/ domingo 27 de octubre de 2024

Eloísa Arteaga, el Ángel gatuno de los michis del Multifamiliar Tlalpan

Miles de gatos viven en las calles, pero la defensora se encarga de una colonia de mininos que se formó cerca del inmueble luego del terremoto del año 2017; “Tienen derecho a una vida mejor”, afirma  

En medio de la vibrante Ciudad de México se esconde una realidad. Ahí, entre hierbas, recovecos y basureros, miles de gatos ferales hacen su hogar y buscan sobrevivir en las calles y jardines, bajo amenazas latentes, de las que no todos logran escapar.

A pesar de que no existe un censo definitivo sobre la cantidad de felinos que habitan la Ciudad de México, según la organización Mars Petcare, en nuestro país al menos 29.7 millones de perros y gatos viven en la calle, aunque esa cifra puede aumentar, ya que el Congreso de la Ciudad de México estima que cada año se abandonan 500 mil animales de compañía, por lo que es común ver colonias de felinos que se congregan en diversos jardines, para coexistir con los humanos, algunos de ellos, sin aprecio por estos michis.

Aunque no hay cifras oficiales y actualizadas de estas poblaciones de gatos ferales en la capital, organizaciones protectoras de animales trabajan en favor de estos animalitos, que ya no pueden ser domesticados y cuya estancia en las calles peligran a cada momento.

Los gatos producto del abandono y la reproducción descontrolada se enfrentan a una serie de desafíos que ponen en riesgo su bienestar y el equilibrio de los ecosistemas urbanos.

Un ejemplo de la situación de calle de millones de animales de compañía, es una colonia de gatitos que se formó cerca del multifamiliar de Tlalpan después del terremoto de 2017 y luego de que las familias, tras varios meses de habitar en los campamentos a un costado de la unidad donde se perdieron varias vidas, dejaron a los animalitos en las calles, donde ya se había adaptado a su nueva realidad.

Sin la supervisión y cuidado de sus dueños, los gatos no esterilizados se reprodujeron y crearon una colonia más grande que, hasta la fecha, habitan en los diversos jardines alrededor del conjunto habitacional.

Ángel gatuno

El sonido de los pasos de Eloísa Arteaga, y el de la comida que les lleva todos los días alrededor de las 18:00 horas, es la melodía de felicidad para los michis que, olvidados por sus cuidadores, han encontrado en ella, un remanso de mimos y una manera segura de saciar el hambre.

Tanto pequeños como adultos, los peluditos corren hacia la mujer que desde niña es amante de los felinos; creció en una ranchería y tiene en su casa varios gatos que nadie ha querido adoptar, ya que su corazón le impide dejar a los pequeños en las calles, a merced de los detractores de estos animalitos.

Foto: cortesía

“Yo empecé a pasar por ahí, yo, que siempre he sido amante de los gatos, empecé a llevarles comidita, me empecé a dar cuenta que había bebés y a encargar de los que abandonaron, poco a poco me fui ganando su confianza y los fui a esterilizar con trampas”, narró Eloísa para los lectores de La Prensa.

Los vecinos admiran su labor, pero son contados los que se acercan a ofrecer apoyo para el cuidado de estos gatos ferales que, por su tiempo en la calle, es casi imposible su domesticación, a excepción de los pequeños, menos de tres meses, que todavía tienen la posibilidad de llegar a un hogar.

Al principio los esterilizaba con un veterinario particular “luego, afortunadamente el universo me mandó a otra amante de los animalitos y me contactó con el antirrábico del sector salud que está aquí en la Escuela Naval, donde tenemos un veterinario maravilloso, extraordinario y, aprovechando la oportunidad, esterilicé a la mayoría. Mi compromiso fue pues llevarles diario de comer y también ponerles la pipeta antipulgas”, explicó la defensora de los michis.

Al ya no tener hijos que dependan de ella, pude destinar algo de tiempo y recursos para cui[1]darlos. Con tristeza, Eloísa cuenta que en esta colonia eran cerca de 30 gatos cuando ella comenzó con su labor ­que se ha convertido en su mayor motivación­, y ahora ya faltan algunos. Les han envenenado alrededor de cuatro gatos, otros han muerto por enfermedad, o no regresan, ahora se encarga de 19 felinos en un solo jardín.

En el espacio, olvidado por las autoridades de la alcaldía Coyoacán, donde la basura y la maleza crecen, ella improvisó casa con cajas de plástico, donde les coloca mantitas afelpadas que a menudo cambia para que siempre estén limpias.

Las coloca estratégicamente para evitar la lluvia lo más posible. “A veces la gente se queja porque están en ese lugar y a veces no se puede hacer nada para que no se reproduzcan, entonces yo me di la tarea de hacer una lona con unos artículos y advertencias; muchos vecinos (sí) dicen ¡qué labor tan bonita!”, misma a la que pocos se suman con donaciones o cuidados.

