Con la mirada perdida, una expresión afligida, y la esperanza de encontrar justicia, acuden al Ministerio Público las mujeres víctimas de violencia de género, esperando la pronta atención y resolución ante un caso de esos que lamentablemente son frecuentes en México y que reportan una creciente en los últimos años.
En México, la violencia de género no ha dado tregua. Enero pasado reveló un incremento de 69 por ciento respecto al mismo mes de 2021, y las cifras a principios de este año dejan ver que por cada 100 delitos sólo uno llega a sentencia, de acuerdo con la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana.
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Las razones por las que las víctimas desisten de una denuncia, por lo general, se deben al miedo y convivencia o cercanía con su agresor, por lo que abandonan el proceso que las llevó a evidenciar su caso, pero parte de este temor es generado por el tiempo que pasa para que las autoridades actúen para proteger a la denunciante.
Mientras la mujer que se atrevió a demandar tiene que pasar por varios procesos para consolidar la carpeta de investigación, los agresores no reciben ni una orden de restricción o apercibimiento para evitar la violencia de la que, muchas de ellas, siguen siendo víctimas.
En el proceso, las agredidas deben tomar terapia, situación que resulta conveniente, pero que, al paso de las semanas abandonan por los horarios que ofrecen las instituciones para seguir con el proceso, muchas de ellas no perciben un cambio, en especial cuando viven con la o las personas que las vulneran, sin que tenga éste que acudir a recibir atención profesional.
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Entre otros factores que hace complejo continuar con la denuncia, están los tratos hostiles por parte de los servidores públicos debido a la falta capacitación y empatía, la ausencia de voluntad en fiscalías y ministerios públicos en el seguimiento de los casos y la falta de castigo, al menos así lo describen algunas de las mujeres que platicaron con LA PRENSA para evidenciar su caso y su complicado acceso a la justicia.
ACOSADA POR UN ADMIRADOR
Al estar expuesta a medios de comunicación por la naturaleza de su trabajo, Helena, llamada así para proteger su identidad, ha vivido en carne propia la vulnerabilidad de sentirse vigilada y perseguida por un hombre que la contactó vía redes sociales, correo electrónico y después por WhatsApp, para mostrarle su presunto interés.
El 1 de julio del año pasado el acosador contactó a Helena, durante un tiempo por mensajes en las redes sociales y su mail, pero “en algún momento obtiene mi número celular y es cuando se intensifica, porque empieza a mandarme mensajes de texto y a llamarme; al inicio ni siquiera lograba hacer la conexión o vincular que se trataba de la misma persona, hasta las llamadas se hicieron más frecuentes en la madrugada”.
El hecho de que Helena no supiera que se trataba de la misma persona, se debió al constante cambio de número de teléfono del acosador, ya que bloqueaba los número y cuentas en cuanto la situación se tornaba insistente e incómoda.
A pesar de que bloqueó más de 20 números de teléfono la situación no se detuvo, él lograba obtener información sobre su vida personal y le hacía saber ciertos detalles, lo que comenzó a generar temor y angustia en Helena.
La querella la interpuso en abril de 2022 y explicó: “No puedes ir así, a menos que tengas ciertas cuestiones de índole sexual, había un par de mensajes y eso me permitió interponer la denuncia, si no, no hubiera podido hacer nada”, lo que orilló a llevar el caso a las autoridades fue que un día antes, el agresor se presentó a donde estaba trabajando.
“Yo no lo conocía, en el momento en el que lo veo no estoy segura de saber si era esa persona o alguien más y decido darme la vuelta, trabajo con un equipo de personas, me doy la vuelta y me salgo del lugar; sin embargo, ese mismo día él me mandó el mensaje donde me hace notar que había aparecido y es lo que me lleva a preocuparme”, comenta.
