/ lunes 20 de julio de 2020

Historias en el Metro: reloj no marques las horas

Hace unos días quedé de verme con un amigo en la estación Revolución y para no perdernos le dije “nos vemos abajo del reloj”

Cuando estudiaba en la Preparatoria José Vasconcelos número 5, en la Calzada Del Hueso, en los años setenta, alguna vez tuvimos que ir a la Hemeroteca Nacional. Quedamos de vernos tres compañeros y yo “abajo del reloj” en la estación General Anaya del Metro.

Fue la primera ocasión que escuché esa frase de “nos vemos abajo del reloj”, que se ha convertido, con el paso de los años, en una costumbre que conocemos todos quienes vivimos en la Ciudad de México, aunque la mayoría no ha viajado en el Metro.

No tengo idea cuando comenzó esa tradición del reloj. Nadie sabe, pero seguramente fue poco después del arranque del Metro en septiembre de 1969 con la Línea 1 que iba de Insurgentes a Zaragoza o en agosto de 1970 con la apertura de la Línea 2, que corrió en principio de Taxqueña a Pino Suárez.

Hace unos días quedé de verme con un amigo en la estación Revolución y para no perdernos le dije “nos vemos abajo del reloj”, pero resulta que no hay. Por supuesto, nos encontramos, aunque, como yo llegué primero, no sabía dónde esperarlo y me movía de un lugar a otro en el andén pensando en la falta que hace ese pequeño accesorio, convertido con el paso de los años en una especie de brújula.

En muchas estaciones ya no existe el reloj o está, pero ya no da la hora. En casi toda la Línea 1, de Pantitlán a Observatorio, se convirtió en un adorno más. Sólo vi que funciona en Insurgentes de las 20 terminales que integran esa ruta.

Lo mismo ocurre en la Línea 2 de Cuatro Caminos a Taxqueña. A lo largo de 24 estaciones se encuentra solo el recuerdo porque ni siquiera existen los aparatos. En alguna época los desmantelaron.

No he viajado por todas las estaciones de las otras líneas, de la 3 a la 9, pero en donde me ha tocado tampoco hay relojes. En algunas hay pancartas electrónicas para medir la continuidad de los trenes e incluye un reloj digital.

En la Línea 12, la más nueva, que va de Tlahuac a Mixcoac, las 20 estaciones tienen reloj digital, muy moderno y muy llamativo. Si te vas a ver con alguien ahí y se ubican “abajo del reloj”, fácilmente se localizan.

Mucha gente que se ve con alguien en el Metro también tiene otros lugares de encuentro como los torniquetes, la entrada del andén con dirección a…, el mapa de ruta, en las escaleras de la entrada, en el puesto de dulces, junto al policía, en la pirámide de Pino Suárez, en la taquilla, afuera donde están las peseras y muchos sitios más.

Sin embargo ¿Cuántas citas se concretaron, cuántos idilios se consumaron, cuántos negocios se realizaron, cuántos plantones y muchas cosas más debajo de un reloj del Metro? Una tradición que nunca morirá.


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Cuando estudiaba en la Preparatoria José Vasconcelos número 5, en la Calzada Del Hueso, en los años setenta, alguna vez tuvimos que ir a la Hemeroteca Nacional. Quedamos de vernos tres compañeros y yo “abajo del reloj” en la estación General Anaya del Metro.

Fue la primera ocasión que escuché esa frase de “nos vemos abajo del reloj”, que se ha convertido, con el paso de los años, en una costumbre que conocemos todos quienes vivimos en la Ciudad de México, aunque la mayoría no ha viajado en el Metro.

No tengo idea cuando comenzó esa tradición del reloj. Nadie sabe, pero seguramente fue poco después del arranque del Metro en septiembre de 1969 con la Línea 1 que iba de Insurgentes a Zaragoza o en agosto de 1970 con la apertura de la Línea 2, que corrió en principio de Taxqueña a Pino Suárez.

Hace unos días quedé de verme con un amigo en la estación Revolución y para no perdernos le dije “nos vemos abajo del reloj”, pero resulta que no hay. Por supuesto, nos encontramos, aunque, como yo llegué primero, no sabía dónde esperarlo y me movía de un lugar a otro en el andén pensando en la falta que hace ese pequeño accesorio, convertido con el paso de los años en una especie de brújula.

En muchas estaciones ya no existe el reloj o está, pero ya no da la hora. En casi toda la Línea 1, de Pantitlán a Observatorio, se convirtió en un adorno más. Sólo vi que funciona en Insurgentes de las 20 terminales que integran esa ruta.

Lo mismo ocurre en la Línea 2 de Cuatro Caminos a Taxqueña. A lo largo de 24 estaciones se encuentra solo el recuerdo porque ni siquiera existen los aparatos. En alguna época los desmantelaron.

No he viajado por todas las estaciones de las otras líneas, de la 3 a la 9, pero en donde me ha tocado tampoco hay relojes. En algunas hay pancartas electrónicas para medir la continuidad de los trenes e incluye un reloj digital.

En la Línea 12, la más nueva, que va de Tlahuac a Mixcoac, las 20 estaciones tienen reloj digital, muy moderno y muy llamativo. Si te vas a ver con alguien ahí y se ubican “abajo del reloj”, fácilmente se localizan.

Mucha gente que se ve con alguien en el Metro también tiene otros lugares de encuentro como los torniquetes, la entrada del andén con dirección a…, el mapa de ruta, en las escaleras de la entrada, en el puesto de dulces, junto al policía, en la pirámide de Pino Suárez, en la taquilla, afuera donde están las peseras y muchos sitios más.

Sin embargo ¿Cuántas citas se concretaron, cuántos idilios se consumaron, cuántos negocios se realizaron, cuántos plantones y muchas cosas más debajo de un reloj del Metro? Una tradición que nunca morirá.


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