/ domingo 23 de agosto de 2020

Estudio sobre las cenizas del Popocatépetl

El análisis sobre las características y su entrada permite conocer sus rutas y volúmenes, así como su impacto en el medio ambiente, en un proyecto auspiciado por la Secretaría de Educación, Ciencia, Tecnología e Innovación (SECTEI)

A partir de que el Popocatépetl reanudó su actividad en 1994, se han realizado una gran cantidad de estudios sobre esta estructura geológica. Recientemente concluyó una investigación científica interesada en profundizar en el conocimiento de las cenizas volcánicas, cuyos resultados son un aporte a la salud de los habitantes de la Ciudad de México, para el entendimiento y análisis de la calidad del aire y, en general, para la protección civil.

El análisis duró tres años. Tomó en cuenta tanto la información que se ha generado durante los últimos 26 años, así como los estudios de la dinámica de los vientos de los últimos sesenta años. Así, se pudieron conocer a detalle datos relacionados con estas cenizas volcánicas, partículas constituidas por roca y minerales de un diámetro menor a 2mm.

El proyecto “Impacto de la ceniza volcánica del Popocatépetl en los niveles de contaminación ambiental de la Ciudad de México”, se realizó con el auspicio de la Secretaría de Educación, Ciencia, Tecnología e Innovación de la Ciudad de México (SECTEI) y tuvo como objetivos primordiales monitorear la ceniza, caracterizar las partículas volcánicas y determinar su distribución geográfica.

También identificó la presencia de material de origen volcánico entre todas las partículas que existen en la Ciudad de México; determinó el tamaño y forma de las originadas por las emisiones del volcán que llegan aquí, así como su composición química.

La doctora Ana Lillian Martín del Pozzo, investigadora del Departamento de Vulcanología del Instituto de Geofísica de la UNAM, quien ha realizado numerosas investigaciones sobre el comportamiento de los volcanes Popocatépetl y de Colima, y de los llamados monogenéticos (los cuales hacen una sola erupción en su vida), encabezó el proyecto que contó con un grupo base de 20 colaboradores, pero llegó a tener alrededor de 200 personas que participaron en alguna de las etapas.

La contribución principal del trabajo que se hizo, consideró Martín del Pozzo en entrevista para la SECTEI, es que se pudo definir por primera vez cómo de 2016 a 2019 las emisiones de ceniza impactaron la calidad del aire en la Ciudad de México, que se pudieron cartografiar y medir su afectación.

Se observó igualmente que estos materiales cayeron no solo en los periodos que se habían contemplado anteriormente, como son los meses de junio a septiembre, sino también en febrero, octubre y diciembre, lo que se consideró un resultado significativo.

Fue posible, además, precisar el tamaño, la forma y la composición de las partículas, sus variaciones en estos tres años y complementando con comparaciones de las cenizas finas de años anteriores. En opinión de la investigadora de la UNAM, un elemento de importancia fue el establecimiento de una red de monitoreo en la Ciudad de México, para caracterizar las áreas afectadas.

Los trabajos de Martín del Pozzo, precursora en estos estudios en el país, permitieron medir y constatar hasta dónde, cómo y cuáles fueron (y son) los caminos que traen de esos residuos a la ciudad y en qué periodos. La dinámica de los vientos se analiza desde hace mucho tiempo. Por décadas, los datos que se obtenían se integraban a varios modelos. Una de las novedades del reciente estudio es que, aparte de usar modelos, lo que se obtuvo fueron medidas reales.

Para conocer la entrada de ceniza del Popocatépetl, volcán que se ubica a menos de 100 km al sureste de la Ciudad de México, se estudiaron los vientos, los cuales poseen características particulares y son afectados por la topografía.

“Pudimos observar que por el oriente (Chalco, Nezahualcóyotl) entra la mayor parte de partículas en el verano; unas veces llegan por Milpa Alta y en otras ocasiones lo hacen más al sur, por Tlalpan”.

Por este último camino chocan contra la sierra, dan la vuelta y se distribuyen en la cuenca de México; es decir, hay tres rutas según la dirección y velocidad de los vientos, de los patrones de las columnas y de los volúmenes que expulse el volcán, explicó la especialista de la UNAM.

reanudó su actividad en 1994

Otros de los aspectos que se pudieron resolver fue determinar, a partir de las erupciones del Popocatépetl, cuánto tiempo tardan las cenizas en llegar a la ciudad, registrar su arribo y caída, y diferenciar las partículas volcánicas de otros contaminantes presentes en la atmósfera y que proceden del norte de la ciudad, monitoreados por la red ambiental de la ciudad.

De agosto de 2016 a agosto de 2019 se presentaron 13 erupciones. Las alcaldías que tuvieron recurrentes caídas fueron Milpa Alta, Tláhuac, Iztapalapa, Xochimilco, Iztacalco, Tlalpan, Coyoacán, Magdalena Contreras, Álvaro Obregón, Benito Juárez e Hidalgo, y con menor proporción Venustiano Carranza, Cuauhtémoc y Gustavo A. Madero.

