/ domingo 21 de mayo de 2023

Las 12 horas de caos en el AICM, por Don Goyo

Cientos de personas que viajarían desde el AICM al extranjero o a otra ciudad de la República vivieron el cierre de operaciones con desesperación

El caos empezó poco antes de las 5:00 horas de este sábado 20 de mayo, los vuelos que llegaron en la noche estaban desalojando las terminales 1 y 2 del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, el famoso AICM, y los mostradores estaban recibiendo a los pasajeros que volarían a distintos tan diferentes como Tijuana, Mexicali, Monterrey y Cancún, entre otros.

TE PUEDE INTERESAR: Cinco cosas que no sabías del Popocatepetl

También estaban recibiendo a los pasajeros que viajarían al extranjero, lo mismo Denver que Orlando, Nueva York, Los Ángeles… Todavía alcanzó a salir un vuelo, nos cuentan, el que iba a Vancouver.

En el sistema de altavoces se informaba que el aeropuerto estaba cerrado por las condiciones meteorológicas, derivadas de las explosiones del Popocatépetl. Don Goyo echó por la borda los planes de vuelo de, al menos, eso calculan en el AICM, 500 rutas que lo mismo salían de México, llegaban o eran un punto intermedio.

A las 6:00 horas las cosas seguían en curso, ninguna aerolínea aceptaba la responsabilidad de nada, “tenemos que esperar lo que digan las autoridades aeroportuarias”. Las pantallas empezaron a poner que había vuelos con retraso, ninguna cancelación, la gente comenzaba a llenar los pasillos.

Se sumaban madrugadores con desmañanados, los restaurantes estaban ocupados, la gente creía que podía volar, los equipos de pilotos y sobrecargos caminaban como si nada a las puertas de embarque, en donde eran detenidos como cualquiera, el caos creciente democratizaba la terminal aérea: todos estaban igual de enojados y molestos.

Foto: Luis A. Barrera | La Prensa

A las 6:30 horas las cosas no cambiaban, las líneas aéreas seguían aceptando pasajeros, desde los slots les recibían maletas, las cobraban, las etiquetaban y las mandaban a esa zona brumosa de los aeropuertos que sólo los que trabajan ahí conocen.

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Se dieron las 7:00, la gente se comenzaba a aglomerar, la mitad de los vuelos se decían demorados, ninguno cancelado. Estos viajeros tenían que tomar vuelos a las 8:00 o 9:00 horas, estaban apurados hasta que entraron a la sala de última espera, ahí el sistema de altavoces los ubicaba en su realidad: están todos atrasados… y comenzaron los reclamos por las conexiones, por la comida, iban más de dos horas de cierre de la terminal aérea y entonces se corrió la noticia entre los usuarios, el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles, el AIFA, también estaba cerrado. Los chistes menudearon: o sea que van a trabajar normal, sin vuelos.

La opción de Toluca para muchos se comenzó a volver en algo tangible, muchos agarraron camino, por ejemplo, el comediante Chumel Torres se fue al Estado de México para tomar su vuelo.

A las 8:00 horas ya era el caos. Se tomó la determinación, por parte del AICM, de desalojar el área de slots y meter a la gente, al menos a la mitad, a la sala de última espera. El aviso de las 9:00 horas fue lo mismo, tendrían que esperar a que la autoridad decidiera abrir, ya eran cuatro horas de cierre, y fue cuando empezaron las cancelaciones…

Foto: Luis A. Barrera | La Prensa

Los vuelos nacionales más tempraneros comenzaron a ser anunciados como cancelados, la gente tenía que regresar a los mostradores para negociar su nuevo boleto o lo que fuera. Todavía los vuelos internacionales tenían chance, los aviones estaban cargados, las tripulaciones completas, los pasajeros en listas de embarque.

Y pasadas las 9:00 horas se comenzaron a mover algunos embarques, hubo festejos en las salas, la gente se agolpaba en los baños para preparar su salida y los mensajes de las aerolíneas eran de esperanza: los vuelos estaban reprogramados, se iba a salir, más tarde, pero se lograría.

