/ domingo 31 de diciembre de 2023

Juan Carlos Canfield Eguia: sus grandes obras hablan por sí mismas

Esculturas monumentales en la Ciudad de México y otras entidades dan fe de la creatividad y arte del tamaulipeco; lamenta el robo de placas y esculturas de bronce

La monumental escultura titulada Control de Fuerzas, de 2.5 metros de altura, realizada con 7 toneladas de bronce, ubicada dentro de la Glorieta Aristóteles, en la avenida Campos Elíseos, sobre una fuente, frente al hotel Presidente InterContinental, es una muestra del trabajo, creatividad, imaginación y destreza del escultor y artista tamaulipeco Juan Carlos Canfield Eguia.

En Ciudad de México y en otras entidades está presente su obra, como la que hizo en 1981, llamada El Pescador, una hermosa escultura que se encuentra en el Parque de la Tercera Edad de Chapultepec. En el mismo, Bosque, pero en el zoológico, hay otras esculturas de animales de su autoría.

Al recibir a La Prensa en su estudio, de la colonia Hipódromo­Condesa, platicó que siempre tuvo inquietud y gran facilidad para el dibujo y el volumen; algo que hacía como afición, pero sin tener los conocimientos.

Luego, la vida le dio la oportunidad de conocer a los maestros Enrique Jolly, Mario Zamora y Francisco Zúñiga, con quienes aprendió sobre el movimiento de la escultura, y comenzó a darle una forma organizada a su obra. Primero comenzó como una afición, a la cual le dedicaba sus ratos libres, ya que su carrera de ingeniería civil ocupaba la mayor parte de su tiempo.

Eso le dio oportunidad de descubrir la importancia del tiempo que dedicaba a sus labores artísticas, así como encontrar y canalizar todas sus inquietudes, iniciando formalmente una carrera de escultor, actividad que le ha permitido vivir y realizarse profesionalmente.

Viajó a Europa, en donde dedicó la mayor parte de su tiempo al trabajo a conocer la obra de grandes artistas, al aprendizaje en diferentes talleres de España, donde participó en un concurso de escultura en Santander y obtuvo el primer lugar con la obra Mujer Cantabra.

Ya siendo más conocido, en Cancún realizó la escultura Truque Maya; en Acapulco, en el pueblo de Dos Caminos, al general Julián Blanco Jiménez de 3.5 metros; en 1994, en Guasave, Sinaloa, realizó la Fundación de Guasave con 7 personajes de 3.70 metros, “fue una de mis mejores piezas”, citó orgulloso.

Moldeó una escultura compuesta por 18 delfines para Cozumel, Quintana Roo. En 1992 realiza la escultura Yoloxóchitl (flor del corazón), obra creada para el Premio Nacional Ampretur, AC., que se otorga anualmente a los mejores promotores de turismo, nacionales e internacionales.

En 1996 fundó un busto al doble del tamaño natural de Luis Donaldo Colosio para la ciudad de Guasave, Sinaloa. Dos años después realizó un busto al doble de tamaño natural de Benito Juárez, para su tierra natal, Llera, Tamaulipas.

Años después construyó el conjunto monumental denominado El encuentro de los indios mansos con Fray García de San Francisco; la escultura La Justicia; la es[1]cultura Diógenes de Sinope y la figura ecuestre de Vicente Guerrero de 6 metros de altura, todos ellos en Ciudad Juárez, Chihuahua.

De excelente trato, el distinguido artista tamaulipeco, rodeado de sus bocetos y esculturas, mostró que “un venado” fue su primera escultura. De la cual enfatizó “tiene una historia muy importante”. En ese contexto, recordó que a las personas que les decía que iba a ser escultor, le decían: “te vas morir de hambre”.

Desde hace 50 años inició su carrera de escultor, y él mismo ha vendido su obra. Indicó que su trabajo es completamente figurativo. “No necesito ponerle nombres complicados a mis piezas, ellas hablan por sí mismas”, señaló.

Foto: Patricia Carrasco, La Prensa

De Tamaulipas a la capital

Nació en el pueblo de Llera, Tamaulipas, pero vino a Ciudad de México a estudiar la carrera de ingeniero arquitecto en el Instituto Politécnico Nacional (IPN), y desde que llegó a la capital, tuvo que trabajar, pues coincidió que su padre murió cuando decidió venir a estudiar al entonces Distrito Federal.

