/ jueves 21 de noviembre de 2024

Gaslighting: cuando el amor se disfraza de maltrato. Qué es y cómo evitarlo

Es difícil de detectar porque ocurre en el día a día, por ello las redes de apoyo son fundamentales; trabajar en la prevención, la cultura de paz y acabar con las desigualdades de género es necesario para erradicarla

El gaslighting es una forma de abuso emocional que consiste en manipular a una persona hasta hacerla dudar de sus percepciones, opiniones o recuerdos., y al menos 4 de cada 10 mujeres lo han padecido.

Este fue la experiencia de Adriana, una arquitecta y madre de un niño, quien vivió violencia psicológica por parte de su expareja. Al igual que ella, la mitad de la población femenina de 15 años o más en el país expresó haberla experimentado, de acuerdo con datos de la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH) 2021.

Por tratarse de una violencia cotidiana es muy probable que quien la padece termine invisibilizándola, señala Alba Luz Robles Mendoza, académica de la Facultad de Estudios Superiores Iztacala de la UNAM. Por ello, añade la doctora en Ciencias Penales y Política Criminal, es crucial que las mujeres cuenten con redes de apoyo social y herramientas de afrontamiento a fin de identificarla y salir de los espacios violentos.

En 2023, Adriana comenzó una relación de pareja con un hombre que, desde un inicio, tuvo actitudes que dañaban su integridad. “Quedábamos de vernos y me plantaba. Cuidaba mis palabras porque si le comentaba cómo me sentía asumía papel de víctima y me dejaba de hablar. Durante mi embarazo acordamos que me acompañaría con la ginecóloga, pero nunca llegaba. Al mismo tiempo me decía ‘te amo’, ‘hagamos planes’”.

De acuerdo con la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, la psicológica es “cualquier acto u omisión que dañe la estabilidad psicológica y puede consistir en: negligencia, abandono, descuido reiterado, infidelidad, celotipia, insultos, humillaciones, devaluación, marginación, indiferencia, comparaciones destructivas, rechazo, restricción a la autodeterminación y amenazas, las cuales conllevan a la víctima a la depresión, al aislamiento, a la devaluación de la autoestima e incluso al suicidio”.

Foto: cortesía #HistoriaUNAM

Alba Luz Robles explica que, por tratarse de conductas cotidianas, suelen minimizarse e invisibilizarse, es decir, quien las vive no las ve por estar en medio de dinámicas violentas, pero las personas externas a la relación sí las notan. También hay acciones, como las muestras de celos, que se han naturalizado y legitimado tanto que la víctima y la sociedad suelen creer que se tratan de una manifestación de amor.

¿Cómo se manifiesta?

A decir de Alba Luz Robles, los trabajos y análisis sobre el tema se han concentrado en lo que ocurre al interior de las parejas, pero esto también puede darse en espacios como la escuela, el trabajo y la comunidad.

En el ámbito de la pareja, dicho control se puede dar mediante la vigilancia del celular, de las llamadas telefónicas y de las redes sociodigitales (con frecuencia se exige a la víctima revelar sus contraseñas). También se busca tener injerencia en las relaciones que la persona tiene con amistades y familiares, y se mantiene supervisión sobre con quién sale, a qué hora o sus actividades.

Así pasó en el caso de Adriana, quien cuenta su experiencia: “El progenitor de mi hijo me violentó muchas veces mediante gaslighting. Por ejemplo, realizaba actos que me lastimaban, pero si yo hablaba de eso él buscaba que me sintiera mal, hacía parecer como que lo culpaba de falsedades y yo terminaba preguntándome ¿estaré loca?”.

Foto: cortesía #HistoriaUNAM

Alba Luz Robles comenta: “Esas conductas provocan afectaciones. Por un lado, las agresiones engañosas (hacer pasar por cuidado excesivo actitudes de control o humillación) o gaslighting (distorsión de la realidad que coloca a la mujer como culpable y al varón como víctima) pueden provocar baja autoestima o autolesiones.

¿Cómo escapó de las agresiones?

A Adriana le apasiona el fisicoculturismo y ha dedicado parte de su vida a esta disciplina. A la par, se adentró en los estudios de género, lo que le ha permitido contar con herramientas para identificar la violencia psicológica en diferentes contextos.

