Los costos medioambientales de la dispersión de la ciudad deberían animar a los gobiernos a poner freno a la vida centrada en el automóvil para favorecer la movilidad en trenes y autobuses que ayuden a volver más urbana la metrópoli y de paso beneficiar el entorno natural, manifestó Elizabeth Espinosa Dorantes, académica de la Unidad Azcapotzalco de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).
Las metrópolis exitosas demandan que la densidad se construya como un elemento central, por lo que “la paradoja de metrópoli moderna se refleja en tanto implica recorrer grandes distancias y la proximidad se hace cada vez más valiosa; por tanto, la densidad sin proximidad y la construcción de infraestructura tampoco aportan en este proceso”.
Aun cuando la ciudad próspera demanda formas más veloces de desplazamiento en función de la productividad generada por empresas, “uno de los aspectos más importantes de este tipo de urbe es la articulación y vinculación entre universidades y empresas para que el conocimiento sea aplicado a través de políticas públicas”, reconoció la jefa del Área de Arquitectura y Urbanismo Internacional.
Entonces, “reconocer la velocidad y el espacio como ventajas de esta dispersión no significa que sea buena ni que las políticas que la fomentan sean inteligentes”, señaló en la ponencia Decálogo para la ciudad próspera.
“Una línea intermedia que combina la prosperidad y el crecimiento con menores riesgos medioambientales es la vida urbana de alta densidad, dado que los altos costos del terreno limitan el espacio privado y la densidad hace menos atractivo el uso del automóvil", afirmó durante el XVI Seminario de Urbanismo Internacional.
En estos casos las urbes son respetuosas y más saludables puesto que la densidad y la proximidad permiten mayores desplazamientos a pie o en transporte público, subrayó en el encuentro convocado por el Área de Arquitectura y Urbanismo Internacional y el Departamento de Evaluación del Diseño en el Tiempo.
En los centros de educación superior “nos estamos especializando tanto en una sola temática que no nos permitimos ser flexibles, por lo que las ideas de transdisciplinariedad son bienvenidas, pero con una visión y una articulación hacia el exterior de las universidades”.
Con la pandemia, “la solución no es que la gente se aparte más, sino que tengamos más vida de proximidad para generar inmunidad; es lo que llaman cronometría, es decir, que en las ciudades más pequeñas, al poder hacer traslados menores caminando, existe menor posibilidad de afectar”.
A su vez, Maruja Redondo Gómez, investigadora del Departamento de Evaluación del Diseño en el Tiempo, sostuvo que sólo con políticas bien diseñadas será posible contribuir a disminuir o erradicar la pobreza para alcanzar una sostenibilidad medioambiental y poder situar a la población en ese espacio de prosperidad.
En la ponencia Ciudades prósperas y retos ambientales, la académica subrayó que las políticas económicas dominantes no han promovido un crecimiento inclusivo y sostenible, ni siquiera para vivir en ese espacio sostenido y justo para la humanidad.
Por lo tanto, “se trata de dejar atrás el apego a las teorías caducas, así como cambiar el rumbo de la economía, de la producción, de los mercados, las tecnologías y la educación e influir en el desarrollo del pensamiento, del conocimiento y de las ideas respecto de la manera de entender la complejidad social, económica y ambiental de la era en que vivimos”.
La también integrante del Consejo Asesor del Espacio Público en la Ciudad de México mencionó que no se puede alcanzar una prosperidad inmediata en una urbe puesto que se requiere de un proceso que lleva tiempo, como por ejemplo en Toronto, Canadá, que tiene un plan para alcanzar sus objetivos en el año 2030.
“Poniendo a trabajar la gobernanza y la planeación podrían bajar los niveles de carbono en menor tiempo, pero todo necesita de un proceso”, sostuvo la académica.
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