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Las temidas cancelaciones

El vuelo a Nueva York, por ejemplo, que era para las 7:30 horas estaría saliendo a las 12:00, de hecho, llegó su tripulación completa, prepararon, por segunda vez, el embarque y esperaron el informe oficial de apertura. El tiempo que necesitaban para salir era para hacer revisiones de rutina, mecánicas, técnicas, se iban a recuperar los viajeros desviados, la gente se mostraba contenta, pero entonces comenzaron las cancelaciones masivas, los vuelos no saldrían si los aviones no estaban al 100%. Y no lo estaban.

Mientras estuvieron estacionados en la pistas del AICM la ceniza de Don Goyo se metió a las turbinas y los equipos de mecánicos necesitaban mucho tiempo para la limpieza de la maquinaria, una hora no sería suficiente, tal vez toda la tarde o un día completo, eso lo sabían pilotos y asistentes de vuelo que se comenzaron a retirar.

No hay suficientes aeronaves para recuperar lo perdido, todas las compañías cancelaron las salidas mientras comenzaban los aterrizajes.

Para las 14:00 horas, los despegues no se habían realizado, el cierre de poco más de cuatro horas afectó a todo el sistema aeronáutico del Valle de México. Las filas para reclamar un nuevo lugar en el siguiente viaje eran enormes y la gente seguía llegando con la esperanza de que los vuelos de la tarde usarían los aviones que habían aterrizado al final de la contingencia.

Foto: Luis A. Barrera | La Prensa


Las empresas avisaban por sus aplicaciones que buscaran nuevos vuelos, los call center tenían tiempos de espera de hasta 45 o 70 minutos, la promesa era buscar a los clientes más adelante.

Los trabajadores del AICM no recuerdan un cierre tan largo y las consecuencias son aún de pronóstico reservado. Los vuelos se convirtieron en un cuello de botella y las fechas para posponer el viaje, en el mejor de los casos, son dos a tres días, pero muchos este sábado tomaron la opción que se les puso enfrente: en el mejor de los casos, embarcarse el próximo martes o miércoles, o generar un nuevo ticket para una mejor fecha, mientras, a pelear con los hoteles que estaban esperando a los huéspedes.

A las 17:00 horas el caos estaba casi acabado, con la decepción de muchos que se retiraron del AICM mientras los vuelos de la tarde esperaban tener mejor suerte.

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El caos empezó poco antes de las 5:00 horas de este sábado 20 de mayo, los vuelos que llegaron en la noche estaban desalojando las terminales 1 y 2 del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, el famoso AICM, y los mostradores estaban recibiendo a los pasajeros que volarían a distintos tan diferentes como Tijuana, Mexicali, Monterrey y Cancún, entre otros.

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También estaban recibiendo a los pasajeros que viajarían al extranjero, lo mismo Denver que Orlando, Nueva York, Los Ángeles… Todavía alcanzó a salir un vuelo, nos cuentan, el que iba a Vancouver.

En el sistema de altavoces se informaba que el aeropuerto estaba cerrado por las condiciones meteorológicas, derivadas de las explosiones del Popocatépetl. Don Goyo echó por la borda los planes de vuelo de, al menos, eso calculan en el AICM, 500 rutas que lo mismo salían de México, llegaban o eran un punto intermedio.

A las 6:00 horas las cosas seguían en curso, ninguna aerolínea aceptaba la responsabilidad de nada, “tenemos que esperar lo que digan las autoridades aeroportuarias”. Las pantallas empezaron a poner que había vuelos con retraso, ninguna cancelación, la gente comenzaba a llenar los pasillos.

Se sumaban madrugadores con desmañanados, los restaurantes estaban ocupados, la gente creía que podía volar, los equipos de pilotos y sobrecargos caminaban como si nada a las puertas de embarque, en donde eran detenidos como cualquiera, el caos creciente democratizaba la terminal aérea: todos estaban igual de enojados y molestos.

Foto: Luis A. Barrera | La Prensa

A las 6:30 horas las cosas no cambiaban, las líneas aéreas seguían aceptando pasajeros, desde los slots les recibían maletas, las cobraban, las etiquetaban y las mandaban a esa zona brumosa de los aeropuertos que sólo los que trabajan ahí conocen.

