Flor María afirma que vive atormentada y que cada que cae un aguacero la desesperación y la angustia se apoderan de ella y sus hijos. Tienen presente el recuerdo de lo ocurrido el 10 de septiembre de 2021, cuando por el reblandecimiento de la tierra por las intensas lluvias, se desgajó el cerro del Chiquihuite.
“Empieza a llover y a rezar, mis hijos se alteran mucho y me piden que salgamos, que nos vayamos y les respondo ‘¡cálmense!, ¡cálmense!, no pasa nada’, pero también me tengo que hacer la macha para no transmitirles miedo”, dijo Flor María Lázaro Bolaños.
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Ama de casa y con cuatro hijos, reconoce que tienen que sortear todos los días esa realidad, debido a que viven a escasos 10 metros de la llamada “zona cero”, y que aún siguen esperando el apoyo del gobierno, con la promesa de la reubicación.
Su hogar es una vivienda humilde, ubicada en el epicentro del derrumbe, en la calle Chimalhuacán, segunda sección, de la colonia Lázaro Cárdenas, en el municipio de Tlalnepantla, Estado de México.
“Hace poco, cuando cayó una granizada ya tarde, mi hija, tras escuchar un fuerte ruido allá en la parte alta se alteró mucho, se puso rápido los zapatos y me dijo ¡vámonos!, ¡vámonos!”, contó la mujer, quien admitió que no tiene a dónde irse.
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Flor María accedió a hablar con este medio de información durante un recorrido por la zona afectada, donde hace prácticamente un año se registró el derrumbe que dejó muerte y destrucción.
“Aquí vivimos cuatro familias, es un solo predio, pero está mi hermana con sus hijos, mi hermano también con su familia, mi mamá y otro hermano y yo con mis hijos”, explicó la joven ama de casa, quien momentos antes de hablar con LA PRENSA se encontraba lavando ropa.
A lo lejos nos miró y a medida que nos fuimos acercando, mientras la cámara del reportero gráfico Ignacio Huitzil Corona captaba imágenes de cómo se encuentra la zona, la mujer suspendió por momentos lo que estaba haciendo.
Nos acercamos y le solicitamos permiso para poder avanzar y brincar las rocas enmalladas, instaladas a manera de peldaños, con una anchura de unos 50 o 60 centímetros. Ella accedió amablemente, una vez que nos identificamos.
Su casa se halla atrapada entre la “zona cero” y la calle Chimalhuacán; se ubica en la parte alta y colinda con el perímetro que las autoridades delimitaron con extensos gaviones, justo donde fueron demolidas 11 viviendas por quedar inhabitables, según los dictámenes de Protección Civil.
Cuestionada acerca de por qué vive ahí, la mujer relató que el terreno se lo regalaron a su papá –ya fallecido– hace más de 20 años.
“Unos primos de mi papá que se fueron a Estados Unidos eran los dueños del predio, pero como sabían que no iban a regresar, le dijeron a mi papá que él pagara lo que estaba pendiente y que se quedara con el terreno”.
Mencionó que desde entonces han vivido ahí, que es su único patrimonio y que no tienen a dónde ir. “Ahorita que el gobierno ya se desentendió de todo y que no dice nada sobre si nos van a apoyar o no, como dijeron desde un principio, la verdad yo preferí cuidar mi casa porque si no al rato se meten…. ¿y luego para sacarlos?”.
LA TRAGEDIA
Alrededor de las 14:30 horas del 10 de septiembre de 2021, las laderas del cerro del Chiquihuite, que forma parte de la cordillera de la Sierra de Guadalupe, la cual atraviesa varios municipios del Valle de México y colinda con la parte norte de la capital, comenzaron a descargarse y en cuestión de segundo se vinieron abajo miles de toneladas de tierra.
El percance, originado por el reblandecimiento de la tierra por las intensas lluvias previas, sepultó viviendas e invadió calles con gigantescas rocas. La zona quedó intransitable, en medio de un halo de impotencia y tristeza de los habitantes de la segunda sección de la colonia Lázaro Cárdenas.
En la tragedia murieron una mujer identificada como Paola, de 22 años, y sus dos hijos, Jorge Dilan, de 5, y Mía Mayrín, de 3, quienes no pudieron salir de su casa.
Los cadáveres fueron rescatados días después del desprendimiento del cerro, tras el despliegue de cuerpos de emergencia de los tres órdenes de gobierno.
Las autoridades decidieron integrar células de búsqueda escarbando y retirando cientos de rocas de todos tamaños, algunas de hasta 200 toneladas, de acuerdo con datos de la coordinación general de Protección Civil y Gestión Integral de Riesgos del Estado de México.
Apoyados con binomios caninos, los cuerpos de auxilio laboraron noche y día durante las primeras semanas en busca de sobrevivientes, en medio de constantes riesgos de nuevos desgajamientos, por lo inestable de las laderas del cerro.
