Quizá pocos reconocen la ardua labor de los trabajadores en el sector de la construcción, donde incluso arriesgan su vida.
Valdría la pena pensar que si no fuera por esas manos llenas de callos y cemento no tendríamos un techo bajo el que refugiarnos, no existirían los puentes por los que transitamos, las enormes estructuras que sostienen los edificios en los que trabajamos y vivimos no formarían ciudades, y tampoco tendríamos lugares donde ir a rezar y/o conectarnos con alguna divinidad.
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Su labor, quieran o no, trasciende; lo que hagan quedará en pie y será admirado por muchos. El Día de la Santa Cruz, o el Día del Albañil, sirve de pretexto para reconocerlos y valorarlos, aunque sea una vez al año.
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