Una de las preocupaciones mayores que tiene es que la gente pueda dañar a los gatitos, los cuales a veces requieren la atención de un especialista, que ella se encarga de trasladar y pagar; enfatiza en que esta labor no le pesa, ya que contribuye a que estos seres vivos tengan una mejora calidad de vida. “Tienen derecho a una vida mejor.

Foto: cortesía

Mandé a hacer también esas casas de madera que no funcionaron mucho, pero bueno, sirve para ponerles la comidita y que no se moje en época de lluvias y para que se resguarden”, comentó.

Eloísa dice que es “de una ranchería del estado de Hidalgo y, pues siempre hemos tenido el gato, el perro ya sabes, que si la vaca y bueno, pues conforme fue pasando el tiempo, adquirí más conciencia y me di cuenta de que tengo una conexión con los gatitos, yo tengo una conexión especial con ellos”.

Por ello, hace un llamado a las autoridades, pero también a los vecinos que conviven con estos animalitos que no pueden expresar su dolor, miedo o hambre, a que los cuiden, pues es complejo para muchos convivir con los humanos, en especial cuando los asustan, ya que son muy sensibles.

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Desafíos de la vida callejera

Habitar las calles es extremadamente difícil para los gatos ferales, la exposición a enfermedades, falta de alimento y agua potable, así como el riesgo de ser atropellados o víctimas de maltrato, son algunas de las amenazas que acechan a estos animales. Además, la proliferación de colonias felinas puede generar conflictos con los vecinos y autoridades locales.

Derivado de esta problemática, diversas organizaciones y voluntarios han imple[1]mentado programas de captura, esterilización y liberación (TNR, por sus siglas en inglés), como la mejor estrategia para controlar la población de gatos ferales de manera humanitaria y efectiva. Dichos programas consisten en capturar a los gatos, esterilizarlos para evitar nuevas camadas, vacunarlos contra enfermedades comunes y devolverlos a su colonia de origen.

Foto: cortesía

Los gatitos ferales requieren un esfuerzo conjunto de la sociedad adicional, y Éste puede incluir a los programas TNR, para pro[1]mover la tenencia responsable de mascotas, fomentar la adopción de gatos en refugios y sensibilizar a la población sobre la importancia de cuidar a los animales callejeros.

Es necesario que las autoridades, las organizaciones protectoras de animales y la ciudadanía en general trabajen de manera coordinada para garantizar el bien[1]estar de estos animales y promover una convivencia respetuosa.

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En medio de la vibrante Ciudad de México se esconde una realidad. Ahí, entre hierbas, recovecos y basureros, miles de gatos ferales hacen su hogar y buscan sobrevivir en las calles y jardines, bajo amenazas latentes, de las que no todos logran escapar.

A pesar de que no existe un censo definitivo sobre la cantidad de felinos que habitan la Ciudad de México, según la organización Mars Petcare, en nuestro país al menos 29.7 millones de perros y gatos viven en la calle, aunque esa cifra puede aumentar, ya que el Congreso de la Ciudad de México estima que cada año se abandonan 500 mil animales de compañía, por lo que es común ver colonias de felinos que se congregan en diversos jardines, para coexistir con los humanos, algunos de ellos, sin aprecio por estos michis.

Aunque no hay cifras oficiales y actualizadas de estas poblaciones de gatos ferales en la capital, organizaciones protectoras de animales trabajan en favor de estos animalitos, que ya no pueden ser domesticados y cuya estancia en las calles peligran a cada momento.

Los gatos producto del abandono y la reproducción descontrolada se enfrentan a una serie de desafíos que ponen en riesgo su bienestar y el equilibrio de los ecosistemas urbanos.

Un ejemplo de la situación de calle de millones de animales de compañía, es una colonia de gatitos que se formó cerca del multifamiliar de Tlalpan después del terremoto de 2017 y luego de que las familias, tras varios meses de habitar en los campamentos a un costado de la unidad donde se perdieron varias vidas, dejaron a los animalitos en las calles, donde ya se había adaptado a su nueva realidad.

Sin la supervisión y cuidado de sus dueños, los gatos no esterilizados se reprodujeron y crearon una colonia más grande que, hasta la fecha, habitan en los diversos jardines alrededor del conjunto habitacional.

Ángel gatuno

El sonido de los pasos de Eloísa Arteaga, y el de la comida que les lleva todos los días alrededor de las 18:00 horas, es la melodía de felicidad para los michis que, olvidados por sus cuidadores, han encontrado en ella, un remanso de mimos y una manera segura de saciar el hambre.

