Por sus manos han pasado miles de colibríes que cura, cuida, alimenta, y ya que están sanos las libera, “porque el pájaro tiene alas para volar no para ser mascota, soy anti jaulas”.
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Así lo asegura Catia Lattouf de Arida, quien desde hace 11 años ha dedicado su vida a rescatar y sanar colibríes heridos que la gente le lleva a su departamento, el cual ha habilitado como una clínica para aves, donde con gran amor habla con ellos.
Nació hace 73 años en el norte de Líbano, pero desde 1981 se nacionalizó mexicana y es chilanga por adopción. Al ser una sobreviviente del cáncer entendió que tenía muchas cosas que hacer en la vida. Además de rescatar a los llamados chupamirtos, es coach certificada que apoya pacientes con cáncer y otras enfermedades.
La doctora en Letras y experta en alta costura habla cinco idiomas y ello le ha permitido estudiar con médicos de varias partes del mundo la medicina integrativa, con la cual se curó de su enfermedad, y ya lo ha hecho con otros pacientes de México y el mundo.
En una visita que realizó LA PRENSA a su departamento de Polanco, entre el zumbido y el aleteó de los colibríes explicó cómo adaptó su hogar para cuidarlos. Colocó ramas de árbol donde posan las aves, flores y bebederos. Puso mosquiteros a sus ventanas. En cajas adaptadas están las aves bebés, las lisiadas a las que les falta la cola, una ala, un ojo, junto a frascos de agua caliente, a manera de incubadora.
En 2010 le detectaron cáncer terminal, le dieron dos meses de vida. Ella es muy espiritual y dice que comenzaron a suceder los milagros. Primero donó sus negocios, ya que tenía una empresa de alta costura, la representación en México de una famosa marca francesa, que vistió en los 80 a esposas de gobernadores, artistas y damas de sociedad, que en ese tiempo “se colgaban hasta el molcajete”, rememora sonriendo.
Fue a Líbano a despedirse de su familia, visitó el santuario de San Charbel, y en Francia, a la Virgen de Lourdes, patrona de los enfermos, a quien les pidió, con todo su corazón por su salud. Y admitió que sí tenía que morir aceptaba su destino, pues ya había realizado muchas cosas lindas en su vida.
Nada de amarres con colibríes
Al momento de la entrevista tenía 51 colibríes de cinco especies, algunos ya listos para ser liberados, otros heridos, bebés, y algunos en recuperación. Catia junto a su trabajadora Cecilia, dedican casi 12 horas al cuidado de estas aves.
La cuidadora de aves pide a los mexicanos no atentar contra la vida de los colibríes --aves que no pesan más de 5 gramos-- por creencias como los amarres, la fecundidad…. “déjense de pendejadas, no los sacrifiquen, mejor entiendan la importancia de estas aves en la polinización de flores”.
Feliz, narró cómo empezó a rescatarlos. “En 2012 llegó un llamado de una protectora de animales… me dijo que una señora le había dejado un colibrí que encontró en la calle, ya que sabía que rescataba pájaros, tórtolas, perros y había atendido aves lastimadas”.
Pero no conocía el cuidado del colibrí. Consultó cómo se alimentaban esas aves, hasta que encontró un alimento especial que importa de Alemania, el cual le cuesta 120 dólares el bote y se gasta uno a la semana. Siempre tiene entregas de esta fórmula para alimentarlos.
El primer paciente que le llevaron llegó con un ojo salido, se lo tuvo que cortar. Lo llamó Gucci, porque lo que encontró fue su caja de lentes de esa marca y ahí lo metió.
Antes vivió en una casa muy grande, que se ubica en su domicilio actual, la cual tenía un gran jardín. “Veía como llegaban los pájaros y cómo les daba de comer, llegaban cada vez más, periquitos australianos, canarios y palomas del bosque de Chapultepec; incluso de La Merced le llevaban una tonelada de granos al mes.
En esa gran casa tenía una terraza de cristal, la cual convirtió en aviario y ahí los cuidaba y reanimaba y luego los liberaba, “porque el pájaro tiene alas para volar, no para ser mascota, yo soy anti jaulas”.
Con tristeza contó que en enero de 2009 falleció su esposo, quien era 21 años mayor que ella; sintió esa enorme casa muy fea y se sintió muy sola. No tuvo hijos, su familia está en Líbano y se mudó al departamento que ahora habita.
Lattouf de Arida transmite paz. Es una mujer muy espiritual, con una gran sonrisa afirma: “se debe atender al cuerpo (…) Cada enfermedad es un grito de auxilio del cuerpo que te dice por favor, ya no puedo más”.
Al pasar seis meses de seguir en sus tratamientos, ya estaba libre de cáncer terminal, por lo que ahora sabe que “el cáncer no es una sentencia de muerte”. Entonces, hizo una promesa a la Virgen de Lourdes y a Dios, “me fui a bañar en sus aguas frías”.
Se metió a estudiar al Institute for Integrative Nutrition de Nueva York, durante un año y le dieron su diploma. A la fecha es coach certificada que apoya pacientes.
