Tras el confinamiento por la pandemia de COVID-19 ya nada es igual. La población que presenta mayor carga de problemas de salud mental son los niños, adolescentes y adultos mayores, informó la psicóloga María del Carmen González Chávez, encargada del Programa de Salud Mental del Centro de Salud Dr. Luis E. Ruiz, de la alcaldía Venustiano Carranza.
En niños y adolescentes se está detectando ansiedad, mala conducta, depresión, cutting, ideación suicida ‑incluso consumación de acto suicida‑, mientras que en adultos mayores se reporta ansiedad, temor y depresión, debido a que muchos pasaron la contingencia en aislamiento y ahora les está costando trabajo volver a retomar su vida normal.
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La especialista señaló que los niños y adolescentes están atravesando por estados de ansiedad al regresar a la escuela y tener que enfrentar nuevamente la disciplina escolar y sus relaciones con los demás compañeros.
“El trabajo que estamos haciendo en el ambiente escolar tiene que ver con el manejo adecuado de las emociones, prevención del suicidio y afrontamiento de conflictos”, indicó González Chávez al señalar que en el ciclo escolar pasado se registró un caso de suicidio consumado.
Señaló que se están viendo bastantes casos de cuting, que tienen que ver con una conducta punitiva relacionada con la mala canalización de la irá. “Sí el adolescente está en conflicto con los papás tienden a cortarse, como una conducta de autocastigo por haber hecho algo mal”, señaló.
De acuerdo con los resultados de la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (Ensanut 2021), dados a conocer por las autoridades de salud a principios de agosto de este año, el 13.7% de los adolescentes de 10 a 19 años entrevistados dijo sentirse triste un número considerable de veces, mientras que el 71.6% manifestó que todo el tiempo o la mayoría del tiempo se siente triste.
Los jóvenes dicen como una frase ya muy trillada ‘tengo ansiedad’, pero realmente esto tiene que ver con una alteración del cuerpo, con hiperventilaciones, sudoraciones, sensación de desmayo o de querer vomitar
Carmen González Chávez, psicóloga del Centro de Salud Dr. Luis E. Ruiz
Clases remotas crearon malos hábitos, reflejados en mala conducta
Otro efecto que se ha presentado en el regreso a la escuela es el incremento de reportes de mala conducta, por la dificultad que están enfrentando los niños y adolescentes para volverse adaptar a la disciplina escolar.
La psicóloga señaló que esto se debe a que durante la pandemia, los chicos estuvieron tomando clases acostados en la cama, en pijama o mientras desayunaban.
“Es decir, iban y venían con total falta de disciplina para el ámbito educativo, por lo que el regreso a clases implicó volverse a levantar temprano, desayunar, subirse al transporte y volver a una serie de reglas a las que ya no estaban acostumbrados”, indicó.
Educar sin reglas desarrolla una personalidad desestructurada
Los hijos que crecen sin reglas y sin límites pueden desarrollar una personalidad desestructurada, que a futuro les incrementa el riesgo de caer en consumo de drogas o formar parte de grupos de amigos que cometen conductas antisociales, en una falsa búsqueda de compensar el sentimiento de pertenencia que no tuvieron en su familia.
Dejar a los hijos que hagan lo que quieran, en el fondo el único mensaje que se está dando es de desamor e indiferencia, que el adolescente interpreta como rechazo, abandono y falta de interés de los padres
Estos niños y adolescentes después llegarán a reprochar a sus padres: “¡tú viste que no entregaba tareas, que me salía, que llegaba tarde y nunca me dijiste nada!”, señaló la especialista al precisar que esta falta de atención se traduce en abandono afectivo, desamor y rechazo.
Por ello, recomendó a los padres de familia establecer reglas claras y dar instrucciones concretas a sus hijos “sin tirar rollos” y evitar golpes o cualquier otra forma de maltrato, porque “el golpe no educa, solo sirve para enseñar a los niños a pegar y ser violentos”.
Límites y cero chantajes
Las figuras de autoridad y la disciplina se difuminaron durante la pandemia y, ahora los niños y adolescentes presentan cierta resistencia para acatar reglas en la escuela, señaló la doctora González.
Ante tal situación, la especialista recomendó a los padres de familia asistir con sus hijos a consulta y recibir una asesoría para saber cómo manejar reglas y límites dentro de casa.
Destacó que una de las principales recomendaciones de salud pública y salud mental es que el golpe no educa ni soluciona ningún conflicto, al contrario, solo enseña a los niños a ser violentos y a pegar a los demás.
Lo que deben aprender los padres de familia es a imponer consecuencias a toda conducta inadecuada, por ejemplo, sí el niño o la niña no terminó la tarea o no limpia su habitación se le debe recoger el teléfono celular, o los videojuegos, y los padres deben anticipar que toda mala conducta implica, primero, una llamada de atención, después una consecuencia y que todo esfuerzo tendrá una ganancia.