El método para el monitoreo se hizo a través de la ampliación de una red de muestreadores/colectores que se empezó a implementar en 1994 y que el proyecto permitió ampliarla, adecuarla e integrarle elementos más complejos para la recolección. Un total de 378 muestreadores, 18 de ellos automáticos, se instalaron en los alrededores del volcán, con énfasis en la Ciudad de México.

“En algunas de las áreas pudimos distribuir colectores automáticos, lo que permitió tener muestras de alta calidad para un posterior análisis más detallado y que sirvió para ver en la ciudad cuál era la aportación de las cenizas hacia este lado del volcán”, dijo la especialista.

Posterior a la caída y recolección, las muestras se llevaron al laboratorio para ser analizadas bajo microscopio y luego ser sometidas a una serie de análisis diversos para conocer tamaño, forma, distribución y composición de química de las partículas.

La composición se mantuvo alrededor de 60 por ciento de óxido de silicio; sin embargo, las partículas más finas, según se observó, están constituidas por materiales ricos en sílice, como vidrio y cristobalite, además de plagioclasa. En el periodo 2016-2019 los componentes principales fueron los líomoticos, vitrios, cristales de plagioclasa y piroxeno y vidrio claro.

Las erupciones más importantes en 2016 y que produjeron mayor cantidad ocurrieron el 18 de abril y 1 de agosto; esta última produjo una considerable presencia de partículas de roca y minerales en el sur de la Ciudad de México.

Los resultados sirven para el sustento de políticas públicas y pueden integrarse para la planeación a corto, mediano y largo plazo, así como para fomentar la protección de la población con acciones como el aviso oportuno sobre niveles altos de contaminación por partículas, y recomendaciones como limitar las actividades al aire libre y el uso de cubrebocas.

Si las partículas miden menos de 15 micras pueden alojarse en la parte superior del sistema respiratorio; si son de menos cuatro micras podrían llegar hasta los pulmones, y si tienen menos de una micra se alojarían aún más profundo, informó Martín del Pozzo.

“Lo que hemos encontrado es que también tenemos muchas partículas super finas, y esto no es nada bueno para la salud. Por eso también mi interés por trabajar con los cubrebocas”, agregó la experta, quien aseguró que al final la aportación fundamental es la que se hace a la protección civil, por tal razón “tenemos que aprender a convivir con el Popocatépetl, un volcán que continúa activo”.


A partir de que el Popocatépetl reanudó su actividad en 1994, se han realizado una gran cantidad de estudios sobre esta estructura geológica. Recientemente concluyó una investigación científica interesada en profundizar en el conocimiento de las cenizas volcánicas, cuyos resultados son un aporte a la salud de los habitantes de la Ciudad de México, para el entendimiento y análisis de la calidad del aire y, en general, para la protección civil.

El análisis duró tres años. Tomó en cuenta tanto la información que se ha generado durante los últimos 26 años, así como los estudios de la dinámica de los vientos de los últimos sesenta años. Así, se pudieron conocer a detalle datos relacionados con estas cenizas volcánicas, partículas constituidas por roca y minerales de un diámetro menor a 2mm.

El proyecto “Impacto de la ceniza volcánica del Popocatépetl en los niveles de contaminación ambiental de la Ciudad de México”, se realizó con el auspicio de la Secretaría de Educación, Ciencia, Tecnología e Innovación de la Ciudad de México (SECTEI) y tuvo como objetivos primordiales monitorear la ceniza, caracterizar las partículas volcánicas y determinar su distribución geográfica.

También identificó la presencia de material de origen volcánico entre todas las partículas que existen en la Ciudad de México; determinó el tamaño y forma de las originadas por las emisiones del volcán que llegan aquí, así como su composición química.

La doctora Ana Lillian Martín del Pozzo, investigadora del Departamento de Vulcanología del Instituto de Geofísica de la UNAM, quien ha realizado numerosas investigaciones sobre el comportamiento de los volcanes Popocatépetl y de Colima, y de los llamados monogenéticos (los cuales hacen una sola erupción en su vida), encabezó el proyecto que contó con un grupo base de 20 colaboradores, pero llegó a tener alrededor de 200 personas que participaron en alguna de las etapas.

La contribución principal del trabajo que se hizo, consideró Martín del Pozzo en entrevista para la SECTEI, es que se pudo definir por primera vez cómo de 2016 a 2019 las emisiones de ceniza impactaron la calidad del aire en la Ciudad de México, que se pudieron cartografiar y medir su afectación.

Se observó igualmente que estos materiales cayeron no solo en los periodos que se habían contemplado anteriormente, como son los meses de junio a septiembre, sino también en febrero, octubre y diciembre, lo que se consideró un resultado significativo.