Protección Civil y Gestión Integral del Riesgo del Estado de México determinó restringir un radio de 200 metros y notificó a 141 familias sobre la urgencia de abandonar la zona. Las autoridades habilitaron albergues para los damnificados.
“YO CONOCÍ A PAOLA”
En los relatos que Flor María Lázaro Bolaños dio a este medio de información, comentó que la mujer que falleció junto con sus dos hijos era su amiga. “Ella era cuñada de mi cuñada e hija de la comadre de mi mamá; de hecho, su pequeñita –Mía Mayrín– jugaba mucho con mi niño”.
Recordó que lamentablemente no pudieron salir a tiempo y quedaron sepultados. “Ese día me había ido a dejar a mis hijos a la escuela, sólo se quedaron mi hija y mi mamá. Le dije no me tardaba porque íbamos a hacer unos elotes y sí, fui rápido, pero ya cuando regresé esto estaba espantoso”.
Afirmó que por fortuna su madre y su hija, al igual que sus demás familiares que viven en el mismo predio, pudieron moverse. “Se jalaron para abajo; mi mamá tomó a mi hija, que más adelante se desmayó”, dijo.
Agregó que tuvo la suerte de que su madre, enferma de hipertensión y diabetes, pudiera resistir. “Cuando pude encontrarlas en medio de desastre, mi mamá sí me dijo: ahí está tu hija, sana y salva, y enseguida se desmayó”.
Flor María hizo énfasis en que “hoy seguimos viviendo con miedo, en espera de que el gobierno nos apoye, que nos reubique como quedó, pero la verdad ya ninguna autoridad nos da respuesta”.
Mencionó que el actual gobierno del presidente municipal Marco Antonio Rodríguez Hurtado se ha lavado las manos. “Voy al palacio a preguntar, pero sólo me dicen que están en eso, que están viendo, que me espere y que esté al pendiente, pero la verdad es que no hay ningún tipo de apoyo.
SUSPENDIERON LAS RENTAS
Flor María recordó que días después del derrumbe, el gobierno municipal estuvo entregando 5 mil pesos mensuales de apoyo para rentas, para que las familias afectadas se fueran a buscar un espacio en el que pudieran rentar momentáneamente.
“Sólo dieron el dinero durante tres meses, ya cuando entró este presidente municipal lo suspendió, ya no dio nada, y nada es nada, ni dinero ni apoyo ni comida ni víveres”.
Relató que el cuarto de su hermano fue derribado, pues el desgajamiento llegó hasta los linderos del predio en el que viven las cuatro familias. “Hemos estado esperando que nos apoyen incluso en arreglar esto”, dijo al señalar la entrada, la cual está en el límite de los gaviones de roca.
“Por eso digo que el gobierno o el municipio no ha hecho nada; seguimos igual y mi mamá, que ya es grande, tampoco puede acceder a su casa porque no hay condiciones para que ella se mueva”.
LA PRENSA pudo confirmar que el acceso al sitio donde viven es complicado. Hay que subir, primero, dos escaleras improvisadas, pues son un tablón como de 15 centímetros de ancho con barrotes clavados aproximadamente a cada 20 centímetros, que sirven como escalones.
Enseguida, vienen otras dos escaleras, cuya madera se observa medio podrida por las inclemencias del tiempo. Quienes ingresan a la casa, como lo hicimos los reporteros de este medio, hay que jugar con el equilibrio al momento de pisar los barrotes; el cuidado debe ser extremo para evitar una caída.
“Ustedes ya vieron cómo estamos, ¿creen que así podrá moverse mi mamá, que es una personas enferma y grande?”, dijo Flor María al insistir que el gobierno está desentendido, que los tiene abandonados y que ya nadie atiende el peligro en el que sobreviven.
LAS PALABRAS SE LAS LLEVÓ EN VIENTO
Vecinos de la calle Chimalhuacán también dieron sus testimonios de cómo están las cosas en el cerro del Chiquihuite a casi un año del fatal derrumbe.
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“Aquí ya todas las familias están de regreso; todos están ocupando sus viviendas, qué radio de protección ni restricción ni nada. Los cabrones del gobierno, como siempre, sólo fueron hocicones, que iban a ayudar y que darían apoyo a las familias, pero nada”, dijo Rafael, quien sólo pidió ser identificado así, sin apellidos.
Afirmó que lo ofrecido por el gobierno es pura mentira. Dijo que las palabras se las lleva el viento. “Fíjese, allá arriba (comentó tras hacer un ademán), dijeron que nadie podía vivir. Al principio pidieron a las familias dejar sus casas y hubo quien sí salió por un tiempo, pero como los apoyos, en el caso de las rentas, ya no se dieron, pues las familias tuvieron que regresar y así están, con el riesgo y el miedo. ¿Qué más podemos hacer?, cuestionó, luego de hacer una pausa, centrar su mirada por alrededor de 10 segundo en la “zona cero”, y rematar: “¡Es que nos tocó ser pobres!”
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