Se dedicó a la escultura como hobbie, citó. Primero inició con obras pequeñas. Lo invitaron a una exposición y vendió sin mucho problema su obra, debido a que tenía experiencia, ya que en sus diversos empleos vendió varias mercancías, como medias, ropa… “lo que podía… en diferentes compañías”.

Al empezar a vender su obra, le preguntó a sus maestros “por qué no hacer escultura monumental”, tanto Enrique como Mario Zamora, lo animaron.

“Tú busca el trabajo y nosotros te apoyamos, le dijeron”. Esos dos grandes artistas lo impulsaron. En 1980 se inscribió a un concurso para realizar una escultura en la Glorieta de la avenida Campos Elíseos, a la altura de Aristóteles y Galileo, en Polanco, frente al entonces hotel Presidente, el arquitecto de la obra pidió una escultura totalmente modernista, esbelta que fuera ad hoc al hotel, que era lo último de la moda en Ciudad de México, “pero yo hice todo lo contrario”, contó.

“Me subí al hotel y me di cuenta que la Glorieta se veía hasta el piso 17, y era claro que si se colocaba una figura esbelta… no se iba a ver”.

Hizo memoria que esa obra la inspiró un suceso en Cuernavaca. “Ahí tenía dos caballos, había un pasillo largo, lleno de pichones, y cuando éstos vuelan hacen tremendo escándalo (...) los caballos se asustaron y el caballerango agarró a uno y a otro. Uno era un garañón grande y el otro uno más joven.

“El caballerango se colgó del garañón con todas sus fuerzas y al otro ni lo peló, capté ese momento para inspirarme en la escultura”.

Y es así como hizo Control de Fuerzas, que miles de personas admiran en Polanco. El caballerango tiene 2.5 metros de altura y, en proporción, están los caballos.

La gran obra la realizó en 8 meses en bronce fundido, donde contó con dos jóvenes estudiantes de la Escuela de San Carlos, precisó.

Fueron cinco los famosos artistas mexicanos que presentaron su proyecto. En ese momento, Calfield Eguia era el menos conocido, narró al describir los elementos de su gran escultura en la fuente de Polanco.

Al no tener tanta experiencia en obras monumentales, la cobró barata y uno de los maestros le advirtió que no le iba a alcanzar el dinero. Los dos reconocidos escultores se echaron para atrás. “A lo cual doy gracias a Dios, porque pude resolver el compromiso yo solo”.

Charló que trabaja en su estudio toda la figura, la estructura, la modela, moldea y reproduce en cera, y luego la manda a fundición. En un principio, padeció para encontrar una fundición adecuada.

Hasta que encontró a una familia muy emprendedora que trabajaba en una gran fundición. “Cada uno de los muchachos de esa familia está en un área del proceso como la cera, el retocado, cincelado, vaciado, donde se apoyaban entre todos. Ahora ellos tienen una gran fundición”.

Foto: Sergio Vázquez

Pide a la gente no destruir esculturas en la vía pública

El artista reconoce que la escultura es un artículo elitista, no cualquiera lo puede comprar, pues la fundición es muy cara. No cualquiera puede comprar, sólo personas con recursos, pero aun así, mucha gente no valora la obra y escatiman su valor.

Describió que en ocasiones las vendía a precios bajos, porque tenía necesidad para mantener a su familia, pagar escuelas, “Me regateaban tanto que las vendía al precio que me pedían. Ya cuando te solidificas, no puedes permitir que te regateen”, sentenció.

Entre sus esculturas, herramientas y bocetos hizo un recorrido por su estudio, donde al señalar sus figuras de animales, evidenció su amor y conocimiento por ellos. ”He realizado cientos de piezas, pero no recuerdo la cifra exacta”.

Ahora en el estudio, añadió, hay más de 50 esculturas, “yo todo el tiempo estoy produciendo algo, en un año hago entre 20 o 30 piezas”. “Aunque reconoció no olvidar que tiene 12 piezas monumentales, son únicas y son pocas”.