Tanto pequeños como adultos, los peluditos corren hacia la mujer que desde niña es amante de los felinos; creció en una ranchería y tiene en su casa varios gatos que nadie ha querido adoptar, ya que su corazón le impide dejar a los pequeños en las calles, a merced de los detractores de estos animalitos.

Foto: cortesía

“Yo empecé a pasar por ahí, yo, que siempre he sido amante de los gatos, empecé a llevarles comidita, me empecé a dar cuenta que había bebés y a encargar de los que abandonaron, poco a poco me fui ganando su confianza y los fui a esterilizar con trampas”, narró Eloísa para los lectores de La Prensa.

Los vecinos admiran su labor, pero son contados los que se acercan a ofrecer apoyo para el cuidado de estos gatos ferales que, por su tiempo en la calle, es casi imposible su domesticación, a excepción de los pequeños, menos de tres meses, que todavía tienen la posibilidad de llegar a un hogar.

Al principio los esterilizaba con un veterinario particular “luego, afortunadamente el universo me mandó a otra amante de los animalitos y me contactó con el antirrábico del sector salud que está aquí en la Escuela Naval, donde tenemos un veterinario maravilloso, extraordinario y, aprovechando la oportunidad, esterilicé a la mayoría. Mi compromiso fue pues llevarles diario de comer y también ponerles la pipeta antipulgas”, explicó la defensora de los michis.

Al ya no tener hijos que dependan de ella, pude destinar algo de tiempo y recursos para cui[1]darlos. Con tristeza, Eloísa cuenta que en esta colonia eran cerca de 30 gatos cuando ella comenzó con su labor ­que se ha convertido en su mayor motivación­, y ahora ya faltan algunos. Les han envenenado alrededor de cuatro gatos, otros han muerto por enfermedad, o no regresan, ahora se encarga de 19 felinos en un solo jardín.

En el espacio, olvidado por las autoridades de la alcaldía Coyoacán, donde la basura y la maleza crecen, ella improvisó casa con cajas de plástico, donde les coloca mantitas afelpadas que a menudo cambia para que siempre estén limpias.

Las coloca estratégicamente para evitar la lluvia lo más posible. “A veces la gente se queja porque están en ese lugar y a veces no se puede hacer nada para que no se reproduzcan, entonces yo me di la tarea de hacer una lona con unos artículos y advertencias; muchos vecinos (sí) dicen ¡qué labor tan bonita!”, misma a la que pocos se suman con donaciones o cuidados.

Una de las preocupaciones mayores que tiene es que la gente pueda dañar a los gatitos, los cuales a veces requieren la atención de un especialista, que ella se encarga de trasladar y pagar; enfatiza en que esta labor no le pesa, ya que contribuye a que estos seres vivos tengan una mejora calidad de vida. “Tienen derecho a una vida mejor.

Foto: cortesía

Mandé a hacer también esas casas de madera que no funcionaron mucho, pero bueno, sirve para ponerles la comidita y que no se moje en época de lluvias y para que se resguarden”, comentó.

Eloísa dice que es “de una ranchería del estado de Hidalgo y, pues siempre hemos tenido el gato, el perro ya sabes, que si la vaca y bueno, pues conforme fue pasando el tiempo, adquirí más conciencia y me di cuenta de que tengo una conexión con los gatitos, yo tengo una conexión especial con ellos”.

Por ello, hace un llamado a las autoridades, pero también a los vecinos que conviven con estos animalitos que no pueden expresar su dolor, miedo o hambre, a que los cuiden, pues es complejo para muchos convivir con los humanos, en especial cuando los asustan, ya que son muy sensibles.

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Desafíos de la vida callejera

Habitar las calles es extremadamente difícil para los gatos ferales, la exposición a enfermedades, falta de alimento y agua potable, así como el riesgo de ser atropellados o víctimas de maltrato, son algunas de las amenazas que acechan a estos animales. Además, la proliferación de colonias felinas puede generar conflictos con los vecinos y autoridades locales.

Derivado de esta problemática, diversas organizaciones y voluntarios han imple[1]mentado programas de captura, esterilización y liberación (TNR, por sus siglas en inglés), como la mejor estrategia para controlar la población de gatos ferales de manera humanitaria y efectiva. Dichos programas consisten en capturar a los gatos, esterilizarlos para evitar nuevas camadas, vacunarlos contra enfermedades comunes y devolverlos a su colonia de origen.

Foto: cortesía

Los gatitos ferales requieren un esfuerzo conjunto de la sociedad adicional, y Éste puede incluir a los programas TNR, para pro[1]mover la tenencia responsable de mascotas, fomentar la adopción de gatos en refugios y sensibilizar a la población sobre la importancia de cuidar a los animales callejeros.

Es necesario que las autoridades, las organizaciones protectoras de animales y la ciudadanía en general trabajen de manera coordinada para garantizar el bien[1]estar de estos animales y promover una convivencia respetuosa.

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