Gucci vino a apoyar su lucha contra el cáncer. Fue el primero que llegó hace 11 años, y así comenzaron a llegar más. Primero los alimentaba con agua y azúcar y moscos secos, así los alimentaba y vivían. Cuando los ve fuertes les pasa a otro cuarto y los prepara para liberarlos. En una caja mete a cuatro con una red, un bebedero y los libera en Terraza Colibrí en el Pedregal.
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Polinizan a miles de plantas
Los colibríes polinizan 10 mil especies de plantas, pierden menos néctar porque el pico lo mete en la flor y carga más polen y lo lleva a otra. Claro, sin quitar la importancia a las abejas que viven 40 días, las cuales están en peligro de extinción por los pesticidas; pero también están los murciélagos y mariposas, expuso.
Son aves que sólo se encuentran en América y pueden vivir de tres a cinco años; refirió que en un reportaje de la Universidad de Harvard se ha comprobado que si se acaban los polinizadores, el 2.8% de la humanidad desaparecería por hambre.
Relató que en las leyendas mayas y aztecas se menciona que “el colibrí es un ser entre dos mundos, transporta la noticia y recoge las almas en las flores, y las lleva y cuando regresa es para decirte que el alma de tu ser querido descansa en paz”.
“Los mayas cuando crearon todo, no habían hecho el colibrí, agarraron una piedra de jade, la tallaron y lanzaron, y salió el colibrí, corrieron detrás de él para atraparlo, en eso bajaron los dioses y les dijeron que quien atrapa a un colibrí y lo enjaula estará maldecido toda su vida”.
La también entrenadora de salud nutricional integral, sentada en su recámara, junto a las cajas donde están los bebés, como ella les llama, relató que los colibríes despiertan primero que ella.
Contó que los colibríes que se mueren en su casa, fallecen en su mano “se despiden y dan las gracias”. Además “un colibrí discapacitado que duerme al lado de otro, se muere uno y a las dos horas, o al otro día, se muere el otro, es un misterio de la vida... son seres tan inteligentes”.
“Las liberaciones son muy lindas”
Catia expuso que no les pone nombre, sino las personas que los encuentran. El día de la entrevista le llevó uno y le dieron el nombre de Anís. “La persona que habla les pide foto, nombre y nombre al bebé (colibrí)”.
Tiene un registro de todo y pone al tanto a los “padres”, como va el “bebé”, si ya creció, como está, o si muere y el día en que lo van a liberar, por si quieren estar presentes.
“Las liberaciones son muy lindas, y si no van les manda el video a los padres y si no vive, también les avisa”.
Explicó que algunos llegan muy mal, no sobreviven y los entierran, “pero antes de partir viven muy felices, están alimentados y acompañados”.
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Muy colorido… y “mexicano”
Una hembra colibrí tiene dos bebés, dos veces al año, durante toda su vida, no hay vejez para ellas. Los machos se aparean en el aire con las hembras, una vez vuelan y se va buscar a otra hembra, “es un poco mexicano”, bromeó.
La hembra cuenta con colores más tenues para que no la sigan los depredadores al nido, mientras que el macho tiene colores más fuertes para atraer a las hembras. “La creación es sabia, Dios, el creador, todo lo hace bien hecho”.
Es tan amplio su conocimiento sobre estas aves que describió que “en un campo de flores, un colibrí no vuelve a la misma flor antes de 40 minutos, tiene una memoria visual increíble, ya que sabe que el néctar que le chupó a una flor, tarda 40 minutos en volver a salir. No pierde su tiempo”.
Recomendó a las personas colocar en sus casas, ventanas o jardines plantas nativas, las que les encantan a los polinizadores.
La salvadora de los colibríes se define como una luchadora en la vida. Considera que Dios le ha dado un don de inteligencia extraordinario, creativo, la curiosidad de siempre.
A su edad, siempre quiere aprender más. Todos los días de 5 a 7 de la mañana tiene webinar en línea, para saber cuáles son las novedades en el mundo de la medicina. Tiene 3 mil libros digitales en su computadora.
Atiende a pacientes no sólo de cáncer, sino de otras enfermedades. Su coaching dura entre una hora 30 y una hora 40 minutos, en el que enseña cuál va ser su alimentación, cómo se prepara, su coaching. Es una línea paralela de tres vías: el físico que consiste en alimentación, suplementación, sueño, actividad física.
El emocional donde se trabaja para quitar el estrés, perdonar, agradecer, “ya que mientras jalas el rencor, nunca se podrá salir de un cáncer. La tercera es la espiritual la fe; “si no tienes fe, te derrumba la enfermedad, se va el sistema inmune al piso”.
Al recorrer su casa donde mostró las plantas polinizadoras y los bebederos para los colibríes, también vemos la foto de su esposo, quien murió a los 82 años. “Yo era su bebé, así me llamaba, viví un matrimonio muy feliz; él me ayudó a desplegar mis alas, me dio libertad, me dijo vuela, aprende, estudia, y empecé a aprender idiomas”.
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