Se redujo en más de 2 millones el número de mujeres con trabajo remunerado

Las mujeres en México continúan enfrentando graves desventajas en actividades remuneradas

Patricia Carrasco| La Prensa

  · miércoles 25 de mayo de 2022

Una vez empleadas las mujeres pueden enfrentar menores salarios, escasas oportunidades de ascenso y falta de prestaciones sociales. Foto: Cuartoscuro

En el primer año de la pandemia se redujo en más de dos millones el número de mujeres con un trabajo remunerado, revela el reporte movilidad social en el mercado laboral, del Centro de Estudios Espinosa Yglesias (CEEY).

Las mujeres en México continúan enfrentando graves desventajas en actividades remuneradas, en gran medida por el trabajo de cuidado de otras personas o labores domésticas, propiciando la falta de movilidad laboral de éstas.

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En el cuarto trimestre de 2019, la población económicamente activa era de alrededor de 22.2 millones de mujeres y 35.1 millones de hombres. Cayó drásticamente a 18 millones de mujeres y 30.4 millones de hombres para el segundo trimestre de 2020, y regresó a un nivel y composición semejantes a los previos a la pandemia en el segundo trimestre de 2021 (22.7 millones de mujeres y 35.2 millones de hombres).

Ello significó que, de finales de 2019 al primer trimestre de 2020, 8.3 millones de personas pasaron de la PEA a la inactividad económica. De estas, alrededor de 3.7 millones fueron mujeres.

Una vez empleadas las mujeres pueden enfrentar menores salarios, escasas oportunidades de ascenso y falta de prestaciones sociales, en comparación con los hombres, la mayor desventaja de las mujeres para su movilidad laboral es pasar del trabajo en el hogar, el desempleo o las tareas no remuneradas a tener un empleo remunerado, precisó Rodolfo de la Torre, director de Movilidad Social del CEEY.

El documento examina la movilidad laboral de hombres y mujeres desde 2006 hasta el presente. Se analiza la situación antes de la pandemia, los efectos de la misma y la recuperación en los últimos meses de 2021.

La investigación muestra que la baja participación de las mujeres en actividades remuneradas se asocia con el elevado trabajo de cuidados que realizan dentro y fuera del hogar, lo que las mantiene fuera de la Población Económicamente Activa (PEA) o en trabajos de baja remuneración y limitadas posibilidades de desarrollo laboral.

Rocío Espinosa, investigadora del CEEY, indicó que, en materia de ingresos continuos por el trabajo en el transcurso de un año, se han recuperado respecto a 2021 el total de personas, tanto hombres como mujeres, en esta situación.

En el documento se enfatiza que, durante el periodo 2006 a 2019, las mujeres tuvieron menos posibilidad que los hombres de transitar del desempleo o del trabajo no remunerado hacia un trabajo remunerado, así como acceder a los servicios de salud debido a su empleo.

Esto se debe, en buena medida, a que tienen a su cargo casi la totalidad del trabajo de cuidados, y lo realizan de forma no remunerada, en el ámbito privado, al margen de la protección y de la seguridad social.

Estos factores, junto con otros, hacen que la movilidad social ascendente desde los estratos de bajos ingresos sea más complicada para las mujeres y las hace vulnerables, incluso, a abandonar empleos de altos ingresos en caso de llegar a ellos.

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Si ya de por sí el panorama para este sector de la población era difícil, la llegada del COVID 19 lo agudizó todavía más: “La pandemia trajo como consecuencia un agravamiento de la desventaja inicial de las mujeres en el mercado de trabajo. Tras un año de pandemia, se redujo en más de dos millones el número de mujeres con un trabajo remunerado”, recalcó Rodolfo de la Torre.

La pandemia también amplió la desigualdad en salud para el sector femenino, ya que para el primer trimestre 2020, el 28.6 % de los hombres mantenía u obtenía acceso a los servicios de salud ligados a su empleo, mientras la cifra para las mujeres era de 17.8 %.

En este sentido, en el Boletín de Movilidad Social en el Mercado de Trabajo, se destaca que es indispensable recuperar las políticas que alivian esta carga, como las estancias infantiles o las escuelas de tiempo completo. Sin embargo, se debe ir más allá de acciones aisladas y construir un Sistema Nacional de Cuidados que ataque integralmente el problema como parte de una protección social universal.

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