Algunas mujeres fueron asesinadas, por ser comerciantes y no pagar derecho de piso

México se encuentra entre los peores 20 países para ser mujer, no sólo por los altos índices de inseguridad sino también por la negligencia de las autoridades

La Prensa | Patricia Carrasco

  · martes 8 de octubre de 2019

Foto ilustrativa

María Salguero, creadora del mapa de feminicidios en México y quien vincula este fenómeno con el crimen organizado “y a las formas decadentes de acumulación”, lo cual se expresa en que muchas son asesinadas porque tenían una cocina económica, trabajaban en un mercado o vendían flores y no pagaron derecho de piso, es decir, se vieron obligadas a involucrarse con el crimen organizado, o bien, eran sus parejas las que estaban implicadas.

La muerte está ahí, no sólo para imponer terror entre la población y para desmovilizar, sino para obtener dinero, como ocurre con las migrantes, quienes en ocasiones son secuestradas y piden dinero por ellas, aunque también las utilizan para otras actividades que generen ganancias, “de ahí la importancia de tener un panorama más amplio y salir de lecturas en el sentido de que se trata de una guerra entre sexos”, comentó la integrante del colectivo Estudios Feministas Críticos.

En este panorama de necropolítica, sí hay una diferencia en la violencia que se ejerce contra las féminas y un ejemplo es la saña con la que son asesinadas, pues no les basta el homicidio, sino que las marcan y mutilan, entre otras agresiones.

De ahí que resulta importante analizar cómo los medios de comunicación y las redes sociales muestran y exponen el cuerpo de la mujer, pues no lo hacen para generar conciencia o para que la sociedad se eduque, sino que se hace con morbo, con mensajes de denostación “salió sola en la noche, iba borracha”, como pasó con Lesvy Bernal Osorio, estudiante que apareció asesinada en Ciudad Universitaria.

En la fundamentación de la violencia de género se encuentran relaciones de poder aisladas, patologías misóginas y lucha de sexos sin sentido, derivado de “una nueva configuración capitalista”, argumentó Alitze Anahí Pineda Roque, estudiante de la Maestría en Estudios de la Mujer de la Unidad Xochimilco de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).

La economista por el Instituto Politécnico Nacional, citó a María Salguero y comentó que existe una representación peculiar que puede definirse como “necropolítica”, en la que “la política de muerte se hace valer para imponer terror en la sociedad civil y de ese modo acceder a fuentes decadentes de acumulación”.

Ante esa situación es necesario abordar la relación entre capitalismo y género para entender la coyuntura actual en relación con la violencia contra ellas y los feminicidios, sobre todo cuando México se encuentra entre los peores 20 países para ser mujer, no sólo por los altos índices de inseguridad y la inequidad, sino también por la negligencia de las autoridades a la hora de enfrentarse a este tipo de problemas.

Este escenario de violencia tiene entre sus principales protagonistas al Estado y a los grupos criminales que conforman una alianza a partir de la cual los sectores más vulnerados son también las clases más desprotegidas; “podemos ver así que la pobreza es un factor que incrementa la condición de vulnerabilidad de las mujeres y que lugares como el Estado de México, donde existen zonas de las más pobres del país, tiene una alta tasa de feminicidios”.

Pineda Roque propuso retomar el concepto de “feminicidio sexual sistémico” de Julia Monárrez, que refiere a esta “lógica irrefutable expresada en cuerpos de las niñas y mujeres pobres que han sido secuestradas, torturadas, violadas, asesinadas y arrojadas en escenarios sexualmente transgresores”.

A partir de este concepto, “podemos identificar la condición de sistematicidad de la violencia feminicida, la cual implica que se encuentra en profunda interconexión con el sistema capitalista y la desigualdad que éste produce”, afirmó.

El concepto de violencia de género ha sido utilizado en diferentes vertientes, por un lado para señalar la agresión que se ejerce contra ellas por el hecho de ser mujeres o bien para dar cuenta de actos de esa índole ejercidos contra cualquier persona o grupo de individuos sobre la base de su orientación sexual.

En la medida de la complejidad del fenómeno, los estudios feministas han profundizado en la exploración de este concepto como una categoría que “nos permite analizar cómo la clase social, la raza, las preferencias sexuales y el contexto social y cultural representan diferencias que impactan de diferente manera a la hora de hablar de violencia”.

JLP