Fue posible, además, precisar el tamaño, la forma y la composición de las partículas, sus variaciones en estos tres años y complementando con comparaciones de las cenizas finas de años anteriores. En opinión de la investigadora de la UNAM, un elemento de importancia fue el establecimiento de una red de monitoreo en la Ciudad de México, para caracterizar las áreas afectadas.

Los trabajos de Martín del Pozzo, precursora en estos estudios en el país, permitieron medir y constatar hasta dónde, cómo y cuáles fueron (y son) los caminos que traen de esos residuos a la ciudad y en qué periodos. La dinámica de los vientos se analiza desde hace mucho tiempo. Por décadas, los datos que se obtenían se integraban a varios modelos. Una de las novedades del reciente estudio es que, aparte de usar modelos, lo que se obtuvo fueron medidas reales.

Para conocer la entrada de ceniza del Popocatépetl, volcán que se ubica a menos de 100 km al sureste de la Ciudad de México, se estudiaron los vientos, los cuales poseen características particulares y son afectados por la topografía.

“Pudimos observar que por el oriente (Chalco, Nezahualcóyotl) entra la mayor parte de partículas en el verano; unas veces llegan por Milpa Alta y en otras ocasiones lo hacen más al sur, por Tlalpan”.

Por este último camino chocan contra la sierra, dan la vuelta y se distribuyen en la cuenca de México; es decir, hay tres rutas según la dirección y velocidad de los vientos, de los patrones de las columnas y de los volúmenes que expulse el volcán, explicó la especialista de la UNAM.

reanudó su actividad en 1994

Otros de los aspectos que se pudieron resolver fue determinar, a partir de las erupciones del Popocatépetl, cuánto tiempo tardan las cenizas en llegar a la ciudad, registrar su arribo y caída, y diferenciar las partículas volcánicas de otros contaminantes presentes en la atmósfera y que proceden del norte de la ciudad, monitoreados por la red ambiental de la ciudad.

De agosto de 2016 a agosto de 2019 se presentaron 13 erupciones. Las alcaldías que tuvieron recurrentes caídas fueron Milpa Alta, Tláhuac, Iztapalapa, Xochimilco, Iztacalco, Tlalpan, Coyoacán, Magdalena Contreras, Álvaro Obregón, Benito Juárez e Hidalgo, y con menor proporción Venustiano Carranza, Cuauhtémoc y Gustavo A. Madero.

El método para el monitoreo se hizo a través de la ampliación de una red de muestreadores/colectores que se empezó a implementar en 1994 y que el proyecto permitió ampliarla, adecuarla e integrarle elementos más complejos para la recolección. Un total de 378 muestreadores, 18 de ellos automáticos, se instalaron en los alrededores del volcán, con énfasis en la Ciudad de México.

“En algunas de las áreas pudimos distribuir colectores automáticos, lo que permitió tener muestras de alta calidad para un posterior análisis más detallado y que sirvió para ver en la ciudad cuál era la aportación de las cenizas hacia este lado del volcán”, dijo la especialista.

Posterior a la caída y recolección, las muestras se llevaron al laboratorio para ser analizadas bajo microscopio y luego ser sometidas a una serie de análisis diversos para conocer tamaño, forma, distribución y composición de química de las partículas.

La composición se mantuvo alrededor de 60 por ciento de óxido de silicio; sin embargo, las partículas más finas, según se observó, están constituidas por materiales ricos en sílice, como vidrio y cristobalite, además de plagioclasa. En el periodo 2016-2019 los componentes principales fueron los líomoticos, vitrios, cristales de plagioclasa y piroxeno y vidrio claro.

Las erupciones más importantes en 2016 y que produjeron mayor cantidad ocurrieron el 18 de abril y 1 de agosto; esta última produjo una considerable presencia de partículas de roca y minerales en el sur de la Ciudad de México.

Los resultados sirven para el sustento de políticas públicas y pueden integrarse para la planeación a corto, mediano y largo plazo, así como para fomentar la protección de la población con acciones como el aviso oportuno sobre niveles altos de contaminación por partículas, y recomendaciones como limitar las actividades al aire libre y el uso de cubrebocas.

Si las partículas miden menos de 15 micras pueden alojarse en la parte superior del sistema respiratorio; si son de menos cuatro micras podrían llegar hasta los pulmones, y si tienen menos de una micra se alojarían aún más profundo, informó Martín del Pozzo.

“Lo que hemos encontrado es que también tenemos muchas partículas super finas, y esto no es nada bueno para la salud. Por eso también mi interés por trabajar con los cubrebocas”, agregó la experta, quien aseguró que al final la aportación fundamental es la que se hace a la protección civil, por tal razón “tenemos que aprender a convivir con el Popocatépetl, un volcán que continúa activo”.


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