A pesar de los llamados para evitar aglomeraciones, los tianguis en Ecatepec, el municipio más poblado del Estado de México, continúan llenos de puestos y de gente que acude a comprar.
Los comerciantes afirman que no instalarse como de costumbre equivale a quedarse sin comer y dicen que las autoridades no subsanarán las pérdidas que tendrían por no ir a vender.
Los tianguistas desdoblan sus lonas en sus respectivos espacios, seguidos unos de otros, y los asistentes caminan entre los puestos haciéndose de lado para permitir el paso de los demás, casi entre rozando las ropas, sin la sana distancia a la que insistentemente ha convocado el gobierno.
Tanto vendedores como compradores dicen salir a la calle con miedo, pero también aseguran que tienen familia y “hay que buscar para comer”.
En un recorrido por algunas comunidades del municipio se pudo apreciar que los llamados “mercados sobreruedas” siguen sus actividades de manera normal, aun cuando la pandemia en nuestro país se encuentra en fase 2, la cual establece la alerta para evitar acumulación de personas.
Sin embargo, los comerciantes, que dicen ser parte de esos millones de habitantes que van al día, indicaron que dejar de instalarse y dejar de comer, pues lo que recaudan de sus ventas son sus únicos ingresos.
“Yo necesito poner mi puesto porque si no me quedo sin tener para poder volverme a surtir, y además cómo llevo dinero a la casa; tenemos gastos y hay que pagar”, afirmó Raúl Martínez López, comerciante de material eléctrico en el tianguis de la colonia Jardines de Casa Nueva.
Agregó “que el hambre no conoce de sana distancia y aunque hay temor por el bicho ese, tenemos que salir a buscar algo de dinero. Yo, al igual que todos los que vedemos aquí, no tenemos salario y no nos podemos quedar en casa”, aseveró.
El tianguis de la zona se instala incluso en las aceras de las avenidas, pero hacia adentro, donde están las frutas y legumbres, (porque en los alrededores hay chácharas de todo tipo), el ir y venir de los compradores es constante, sobre todo amas de casa que, con sus hijos pequeños agarrados de la mano, recorren los puestos, sorteando el riesgo de que alguien pudiera estar contagiado.
Algunos tianguistas como algunos compradores llevan cubrebocas, pero quizá los comerciantes se cansen por los gritos que hacen para promocionar sus productos y los colocan debajo de su barbilla o se los ponen arriba de la frente como si fueran gafas.
“Si no nos mata el virus nos mata el hambre”, aseguró Romina García Hernández, comerciante de frutas, quien dijo que su gran tragedia fue haber nacido pobre y no tener para seguir en la escuela; por eso estamos aquí y hay que salir adelante.