/ jueves 31 de octubre de 2024

Leyenda: El hombre que no respetó el Día de Muertos

Honrar a nuestros difuntos es una de las tradiciones más importantes en México; a través de la ofrenda o altar, se entabla un reencuentro con ellos evocando a su recuerdo

En México honrar a nuestros muertos es sustancioso. El Día de Muertos es una de las tradiciones más significativas de nuestra cultura, por ello, rendir tributo a nuestros seres queridos que ya se nos adelantaron es entablar un reencuentro con ellos mediante la memoria.

Así que faltar a esta tradición o ignorarla, podría tener consecuencias fatales. Sobre esto habla la leyenda El hombre que no respetó el Día de Muertos.

La historia cuenta la vida de un campesino quien se dedicaba afanosamente a sembrar sus tierras, por lo que no se perdía un solo día en trabajar en sus parcelas.

Llegó noviembre y con ello la celebración de los Santos difuntos y vio que todo el pueblo se preparaba para honrar a sus muertitos, pero él se dijo: "No voy a perder mi tiempo en este día, debo ir a trabajar mis tierras, cada día debo buscar algo para comer y no voy a gastar mi dinero para esta fiesta que además me quita mucho tiempo".

Así que el campesino se fue a trabajar a sus parcelas y cuando estaba más concentrado en su labor, escuchó una voz que venía del monte y le decía: “Hijo, hijo, quiero comer unos tamales”.

El hombre se quedó muy sorprendido y pensó que era su imaginación, la que le hacía escuchar cosas, pero poco después escuchó claramente otras voces, como de personas que conversaban entre sí, y lo llamaban por su nombre. Entonces reflexionó sobre lo que estaba pasando y comprendió que eran las voces de sus padres y de familiares difuntos que le pedían una ofrenda que él se había negado a colocar.

Foto: cortesía

Foto: Alfredo Sosa, La Prensa

De inmediato, el campesino dejó su trabajo y salió corriendo hacia su casa, ahí le pidió a su mujer que matara unos guajolotes, hiciera unos tamales y se los ofrendara a sus difuntos en un altar.

Mientras su esposa trabajaba en la cocina sin parar, el hombre se acostó a descansar un rato. Cuando por fin la mujer terminó y la ofrenda quedó lista, fue a despertar a su esposo para que la viera, pero él no despertaba pues el hombre ya estaba muerto.

Aunque había cumplido con lo que sus familiares le pidieron, ellos de todos modos se lo llevaron.

Esta historia ocurrió en la Huasteca, por ello en la región se cree que es una obligación preparar la ofrenda para los difuntos, para complacerlos y compartir con ellos la alegría de recordarlos en familia.

Foto: Alfredo Sosa, La Prensa

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Esta historia nos recuerda que no se debe dejar de rendir tributo a nuestros muertitos cada 2 de noviembre.

En la Huasteca se celebra prendiendo cohetes púes se tiene la creencia de que con el estruendo se espanta al Diablo.

También se encienden velas para que iluminen el camino a los difuntos. Y se acostumbra ponerles en los altares, alimentos que a ellos les gustaban, por ejemplo, si a uno de ellos le gustaba el mezcal, se le debe poner en la ofrenda para que venga y lo tome.

Foto: Alfredo Sosa, La Prensa

Así que, rendir tributo a los difuntos es obligatorio, porque si no se les celebra, es muy probable que los muertos vengan y se lleven al dueño de la casa.

Síguenos en Facebook: La Prensa Oficial y en Twitter: @laprensaoem

En México honrar a nuestros muertos es sustancioso. El Día de Muertos es una de las tradiciones más significativas de nuestra cultura, por ello, rendir tributo a nuestros seres queridos que ya se nos adelantaron es entablar un reencuentro con ellos mediante la memoria.

Así que faltar a esta tradición o ignorarla, podría tener consecuencias fatales. Sobre esto habla la leyenda El hombre que no respetó el Día de Muertos.

La historia cuenta la vida de un campesino quien se dedicaba afanosamente a sembrar sus tierras, por lo que no se perdía un solo día en trabajar en sus parcelas.

Llegó noviembre y con ello la celebración de los Santos difuntos y vio que todo el pueblo se preparaba para honrar a sus muertitos, pero él se dijo: "No voy a perder mi tiempo en este día, debo ir a trabajar mis tierras, cada día debo buscar algo para comer y no voy a gastar mi dinero para esta fiesta que además me quita mucho tiempo".

Así que el campesino se fue a trabajar a sus parcelas y cuando estaba más concentrado en su labor, escuchó una voz que venía del monte y le decía: “Hijo, hijo, quiero comer unos tamales”.

El hombre se quedó muy sorprendido y pensó que era su imaginación, la que le hacía escuchar cosas, pero poco después escuchó claramente otras voces, como de personas que conversaban entre sí, y lo llamaban por su nombre. Entonces reflexionó sobre lo que estaba pasando y comprendió que eran las voces de sus padres y de familiares difuntos que le pedían una ofrenda que él se había negado a colocar.

Foto: cortesía

Foto: Alfredo Sosa, La Prensa

De inmediato, el campesino dejó su trabajo y salió corriendo hacia su casa, ahí le pidió a su mujer que matara unos guajolotes, hiciera unos tamales y se los ofrendara a sus difuntos en un altar.

Mientras su esposa trabajaba en la cocina sin parar, el hombre se acostó a descansar un rato. Cuando por fin la mujer terminó y la ofrenda quedó lista, fue a despertar a su esposo para que la viera, pero él no despertaba pues el hombre ya estaba muerto.

Aunque había cumplido con lo que sus familiares le pidieron, ellos de todos modos se lo llevaron.

Esta historia ocurrió en la Huasteca, por ello en la región se cree que es una obligación preparar la ofrenda para los difuntos, para complacerlos y compartir con ellos la alegría de recordarlos en familia.

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Esta historia nos recuerda que no se debe dejar de rendir tributo a nuestros muertitos cada 2 de noviembre.

En la Huasteca se celebra prendiendo cohetes púes se tiene la creencia de que con el estruendo se espanta al Diablo.

También se encienden velas para que iluminen el camino a los difuntos. Y se acostumbra ponerles en los altares, alimentos que a ellos les gustaban, por ejemplo, si a uno de ellos le gustaba el mezcal, se le debe poner en la ofrenda para que venga y lo tome.

Foto: Alfredo Sosa, La Prensa

Así que, rendir tributo a los difuntos es obligatorio, porque si no se les celebra, es muy probable que los muertos vengan y se lleven al dueño de la casa.

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