PROCESO LENTO Y BUROCRÁTICO
Al iniciar su proceso, se da cuenta de que “es demasiado lento, burocrático, pesado, porque, para empezar, está muy saturado el sistema, entonces llegué a esperar muchísimas horas, a pesar de que ya me esperaban. Había más mujeres que estaban esperando a poner una denuncia, a pasar con la psicóloga, a pasar con el Ministerio Público, así que tuve que esperar bastante tiempo”.
Los mensajes y fotografías de índole sexual le ayudaron para demandar por acoso sexual, así como la dirección del sujeto que ella logró obtener, además de la confirmación de los antecedentes penales del acosador por robo y portación de arma de fuego.
El día de la denuncia no logró la valoración de la psicóloga ya que se ausentó de su puesto por problemas familiares, por lo que tuvo que volver al día siguiente. En la nueva cita “recogen información, por parte de la Policía Cibernética de mi teléfono y logro ir para ver a la psicóloga y continuar con todo este proceso, para acreditar que existía daño psicológico y todo lo que te hacen al inicio”.
La empresa de televisión para la que trabaja Helena dio la indicación de no dejarla sola, por lo que la recogían y llevaban a su casa, pero el miedo era una constante, porque no siempre podía estar acompañada de su pareja, compañeros de trabajo o amigos.
“Es muy abrumador, son demasiadas preguntas que por protocolo uno tiene que contestar, pero no deja de ser abrumador, a mí me hicieron ir a terapia por parte de la fiscalía de forma recurrente”, menciona.
El agresor se presentó otras veces a los lugares donde ella llegaba a trabajar, “de igual forma entró en shock. Voy de nueva cuenta ante la fiscalía para saber qué hacía en la siguiente ocasión, me dicen que como no me había hecho nada no había mucho qué hacer, y para que pudieran actuar tenía que hacerme algo, como una mirada lasciva, tocarme y que ahí se pudiera hacer algo y se le detuviera para iniciar otra carpeta de investigación”.
Las acciones legales de Helena no fueron el inicio para detener el acoso de este sujeto, en la tercera ocasión que se presentó a su trabajo ella lo confrontó, “tuve que hacer cambios en mi vida, en algún momento me cambié de casa, fue momentáneo, estuve unos días en casa de mi novio, también en mi trabajo, y cosas de ese tipo que se fueron superando por parte de las autoridades”.
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POCA AYUDA DE LA FISCALÍA
Sobre la medidas cautelares que le ofreció la fiscalía, “no les vi mucho de ayuda porque en realidad vinieron una vez, me pidieron una copia de mi identificación y ya no se volvieron a aparecer ni nada. La segunda vez que vinieron fue porque se me había vuelto a aparecer y no les quise dar la identificación porque les dije que la primera vez no había servido de mucho y necesitaba tener un contacto directo, afortunadamente logré un teléfono de forma directa y específica y no volvieron a aparecerse por mi domicilio”.
La tercera vez que se apareció logró confrontarlo, “incluso lo grabo con mi celular y le digo en esa ocasión que tenía una denuncia en su contra y que no iba a parar hasta meterlo a la cárcel; en realidad lo que quería era provocarle un poco de temor porque a esas alturas ya estaba bastante cansada. El acoso sexual es un delito menor, él podría salir bajo fianza”, relató
Helena seguía con la terapia y todo el proceso, pero con “coraje como de que tenía que ir yo en vez de este sujeto, con todo y que contaban con todos los datos que les di, no vi que hubiera algún avance”.
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Al cambiar su número de teléfono, que para ella implica su total herramienta de trabajo, pararon los mensajes y llamadas, pero en las redes sociales continúa el acoso, incluso el agresor ha intentado contactar con la pareja de Helena. Por salud mental, han decidido ignorar todo tipo de contacto, sin leer ni responder, pero también ha dejado de continuar con el proceso que le absorbe un tiempo que, a veces, no tiene y no consigue avanzar.
El miedo y la frustración es una constante en casos como este, en el que no hay una respuesta puntual de las autoridades, las víctimas no saben si la violencia escalará o hasta dónde podría llegar el agresor, mientras miran su denuncia morir en el intento de acceder a la justicia que se les escapa de las manos.
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