La fe no tiene dolor, obstáculos ni pretextos con tal de llegar al cerro del Tepeyac a venerar a la Virgen de Guadalupe, la madre amada de los mexicanos. Pedro Caballero se vino de rodillas desde la entrada de Calzada de Guadalupe a la Basílica.
Es tan grande su devoción que la trae tatuada en su corazón y su alma, nos dijo.
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Estaba a punto de desfallecer pero su amor por La Guadalupana y su manda de llegar postrado a sus pies, le dio fuerza y energía para llegar entre ríos de peregrinos que van a La Villa.
El tramo lo hizo en 4 horas aproximadamente, pese al dolor en las rodillas y los calambres cumplió con la promesa que le hizo a la Virgen.
Pedro de 29 años llegó de Huejotzingo, Puebla y desde hace 8 años acude puntual al cumpleaños de la Morenita, cuya figura en bulto cargó en su espalda amarrada de un lazo a su mochila, junto con un rosario azul.
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A rodillas llegó acompañado de una mujer, a la cual se le veían los rastros del cansancio, por el esfuerzo y el sol a plomo en su cabeza.
Al momento de enseñar su tatuaje de la Virgen y unas espinas detrás, el sudor le caía en los ojos.
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