Actualmente, como lo hacen todos los artistas gracias al escultor francés, Auguste Rodin, quien de su obra El Pensador hizo diferentes tamaños y series, se hace una figura y se producen más piezas de ellas, resaltó.

Para el escultor tamaulipeco es una falta de respeto al artista, a la ciudad y al país destruir las esculturas u obras que se colocan en la vía pública. “Es un atentado a la cultura del país, pues el arte y las obras van dejando una huella de historia que se debe preservar”.

Las esculturas en la Ciudad de México y en todo el mundo, forman parte del patrimonio, la cultura, y el arte urbano. El andar cotidiano. “En el momento que la escultura se entrega y se coloca en X lugar, ya es parte de la Ciudad y su acervo cultural. Los que visitan Europa, precisamente van a ver obras de grandes artistas, edificios construidos hace siglos que describen la historia de esas naciones, esculturas, pinturas, murales y si se destruyen qué le queda a los pueblos”, opinó.

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Juan Carlos Canfield mencionó que al monumento titulado El Encuentro, que realizó en Ciudad Juárez, en febrero del 2015, le robaron la figura de un niño, le cortaron los tobillos y se llevaron la pieza de más de 250 kilos de bronce, metal que ahora es caro. “Y lo más grave es que el trabajo de tanto tiempo lo vendan como un metal cualquiera y las autoridades no hagan nada”.

El arte es parte de la cultura de la Ciudad, “pero hay gente que no tiene manera de vivir, y son capaces de robar esculturas, pues no cualquiera se atreve a dañar el arte urbano. Muchos de esos ladrones son personas que consumen drogas o viven en la calle, y el bronce se los pagan en 80 pesos el kilo”, refirió.

Foto: Sergio Vázquez

Lamentable, resaltó, que las placas de todas las esculturas, las conmemorativas se las roban. “Los maleantes lo que ven de bronce en la calle se lo llevan”.

El artista es el padre del también escultor Juan Canfield, quien cuenta con decenas de obras monumentales en México y otras naciones. Además, tiene otros 3 hijos artistas, entre ellos, una muralista y una hija que es licenciada en Comunicación.

El maestro ha impartido clases en diferentes instituciones, en preparatorias, universidades y tiene varios alumnos que ya son reconocidos artistas, y su obra es admirada en México y otros países del mundo.

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La monumental escultura titulada Control de Fuerzas, de 2.5 metros de altura, realizada con 7 toneladas de bronce, ubicada dentro de la Glorieta Aristóteles, en la avenida Campos Elíseos, sobre una fuente, frente al hotel Presidente InterContinental, es una muestra del trabajo, creatividad, imaginación y destreza del escultor y artista tamaulipeco Juan Carlos Canfield Eguia.

En Ciudad de México y en otras entidades está presente su obra, como la que hizo en 1981, llamada El Pescador, una hermosa escultura que se encuentra en el Parque de la Tercera Edad de Chapultepec. En el mismo, Bosque, pero en el zoológico, hay otras esculturas de animales de su autoría.

Al recibir a La Prensa en su estudio, de la colonia Hipódromo­Condesa, platicó que siempre tuvo inquietud y gran facilidad para el dibujo y el volumen; algo que hacía como afición, pero sin tener los conocimientos.

Luego, la vida le dio la oportunidad de conocer a los maestros Enrique Jolly, Mario Zamora y Francisco Zúñiga, con quienes aprendió sobre el movimiento de la escultura, y comenzó a darle una forma organizada a su obra. Primero comenzó como una afición, a la cual le dedicaba sus ratos libres, ya que su carrera de ingeniería civil ocupaba la mayor parte de su tiempo.

Eso le dio oportunidad de descubrir la importancia del tiempo que dedicaba a sus labores artísticas, así como encontrar y canalizar todas sus inquietudes, iniciando formalmente una carrera de escultor, actividad que le ha permitido vivir y realizarse profesionalmente.

Viajó a Europa, en donde dedicó la mayor parte de su tiempo al trabajo a conocer la obra de grandes artistas, al aprendizaje en diferentes talleres de España, donde participó en un concurso de escultura en Santander y obtuvo el primer lugar con la obra Mujer Cantabra.