Cuando los hijos amenazan con irse de casa o salir con sus amigos sin avisar a sus padres, están utilizando estrategias de manipulación y de chantaje para dominar la situación, sembrar culpa en los padres y terminar haciendo lo que quieren, alertó la doctora María del Carmen González.
Ante tal situación, recomendó a los padres entender que ellos son los adultos que están a cargo del menor, por lo que aconsejó que con argumentos y sin “caer en rollos interminables”, los padres expliquen los motivos por los cuáles no están dando un permiso.
“Las instrucciones deben ser claras, sencillas y concretas, al igual que la argumentación, no debemos caer en el rollo que nosotros fuimos educados de tal o cual forma”, destacó la especialista al precisar que esto solo hace que los niños pierdan fácilmente la atención.
Subrayó la importancia que el padre y la madre de familia asuman un estatus de formadores de sus hijos y se coloquen a la cabeza de las jerarquías de autoridad dentro de la familia, porque “cuando los hijos son los que mandan a los padres es cuando se presentan todas estas distorsiones de conducta”.
Explicó que la mayoría de los casos de niños o adolescente con problemas de conducta se deben a la pérdida de esta jerarquía parental, que ocurre también cuando los padres están ausentes, o los hijos quedan a cargo de los abuelos.
“A nivel neuronal, los chicos todavía están en proceso de desarrollo, ya que la última fase de este desarrollo es la toma de decisiones, y sí los adultos dejamos que los niños elijan, invariablemente, van a elegir seguir jugando con el celular, porque obtienen una ganancia placentera a corto plazo”, explicó la especialista.
Por lo anterior, la doctora González Chávez señaló que muchos de los problemas de conducta que enfrentan los hijos se deben a un inadecuado manejo de límites y reglas por parte de los adultos.
“Los chicos no son el problema, son el resultado del inadecuado manejo adulto, porque sí el chico se la pasa con el celular en la mano y el padre o la madre solo dicen: ‘deja eso, deja eso”, no están corrigiendo una conducta”.
Peor aún –alertó la especialista- cuando el papá o la mamá le dicen a sus hijos: “bueno ya haz lo que quieras, haz lo que te dé la gana, sí repruebas a mí no me digas nada”, porque el único mensaje que están enviando a sus hijos es que no les importan, y en la etapa adolescente estas palabras se interpretan como rechazo y abandono.
¿Cuáles son las regiones donde más se castiga a los menores de edad?
El 54.8% de las niñas y niños de 1 a 14 años fueron sometidos al menos a una forma de castigo psicológico o físico por miembros del hogar, de acuerdo con los resultados publicados en la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (Ensanut 2021).
Los niños presentan una proporción ligeramente mayor que las niñas (56.3 y 53.2%, respectivamente), mientras que los más pequeños (de 1 a 4 años) registran una menor proporción (51.3%), en comparación con los de 5 a 14 años (56.1%).
La Ensanut 2021 también reveló que son los niños de localidades urbanas quienes registran la mayor proporción de castigos con métodos violentos (56.6%), en comparación de los niños y niñas de localidades rurales (49.1%).
Por regiones, la frontera norte (48.7%), CDMX (48.9%) y Península (49.4%) registran los menores porcentajes y las regiones Pacífico-Centro (60.4%) y Pacífico-Norte (63.8%) son las que tienen los mayores porcentajes.
La mayoría de los hogares emplea una combinación de prácticas disciplinarias violentas. Mientras que 45.3% de las niñas(os) en el país fueron sometidos a agresión sicológica, 35.5% sufrieron alguna forma de castigo físico; de ellos, el 5.6% fueron castigados con las formas más severas de castigo físico (golpes en la cabeza, las orejas o la cara y golpes con fuerza y repetidamente).
El castigo físico severo fue menos frecuente en las niñas, las niñas(os) menores de cinco años, las localidades rurales, las niñas(os) residentes de hogares con alto índice de bienestar y en la Ciudad de México.
La Ensanut 21 publicó que la tercera parte de las niñas(os) (30.9%) fueron disciplinadas únicamente con métodos no violentos. El 9.8% de las madres de niños de 0 a 9 años cree que el castigo físico es necesario para educar a las niñas(os) y el 13.1% de los adolescentes piensan que el castigo físico es necesario para educar.
Disciplina sí, violencia no
En todas las culturas, las prácticas de crianza incluyen el manejo del comportamiento de las niñas(os) y el uso de distintos métodos de disciplina. Los métodos de disciplina no violentos incluyen la orientación y apoyo para el manejo de emociones y resolución de conflictos, así como la adquisición de niveles progresivamente más maduros de responsabilidad, tolerancia e interacción con los demás.
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En cambio, los métodos de disciplina violentos incluyen el empleo de acciones punitivas basadas en el castigo físico e intimidación verbal.
La evidencia científica advierte que la exposición a la disciplina violenta tiene consecuencias perjudiciales en el desarrollo psicoemocional de las niñas(os), a corto y a largo plazo, ya que dificulta el desarrollo de capacidades, de aprendizaje, inhibe las relaciones positivas, y promueve la baja autoestima, la angustia emocional y la depresión.
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