La conocemos como Doña Jose, aunque se llama Josefina, siempre camina acompañada de su esposo Don Diego, dicen las mala lenguas que tuvo un accidente de trabajo y el golpe en la cabeza le dejó incapacitado para seguir laborando; por ello es que la acompaña a donde quiera que vayan, que no son muchos lugares.
Casi siempre es el mismo camino, llegan con sus flores, sacan el carrito del super, que quién sabe dónde se agenciaron, cargan las flores, cubetas con agua, un par de bancos y se van, ya sea a un tianguis de la zona o a ese pequeño espacio que ocupan desde hace muchos años.
Yo llegué aquí hace como 20 años, quizá más, pero desde entonces ya existía Doña Jose, la de las flores, siempre en esa banqueta de Norte 29 casi Oriente 180.
A veces parece que duerme con los ojos abiertos, pero si se acerca algún cliente de inmediato saluda y ofrece lo que sabe le gusta a la persona, conoce los gustos de casi todos, porque a muchos los vio crecer, conoció a los abuelos, a los padres, y los vio de niños.
Dice que le da gusto ver hoy a padres y madres que, una vez, iban de la mano de sus padres a comprar flores, por eso es que sabe a quién le gustan las rosas, claveles, alcatraces, girasoles, gardenias, o cualquier otro tipo de flor.
Es un negocio que podría crecer, incluso hay quien le ha preguntado ¿por qué no pone un local? Pero ella prefiere este rincón en la colonia Moctezuma II Sección.
¿Qué cuánto gana? Seguramente poco, porque un ramo de flores cuesta en promedio 25 pesos, porque tiene ramos desde 15 pesos y rosas en 30 pesos la docena, siempre y cuando no sea día de la madre, porque se encarece la flor y ella no puede competir con otros negocios, así que vende lo poco que puede.
Ahora que ha llegado a México la pandemia del Covid-19 se mantiene en su mismo negocio y no usa cubrebocas, porque cree que no podrá hablar; no tiene miedo y tampoco sabe de tanto muerto por este virus.
Del tianguis donde vende ya la sacaron por ser mayor de edad, no quieren que se contagie, aunque a ella le preocupa más el dinero para la renta y para comer todos los días.
Las flores ya no se venden mucho, menos ahora que la calle es más fantasmal que en puente, por eso es que bajó sus precios, para que las flores no mueran antes de ser vendidas y esto se pueda convertir en pérdidas.
Pese a todo, conserva el optimismo ante la realidad y hasta se deja fotografiar, mientras comenta que cuando pasan extranjeros del aeropuerto, que le queda muy cerca, le toman fotos y una vez una norteamericana hasta le mando el retrato que le había tomado.
Si la vez, cómprale sus flores, ella vive de llevar colores y olores a los hogares, además de su sonrisa.
JLP