“Desde joven hubo parejas que me comparaban con otras mujeres: ‘mira qué bien se le ven los rizos, deberías tener el cabello así’, o ‘baja de peso, estás engordando’. A los 21 años tuve un entrenador que me violentaba diciendo: ‘¿de qué te sirven las tres horas que estás aquí? ¡Mira cómo estás!’. En la licenciatura de Arquitectura había mucho machismo. Los profesores soltaban comentarios del estilo ‘como mujer sólo llegarás a hacer remodelaciones, no tendrás tu propio proyecto’”.

Foto: cortesía #HistoriaUNAM

La situación cambió cuando comenzó su embarazo. Adelgazó mucho y el progenitor de su hijo le espetaba cosas negativas u ofensivas sobre su físico y le insinuaba que jamás recuperaría la complexión que tuvo.

“En esa etapa experimentas muchas transformaciones y que la persona a quien amas, y que crees que te ama, te recuerde diario que tu cuerpo ya no es el mismo, representa una violencia muy fuerte. No me daba cuenta de lo que vivía, me aislé y entré en depresión”, narra Adriana.

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Empoderar a las mujeres

Alba Luz Robles puntualiza que, para que una mujer identifique que está viviendo violencia psicológica, es necesario que sepa qué es y sus implicaciones, por lo que se requiere mayor difusión del tema.

Foto: cortesía #HistoriaUNAM

Por otro lado, los avances en materia legal deben acompañarse de políticas públicas. “Es preciso diseñar mecanismos y crear programas y estrategias de atención no sólo para cuando ya ocurrió, sino para prevenirla. Hablamos de protocolos que ayuden a visibilizarla y evitarla. También debemos trabajar en una cultura de paz y mostrar cero tolerancia a este tipo de acciones. Esto tiene que ver con los aprendizajes generacionales y, por lo mismo, debemos enseñar a las niñeces a tener relaciones más armónicas y menos diferenciadas sexualmente”.

La académica finaliza subrayando que el apoyo no consiste en decirle a la mujer que está siendo víctima, pues a veces eso genera revictimización social, sino en señalar al victimario y hacerle ver que sus conductas rompen con la integridad de la persona y vulnera sus derechos.

Foto: cortesía #HistoriaUNAM

Por su parte, Adriana concluye enfatizando que las mujeres necesitan empoderamiento mediante la unión mutua y conocimientos para ponerse a salvo. “También enfoquémonos en construir masculinidades positivas. Muchos hombres no saben que ejercen violencia psicológica. Eso me pasaba mucho con mi expareja. Cuando yo le señalaba ‘¡esto es violencia!’, él respondía, ‘¡no!, ¿cuándo te he pegado?’”.

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El gaslighting es una forma de abuso emocional que consiste en manipular a una persona hasta hacerla dudar de sus percepciones, opiniones o recuerdos., y al menos 4 de cada 10 mujeres lo han padecido.

Este fue la experiencia de Adriana, una arquitecta y madre de un niño, quien vivió violencia psicológica por parte de su expareja. Al igual que ella, la mitad de la población femenina de 15 años o más en el país expresó haberla experimentado, de acuerdo con datos de la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH) 2021.

Por tratarse de una violencia cotidiana es muy probable que quien la padece termine invisibilizándola, señala Alba Luz Robles Mendoza, académica de la Facultad de Estudios Superiores Iztacala de la UNAM. Por ello, añade la doctora en Ciencias Penales y Política Criminal, es crucial que las mujeres cuenten con redes de apoyo social y herramientas de afrontamiento a fin de identificarla y salir de los espacios violentos.

En 2023, Adriana comenzó una relación de pareja con un hombre que, desde un inicio, tuvo actitudes que dañaban su integridad. “Quedábamos de vernos y me plantaba. Cuidaba mis palabras porque si le comentaba cómo me sentía asumía papel de víctima y me dejaba de hablar. Durante mi embarazo acordamos que me acompañaría con la ginecóloga, pero nunca llegaba. Al mismo tiempo me decía ‘te amo’, ‘hagamos planes’”.

De acuerdo con la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, la psicológica es “cualquier acto u omisión que dañe la estabilidad psicológica y puede consistir en: negligencia, abandono, descuido reiterado, infidelidad, celotipia, insultos, humillaciones, devaluación, marginación, indiferencia, comparaciones destructivas, rechazo, restricción a la autodeterminación y amenazas, las cuales conllevan a la víctima a la depresión, al aislamiento, a la devaluación de la autoestima e incluso al suicidio”.

Foto: cortesía #HistoriaUNAM

Alba Luz Robles explica que, por tratarse de conductas cotidianas, suelen minimizarse e invisibilizarse, es decir, quien las vive no las ve por estar en medio de dinámicas violentas, pero las personas externas a la relación sí las notan. También hay acciones, como las muestras de celos, que se han naturalizado y legitimado tanto que la víctima y la sociedad suelen creer que se tratan de una manifestación de amor.

