queperjudica su imagen). Tarde y mal reaccionó el alto mando militar:primero, al cuestionar la veracidad de las imágenes, introduciendoincluso elementos de calidad moral por haber sido captadas porcámaras, según, pertenecientes a los ‘huachicoleros’ que son,a la vez, oriundos del lugar. Y segundo, siguiendo está lógica,así se justificaría la visible destrucción de los artefactos,producto de la sorpresa y la desesperación ante la posibleexposición de los hechos. Lo que ocurrió cinco díasdespués.

La Sedena hace una amenaza velada en sus comunicados e inducesesgos para la investigación “imparcial” de la PGR cuando da aconocer que, aunada a sus propias diligencias, dentro del fueromilitar por cuestiones de disciplina interna (siendo juez y parte).La Procuraduría contará con la “coadyuvancia” militar ydeterminará incluso la veracidad de las imágenes que ya sedesvirtúan por el aparato de propaganda oficial.

De ese modo, los mandos militares ocultan y distraen laatención pública sobre la obligación autoimpuesta de videograbarlos operativos castrenses. Así lo exaltaba al menos el director deDerechos Humanos de la Sedena en sus entrevistas de hace unosmeses, en su campaña de promoción de la Ley de SeguridadInterior, mostrando los beneficios sobre el “uso racional de lafuerza” que establece el manual del Ejército y la Marina queellos mismos se autoimpusieron para lavar su imagen ante lasacusaciones del exterior.

Ya quedó demostrado que la aplicación del manual esdiscrecional. De ahí que los soldados destruyeran las cámaras queregistraron una violencia institucional que ni siquiera esconcebible hoy día en Honduras, Guatemala o Colombia…. pero síen Siria. Habrá que esperar el siguiente desmentido de la Segob(ahora sin la Cancillería) y sus secuaces comentócratas de latelevisión para saber cómo “relativizan” esta realidad“metodológica” (Hope dixit).

Éste fue un buen ejemplo de la aplicación del manual del usode la fuerza y la Sedena estaría perdiendo una magníficaoportunidad si no da a conocer, y entrega a la PGR, susvideograbaciones que debieron haber registrado tanto delenfrentamiento como de la agresión ocurrida en otro punto distintodel poblado donde fueron sorprendidos los soldados “por cámarasenemigas”. Otra veta importante de deslinde es la interacción ycontenido de las órdenes que llevaron a los militares al lugar yla cadena de mando para que la conducta violatoria de derechoshumanos no se quede con el chivo expiatorio de un soldado que, hayque decirlo, seguía órdenes.

El lucro político de la muerte militar. Lo que sí es un hecho,es la capitalización política de la trágica muerte de losmilitares en Palmarito por parte de los sectores duros delrégimen. Empezando por los militares, seguidos por los políticosdel Congreso que, ahí están los golpes de pecho del líder delSenado, justificando la inclusión de la iniciativa de Ley deSeguridad Interior para un inminente periodo extraordinario desesiones (y antes de inciar el proceso electoral, por supuesto,“para que no se politice el tema”, como exige el jurídico dela Sedena). Ello, en lugar de pensar en una reforma estructural delsector defensa que reponga el atraso que tiene el país en lamateria: es el único ámbito que quedó incólume con las viejasprácticas autoritarias del régimen priista del siglo pasado y quele dieron su talante represivo e impune. También hay que incluiren este sector a los analistas y líderes de opinión que propugnan“un marco de actuación” para las fuerzas armadas.

En realidad, es todo lo contrario lo que deja en claro estasituación, y así lo dijo en su momento el general SalvadorCienfuegos, pues se está actuando al margen de la ley y no habrácastigo por lo que se hace. Parece que así será, por desgracia,con o sin Ley de Seguridad Interior. De paso, se aprovecha el viajepara denostar a quienes han cuestionado esta pretensión yestablecer un falso maniqueísmo de que la crítica es un ataquecontra el Ejército. Es la intolerancia que antecede a prácticasde represión fascista. De ahí a establecer una propuesta de‘solución final’, no falta mucho y significará, además deiniciar prácticas de ‘limpieza social’, borrar del mapa apoblados enteros (cosa, que por cierto, ha ocurrido a manos delnarco sin que autoridad alguna, militar ni civil lo impidiese),porque de ahí son los delincuentes y ‘transgresores’ delpaís.

Dilema Scherer. Un triste saldo de esta miseria política espresenciar la degradación de nuestras fuerzas armadas que, alparecer, han caído ya en la paradoja que hace décadas describíael periodista Julio Scherer respecto de los policías: un ciudadanoen una calle oscura, de frente ante dos siluetas distinguibles, unade un policía y, del otro, una persona que podría ser o no unladrón. Se opta por ir del lado contrario al policía porque, deseguro, lo va a asaltar y maltratar, no proteger. Y del otro lado,al menos existirá la posibilidad de salir indemne y con lacartera. Guardada la debida proporción y no sólo a la luz dePalmarito, porque ya existen trágicos ejemplos de sobra, un civilcualquiera que se encuentre de frente con la silueta de un soldadoen la oscuridad… simplemente no vivirá para contarlo.

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