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Se dieron las 7:00, la gente se comenzaba a aglomerar, la mitad de los vuelos se decían demorados, ninguno cancelado. Estos viajeros tenían que tomar vuelos a las 8:00 o 9:00 horas, estaban apurados hasta que entraron a la sala de última espera, ahí el sistema de altavoces los ubicaba en su realidad: están todos atrasados… y comenzaron los reclamos por las conexiones, por la comida, iban más de dos horas de cierre de la terminal aérea y entonces se corrió la noticia entre los usuarios, el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles, el AIFA, también estaba cerrado. Los chistes menudearon: o sea que van a trabajar normal, sin vuelos.

La opción de Toluca para muchos se comenzó a volver en algo tangible, muchos agarraron camino, por ejemplo, el comediante Chumel Torres se fue al Estado de México para tomar su vuelo.

A las 8:00 horas ya era el caos. Se tomó la determinación, por parte del AICM, de desalojar el área de slots y meter a la gente, al menos a la mitad, a la sala de última espera. El aviso de las 9:00 horas fue lo mismo, tendrían que esperar a que la autoridad decidiera abrir, ya eran cuatro horas de cierre, y fue cuando empezaron las cancelaciones…

Foto: Luis A. Barrera | La Prensa

Los vuelos nacionales más tempraneros comenzaron a ser anunciados como cancelados, la gente tenía que regresar a los mostradores para negociar su nuevo boleto o lo que fuera. Todavía los vuelos internacionales tenían chance, los aviones estaban cargados, las tripulaciones completas, los pasajeros en listas de embarque.

Y pasadas las 9:00 horas se comenzaron a mover algunos embarques, hubo festejos en las salas, la gente se agolpaba en los baños para preparar su salida y los mensajes de las aerolíneas eran de esperanza: los vuelos estaban reprogramados, se iba a salir, más tarde, pero se lograría.

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Las temidas cancelaciones

El vuelo a Nueva York, por ejemplo, que era para las 7:30 horas estaría saliendo a las 12:00, de hecho, llegó su tripulación completa, prepararon, por segunda vez, el embarque y esperaron el informe oficial de apertura. El tiempo que necesitaban para salir era para hacer revisiones de rutina, mecánicas, técnicas, se iban a recuperar los viajeros desviados, la gente se mostraba contenta, pero entonces comenzaron las cancelaciones masivas, los vuelos no saldrían si los aviones no estaban al 100%. Y no lo estaban.

Mientras estuvieron estacionados en la pistas del AICM la ceniza de Don Goyo se metió a las turbinas y los equipos de mecánicos necesitaban mucho tiempo para la limpieza de la maquinaria, una hora no sería suficiente, tal vez toda la tarde o un día completo, eso lo sabían pilotos y asistentes de vuelo que se comenzaron a retirar.

No hay suficientes aeronaves para recuperar lo perdido, todas las compañías cancelaron las salidas mientras comenzaban los aterrizajes.

Para las 14:00 horas, los despegues no se habían realizado, el cierre de poco más de cuatro horas afectó a todo el sistema aeronáutico del Valle de México. Las filas para reclamar un nuevo lugar en el siguiente viaje eran enormes y la gente seguía llegando con la esperanza de que los vuelos de la tarde usarían los aviones que habían aterrizado al final de la contingencia.

Foto: Luis A. Barrera | La Prensa


Las empresas avisaban por sus aplicaciones que buscaran nuevos vuelos, los call center tenían tiempos de espera de hasta 45 o 70 minutos, la promesa era buscar a los clientes más adelante.

Los trabajadores del AICM no recuerdan un cierre tan largo y las consecuencias son aún de pronóstico reservado. Los vuelos se convirtieron en un cuello de botella y las fechas para posponer el viaje, en el mejor de los casos, son dos a tres días, pero muchos este sábado tomaron la opción que se les puso enfrente: en el mejor de los casos, embarcarse el próximo martes o miércoles, o generar un nuevo ticket para una mejor fecha, mientras, a pelear con los hoteles que estaban esperando a los huéspedes.

A las 17:00 horas el caos estaba casi acabado, con la decepción de muchos que se retiraron del AICM mientras los vuelos de la tarde esperaban tener mejor suerte.

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