¿Cómo se manifiesta?

A decir de Alba Luz Robles, los trabajos y análisis sobre el tema se han concentrado en lo que ocurre al interior de las parejas, pero esto también puede darse en espacios como la escuela, el trabajo y la comunidad.

En el ámbito de la pareja, dicho control se puede dar mediante la vigilancia del celular, de las llamadas telefónicas y de las redes sociodigitales (con frecuencia se exige a la víctima revelar sus contraseñas). También se busca tener injerencia en las relaciones que la persona tiene con amistades y familiares, y se mantiene supervisión sobre con quién sale, a qué hora o sus actividades.

Así pasó en el caso de Adriana, quien cuenta su experiencia: “El progenitor de mi hijo me violentó muchas veces mediante gaslighting. Por ejemplo, realizaba actos que me lastimaban, pero si yo hablaba de eso él buscaba que me sintiera mal, hacía parecer como que lo culpaba de falsedades y yo terminaba preguntándome ¿estaré loca?”.

Foto: cortesía #HistoriaUNAM

Alba Luz Robles comenta: “Esas conductas provocan afectaciones. Por un lado, las agresiones engañosas (hacer pasar por cuidado excesivo actitudes de control o humillación) o gaslighting (distorsión de la realidad que coloca a la mujer como culpable y al varón como víctima) pueden provocar baja autoestima o autolesiones.

¿Cómo escapó de las agresiones?

A Adriana le apasiona el fisicoculturismo y ha dedicado parte de su vida a esta disciplina. A la par, se adentró en los estudios de género, lo que le ha permitido contar con herramientas para identificar la violencia psicológica en diferentes contextos.

“Desde joven hubo parejas que me comparaban con otras mujeres: ‘mira qué bien se le ven los rizos, deberías tener el cabello así’, o ‘baja de peso, estás engordando’. A los 21 años tuve un entrenador que me violentaba diciendo: ‘¿de qué te sirven las tres horas que estás aquí? ¡Mira cómo estás!’. En la licenciatura de Arquitectura había mucho machismo. Los profesores soltaban comentarios del estilo ‘como mujer sólo llegarás a hacer remodelaciones, no tendrás tu propio proyecto’”.

Foto: cortesía #HistoriaUNAM

La situación cambió cuando comenzó su embarazo. Adelgazó mucho y el progenitor de su hijo le espetaba cosas negativas u ofensivas sobre su físico y le insinuaba que jamás recuperaría la complexión que tuvo.

“En esa etapa experimentas muchas transformaciones y que la persona a quien amas, y que crees que te ama, te recuerde diario que tu cuerpo ya no es el mismo, representa una violencia muy fuerte. No me daba cuenta de lo que vivía, me aislé y entré en depresión”, narra Adriana.

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Empoderar a las mujeres

Alba Luz Robles puntualiza que, para que una mujer identifique que está viviendo violencia psicológica, es necesario que sepa qué es y sus implicaciones, por lo que se requiere mayor difusión del tema.

Foto: cortesía #HistoriaUNAM

Por otro lado, los avances en materia legal deben acompañarse de políticas públicas. “Es preciso diseñar mecanismos y crear programas y estrategias de atención no sólo para cuando ya ocurrió, sino para prevenirla. Hablamos de protocolos que ayuden a visibilizarla y evitarla. También debemos trabajar en una cultura de paz y mostrar cero tolerancia a este tipo de acciones. Esto tiene que ver con los aprendizajes generacionales y, por lo mismo, debemos enseñar a las niñeces a tener relaciones más armónicas y menos diferenciadas sexualmente”.

La académica finaliza subrayando que el apoyo no consiste en decirle a la mujer que está siendo víctima, pues a veces eso genera revictimización social, sino en señalar al victimario y hacerle ver que sus conductas rompen con la integridad de la persona y vulnera sus derechos.

Foto: cortesía #HistoriaUNAM

Por su parte, Adriana concluye enfatizando que las mujeres necesitan empoderamiento mediante la unión mutua y conocimientos para ponerse a salvo. “También enfoquémonos en construir masculinidades positivas. Muchos hombres no saben que ejercen violencia psicológica. Eso me pasaba mucho con mi expareja. Cuando yo le señalaba ‘¡esto es violencia!’, él respondía, ‘¡no!, ¿cuándo te he pegado?’”.

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