La cantidad de dióxido de carbono en la atmósfera es la más alta jamás registrada en los últimos 800 mil años de historia atmosférica en la Tierra, por lo que es apremiante generar conciencia en la población, a fin de que reducir el impacto climático que se ha generado y repercute en la salud y calidad de vida.
Para producir una mejora, el exrector de la UNAM e investigador emérito del Instituto de Ecología de esta casa de estudios, José Sarukhán Kermez y que las personas disminuyan su huella de carbono es necesario tocar sus bolsillos para que entonces vea la importancia de efectuar cambios en su comportamiento.
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“Se tienen que dar estímulos para que la gente tenga celdas fotovoltaicas en su casa, colectores solares y que vean el efecto en el bolsillo y, entonces, podrán darse cuenta de la importancia que tiene el cambio de comportamiento”, comentó al participar en el Seminario Universitario de la Cuestión Social, del Programa Universitario de Estudios del Desarrollo (PUED).
Para el biólogo, el humano no ha asimilado que somos una especie animal más, que hay leyes físicas y biológicas que regulan el funcionamiento de la Tierra y sus habitantes y el uso de las tecnologías y el consumo de energía por parte del humano es la gran cantidad de dióxido de carbono (CO2), que al inicio de la era industrial estaba en 280 partes por millón y en la actualidad son 422 partes por millón en la atmósfera.
Sarukhán Kermez, acompañado del secretario General de la UNAM, Leonardo Lomelí Vanegas, destacó que de otra manera no va a ocurrir un cambio y continuaremos repitiendo y estimulando prácticas que se hacían hace 40 años.
“Este es el tipo de retos que hay que enfrentar y ver cómo se generan políticas públicas que incentiven la inversión personal y pública con un efecto social a la hora de ver la economía hogareña, y esta es una de las maneras que veo como posibilidades de cambio más importantes”, explicó el fundador y extitular de la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio).
La alimentación es uno de los cambios necesarios, destacó el experto ante el coordinador del PUED, Enrique Provencio Durazo; Rolando Cordera Campos, coordinador del Seminario Universitario de la Cuestión Social; y Mario Luis Fuentes Alcalá, patrono y coordinador del Seminario de Altos Estudios del Desarrollo del PUED.
Durante su charla “Crisis ambiental y ética”, Sarukhán manifestó que la raíz del problema es la cantidad de población que demanda cada vez más recursos y energía, además de sus tecnologías utilizadas que tienen por resultado la pérdida de ecosistemas y sus servicios (biodiversidad), el cambio climático global, todo en aras del bienestar humano y que, la población actual representa siete por ciento de los Homo sapiens que han habitado el planeta, y al mismo tiempo somos los que más destrucción hemos generado “Por un lado la cantidad de población en el planeta y un proceso que se aceleró a finales del siglo XIX y XX y es exponencial, no hay otro organismo que crezca exponencialmente de manera indefinida, ninguno otro en la Tierra”, refirió.
La tasa de incremento del CO2 “en la atmósfera no solo no se ha detenido, sino que sigue aumentando década tras década, no ha parada para nada. Otro elemento muy importante es que cada molécula de CO2 que se va a la estratósfera -a 12 o 13 kilómetros encima de la superficie de la Tierra, dura ahí un siglo, o es lo que se sabe, no sabemos si es más.
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De tal manera, “que si hoy por algún milagro ya no se produce más CO2 por combustión de combustibles, los efectos de lo que ya está allá arriba van a durar un siglo por lo menos”, dijo.
Desde hace un siglo, la humanidad adoptó un tipo de desarrollo económico que ignora o va en contra de leyes que mantienen a la naturaleza de manera funcional y en equilibrio.
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