Ya siendo más conocido, en Cancún realizó la escultura Truque Maya; en Acapulco, en el pueblo de Dos Caminos, al general Julián Blanco Jiménez de 3.5 metros; en 1994, en Guasave, Sinaloa, realizó la Fundación de Guasave con 7 personajes de 3.70 metros, “fue una de mis mejores piezas”, citó orgulloso.

Moldeó una escultura compuesta por 18 delfines para Cozumel, Quintana Roo. En 1992 realiza la escultura Yoloxóchitl (flor del corazón), obra creada para el Premio Nacional Ampretur, AC., que se otorga anualmente a los mejores promotores de turismo, nacionales e internacionales.

En 1996 fundó un busto al doble del tamaño natural de Luis Donaldo Colosio para la ciudad de Guasave, Sinaloa. Dos años después realizó un busto al doble de tamaño natural de Benito Juárez, para su tierra natal, Llera, Tamaulipas.

Años después construyó el conjunto monumental denominado El encuentro de los indios mansos con Fray García de San Francisco; la escultura La Justicia; la es[1]cultura Diógenes de Sinope y la figura ecuestre de Vicente Guerrero de 6 metros de altura, todos ellos en Ciudad Juárez, Chihuahua.

De excelente trato, el distinguido artista tamaulipeco, rodeado de sus bocetos y esculturas, mostró que “un venado” fue su primera escultura. De la cual enfatizó “tiene una historia muy importante”. En ese contexto, recordó que a las personas que les decía que iba a ser escultor, le decían: “te vas morir de hambre”.

Desde hace 50 años inició su carrera de escultor, y él mismo ha vendido su obra. Indicó que su trabajo es completamente figurativo. “No necesito ponerle nombres complicados a mis piezas, ellas hablan por sí mismas”, señaló.

Foto: Patricia Carrasco, La Prensa

De Tamaulipas a la capital

Nació en el pueblo de Llera, Tamaulipas, pero vino a Ciudad de México a estudiar la carrera de ingeniero arquitecto en el Instituto Politécnico Nacional (IPN), y desde que llegó a la capital, tuvo que trabajar, pues coincidió que su padre murió cuando decidió venir a estudiar al entonces Distrito Federal.

Se dedicó a la escultura como hobbie, citó. Primero inició con obras pequeñas. Lo invitaron a una exposición y vendió sin mucho problema su obra, debido a que tenía experiencia, ya que en sus diversos empleos vendió varias mercancías, como medias, ropa… “lo que podía… en diferentes compañías”.

Al empezar a vender su obra, le preguntó a sus maestros “por qué no hacer escultura monumental”, tanto Enrique como Mario Zamora, lo animaron.

“Tú busca el trabajo y nosotros te apoyamos, le dijeron”. Esos dos grandes artistas lo impulsaron. En 1980 se inscribió a un concurso para realizar una escultura en la Glorieta de la avenida Campos Elíseos, a la altura de Aristóteles y Galileo, en Polanco, frente al entonces hotel Presidente, el arquitecto de la obra pidió una escultura totalmente modernista, esbelta que fuera ad hoc al hotel, que era lo último de la moda en Ciudad de México, “pero yo hice todo lo contrario”, contó.

“Me subí al hotel y me di cuenta que la Glorieta se veía hasta el piso 17, y era claro que si se colocaba una figura esbelta… no se iba a ver”.

Hizo memoria que esa obra la inspiró un suceso en Cuernavaca. “Ahí tenía dos caballos, había un pasillo largo, lleno de pichones, y cuando éstos vuelan hacen tremendo escándalo (...) los caballos se asustaron y el caballerango agarró a uno y a otro. Uno era un garañón grande y el otro uno más joven.

“El caballerango se colgó del garañón con todas sus fuerzas y al otro ni lo peló, capté ese momento para inspirarme en la escultura”.

Y es así como hizo Control de Fuerzas, que miles de personas admiran en Polanco. El caballerango tiene 2.5 metros de altura y, en proporción, están los caballos.

La gran obra la realizó en 8 meses en bronce fundido, donde contó con dos jóvenes estudiantes de la Escuela de San Carlos, precisó.

Fueron cinco los famosos artistas mexicanos que presentaron su proyecto. En ese momento, Calfield Eguia era el menos conocido, narró al describir los elementos de su gran escultura en la fuente de Polanco.

