En el suelo de conservación de la Capital Mexicana hay mujeres que siembran vida. Son productoras agroecológicas que cuidan la tierra, el agua y la biodiversidad, mientras alimentan a sus familias y a sus comunidades.
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A la fecha cuentan con la certificación agroecológica “Sello Verde”, una iniciativa del Gobierno de la Ciudad de México para impulsar la producción y comercialización de alimentos sanos y sustentables a precios justos.
La Comisión de Recursos Naturales y Desarrollo Rural del Gobierno de la Ciudad de México (CORENADR) apoya y acompaña a los productores rurales del suelo de conservación para que obtengan el Certificado Agroecológico “Sello Verde”.
El “Sello Verde” es el resultado de un largo proceso que inició cuando la actual Jefa de Gobierno era Secretaria de Medio Ambiente de la Ciudad de México. Junto a su equipo técnico, impulsó la primera norma en América Latina para fomentar la producción de alimentos libres de agroquímicos (NACDMX-002-RNAT-2019), la cual fue actualizada y publicada en la Gaceta Oficial en julio de 2021.
Productoras certificadas
Maricela y María son dos ejemplos de estas productoras certificadas, que nos comparten su experiencia. “Maricela vive en Milpa Alta y se dedica al cultivo y comercialización del nopal, el alimento emblemático de esta región. Junto con su familia, ha creado un emprendimiento que involucra a seis integrantes, entre ellos sus hijos y su esposo”.
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Algunos trabajan la tierra, cuidan las plantas, una parte de la familia también nos apoya en la comercialización, y otros nos dedicamos a la transformación.
Así hemos ido construyendo nuestra empresa”, explica Maricela con orgullo. Hace 20 años, decidió dejar de usar químicos en su parcela y optar por métodos agroecológicos que respetan el equilibrio natural. Para ella, esta forma de producir fortalece la soberanía alimentaria, mejora la calidad de su producto y “preserva los saberes y sabores” que heredó de sus antepasados.
María, por su parte, cultiva hortalizas en las chinampas de Xochimilco, el sistema agrícola ancestral que se basa en el aprovechamiento de los canales y las islas flotantes. En su chinampa cosecha calabaza, zanahoria, verdolaga, betabel, brócoli y flores en temporada, como el cempasúchil y la flor de statice.
Al igual que Maricela, comparte las tareas agrícolas con su familia. Sus hijos se dedican principalmente al cultivo, mientras ella se encarga de la venta y la administración.
“Es la mejor herencia que podemos dejar”, afirman. Así, con su trabajo diario, contribuyen a conservar el patrimonio natural y cultural de la ciudad.
No es una moda
Para Maricela y María, la agroecología no es una moda, sino una forma de vida. Ellas han mantenido la agricultura tradicional que aprendieron de sus padres y abuelos, usando composta, germinando semillas en chapín (una técnica ancestral de cultivo) y preparando caldos naturales para combatir las plagas.
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Las agricultoras destacan que ellas no usamos químicos, usamos puros caldos orgánicos. Por ejemplo, para las plagas usamos el chile habanero con el ajo. Cuando aparece la cenicilla que empieza a quemar la planta, le echamos el caldo para evitarlo”, explica María.
Ellas también han transmitido sus conocimientos a sus hijos, quienes actualmente implementan diversas acciones para promover la producción de alimentos saludables en su comunidad.
Así, aseguran la continuidad de su legado y el cuidado de su territorio. Sin embargo, ellas no se han quedado estancadas en el pasado. Al contrario, han sabido adaptarse a los nuevos tiempos y aprovechar las oportunidades que les ofrece la CORENADR.
Con las capacitaciones y el acompañamiento que ofrece esta dependencia, han logrado mejorar su calidad y han implementado nuevas maneras de cuidar sus cultivos. Este año, ambos emprendimientos han obtenido el distintivo Certificado Agroecológicos “Sello Verde” el cual avala la implementación de técnicas agroecológicas en sus unidades de producción.
Con ello, los productores pueden ingresar sus productos a nuevos mercados como cadenas comerciales o las caravanas de productores que recorren las alcaldías de la ciudad ofreciendo productos directos del campo.
Además, reciben un recurso económico mensual a través del programa Altépetl Bienestar, que funciona como apoyo para continuar con prácticas sustentables de producción.
De acuerdo a la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), la agroecología implica la integración de sistemas de conocimientos tanto de la ciencia como de los saberes locales, adaptándose a cada contexto territorial.
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