Sergio Muñoz estudió ingeniería mecánica en la Escuela Superior de Ingeniería Mecánica y Eléctrica (ESIME) del Instituto Politécnico Nacional. Como muchos jóvenes profesionistas después de titularse, buscó trabajo durante meses hasta que hubo una oportunidad en el Sistema de Transporte Colectivo Metro.
La persona que lo iba a contratar los reunió a él y a otros dos jóvenes estudiantes y les comentó que tenía tres puestos, uno de técnico de base, otro de ayudante general y un tercero de eventual. Para estar parejos y no cometer injusticias, les pidió “echarse un volado disparejo” (los tres lanzan una moneda, gana quien obtiene una cara distinta a los otros dos) y quien ganara se quedaría con el puesto de mejor nivel. Aunque Sergio lo consideraba una injusticia, le tuvo que entrar para ganarse el puesto y fue el triunfador.
Esa fue la forma en que el ingeniero mecánico entró a laborar al Metro el 15 de junio de 1990, aunque señala que no sabe por qué razón no le dieron el puesto propuesto, sino otro de menor jerarquía, pero lo aceptó porque ya había buscado empleo inútilmente incluso fuera de la Ciudad de México, en Toluca, Pachuca y Cuernavaca.
Tiempo después le ofrecieron el cargo de supervisor en la Línea 2 – Taxqueña a Cuatro Caminos --, una de las más grandes. Él vivía en Ticomán y hacia largos recorridos para llegar a su trabajo y como novato, los demás empleados le hacían bromas y despreciaban su autoridad; sea sentía mal y pensó en renunciar.
Cuando estaba a punto de “tirar la toalla”, dice que se acordó de lo que una vez le dijo su mamá -- ya fallecida --: tantos años de estar estudiando para que por una pequeñez quieras renunciar. Esa frase lo inspiró para tomar impulso y fortalecer su carácter, se hizo más estricto.
Cuenta que una ocasión, ya como jefe, lo fue a buscar un grupo de trabajadores para pedirle orientación. Esos mismos lo habían molestado cuando empezaba. Lo vieron, se sorprendieron, pero le reconocieron su ascenso y sus conocimientos.
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Después de un tiempo, le ofrecieron el puesto de jefe de reguladores en el Puesto Central de Control (PCC), ya con una fama muy bien ganada de hombre recio, disciplinado y preparado para mandar ¿Qué hace un jefe de reguladores? Le pregunto. Sergio explica que el jefe de reguladores debe vigilar que el personal le brinde un buen servicio al usuario, que se cuide primordialmente la seguridad y dar las instrucciones precisas en caso de alguna eventualidad, algún incidente.
Vivió muy de cerca el choque de dos vagones del Metro en la estación Oceanía de la Línea 5, el 4 de mayo de 2015, en el cual seis personas resultaron lesionadas; Sergio estaba en su turno cuando uno de sus compañeros le señala espantado con la mano el tablero de control y nota que dos trenes estaban amontonados (en el tablero son dos lucecitas rojas), “me concentré y empecé a vocear con firmeza a los demás conductores para detener el avance de los trenes, seguir con los demás protocolos y evitar mayores percances”.
Sergio cuenta que todos los días el personal del Metro está expuesto a problemas en las líneas. Es muy cansado – lo reconoce – porque desde hace años son 18 horas diarias de trabajo levantándose a las tres de la mañana y acostándose a las 12 de la noche. Platica que está muy orgulloso, pero en un año más se podrá jubilar para dedicarse a descansar y a realizar muchas otras cosas que le gustan. Dice que su papá le enseñó a hacer de todo.
A sus 58 años de edad, Sergio Muñoz sonríe cuando recuerda que gracias a un volado pudo entrar a trabajar al Metro y ahora lleva media vida ahí con un montón de recuerdos, experiencias y enseñanzas.
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