Al no tener tanta experiencia en obras monumentales, la cobró barata y uno de los maestros le advirtió que no le iba a alcanzar el dinero. Los dos reconocidos escultores se echaron para atrás. “A lo cual doy gracias a Dios, porque pude resolver el compromiso yo solo”.

Charló que trabaja en su estudio toda la figura, la estructura, la modela, moldea y reproduce en cera, y luego la manda a fundición. En un principio, padeció para encontrar una fundición adecuada.

Hasta que encontró a una familia muy emprendedora que trabajaba en una gran fundición. “Cada uno de los muchachos de esa familia está en un área del proceso como la cera, el retocado, cincelado, vaciado, donde se apoyaban entre todos. Ahora ellos tienen una gran fundición”.

Foto: Sergio Vázquez

Pide a la gente no destruir esculturas en la vía pública

El artista reconoce que la escultura es un artículo elitista, no cualquiera lo puede comprar, pues la fundición es muy cara. No cualquiera puede comprar, sólo personas con recursos, pero aun así, mucha gente no valora la obra y escatiman su valor.

Describió que en ocasiones las vendía a precios bajos, porque tenía necesidad para mantener a su familia, pagar escuelas, “Me regateaban tanto que las vendía al precio que me pedían. Ya cuando te solidificas, no puedes permitir que te regateen”, sentenció.

Entre sus esculturas, herramientas y bocetos hizo un recorrido por su estudio, donde al señalar sus figuras de animales, evidenció su amor y conocimiento por ellos. ”He realizado cientos de piezas, pero no recuerdo la cifra exacta”.

Ahora en el estudio, añadió, hay más de 50 esculturas, “yo todo el tiempo estoy produciendo algo, en un año hago entre 20 o 30 piezas”. “Aunque reconoció no olvidar que tiene 12 piezas monumentales, son únicas y son pocas”.

Actualmente, como lo hacen todos los artistas gracias al escultor francés, Auguste Rodin, quien de su obra El Pensador hizo diferentes tamaños y series, se hace una figura y se producen más piezas de ellas, resaltó.

Para el escultor tamaulipeco es una falta de respeto al artista, a la ciudad y al país destruir las esculturas u obras que se colocan en la vía pública. “Es un atentado a la cultura del país, pues el arte y las obras van dejando una huella de historia que se debe preservar”.

Las esculturas en la Ciudad de México y en todo el mundo, forman parte del patrimonio, la cultura, y el arte urbano. El andar cotidiano. “En el momento que la escultura se entrega y se coloca en X lugar, ya es parte de la Ciudad y su acervo cultural. Los que visitan Europa, precisamente van a ver obras de grandes artistas, edificios construidos hace siglos que describen la historia de esas naciones, esculturas, pinturas, murales y si se destruyen qué le queda a los pueblos”, opinó.

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Juan Carlos Canfield mencionó que al monumento titulado El Encuentro, que realizó en Ciudad Juárez, en febrero del 2015, le robaron la figura de un niño, le cortaron los tobillos y se llevaron la pieza de más de 250 kilos de bronce, metal que ahora es caro. “Y lo más grave es que el trabajo de tanto tiempo lo vendan como un metal cualquiera y las autoridades no hagan nada”.

El arte es parte de la cultura de la Ciudad, “pero hay gente que no tiene manera de vivir, y son capaces de robar esculturas, pues no cualquiera se atreve a dañar el arte urbano. Muchos de esos ladrones son personas que consumen drogas o viven en la calle, y el bronce se los pagan en 80 pesos el kilo”, refirió.

Foto: Sergio Vázquez

Lamentable, resaltó, que las placas de todas las esculturas, las conmemorativas se las roban. “Los maleantes lo que ven de bronce en la calle se lo llevan”.

El artista es el padre del también escultor Juan Canfield, quien cuenta con decenas de obras monumentales en México y otras naciones. Además, tiene otros 3 hijos artistas, entre ellos, una muralista y una hija que es licenciada en Comunicación.

El maestro ha impartido clases en diferentes instituciones, en preparatorias, universidades y tiene varios alumnos que ya son reconocidos artistas, y su obra es admirada en México y otros países del mundo.

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