"La cárcel no se hizo para mí", dice Juan Cuevas Licea, "El Balín", quien estuvo privado de la libertad durante casi diez años, repartidos entre dos reclusorios del Estado de México, sentenciado por un delito distinto al que cometió. Vio la muerte pasar de cerca varias veces. "La vivió", ahora realiza colectas para llevar apoyos a mujeres presas y busca crear conciencia compartiendo sus experiencias en redes sociales.
El pasado 24 de febrero, el hombre de 36 años de edad, cumplió seis años en libertad. Siempre mira de frente, habla fuerte y claro, sin altanería, simplemente mostrando franqueza y seguridad. Atrás del gesto rudo que deja ver a primera vista, hay una sonrisa noble y sincera aguardando una situación emotiva para ser mostrada.
SER "EL MÁS CABRÓN" DEL BARRIO
Actualmente, Juan vive en Chimalhuacán. Creció en calles de una colonia popular en el municipio de Nezahualcóyotl, en el Estado de México, ambos puntos ubicados en una zona con elevada incidencia criminal y delictiva. Su historia comienza con las ganas de ser el "más cabrón" del barrio, no peleando, sino cometiendo robos a mano armada, arriesgando la libertad y hasta la vida.
LEE TAMBIÉN: CDMX gasta 23.5 mdp en conciertos y festivales
"Nosotros nos dedicábamos al robo a transeúntes, al robo de automóviles y de los camiones de la Electropura. Todo empezó como un tipo moda, fue un ego cabrón, porque pasabas y ya todos te empezaban a saludar. Hicimos fama haciendo maldades", comenta Cuevas a LA PRENSA.
En la profundidad de sus ojos negros, se alcanza a ver el inicio de historias difíciles de digerir, esas que se viven entre las cuatro paredes de "el hotel más caro del mundo", donde te cobran por todo y por nada, donde los hombres están dispuestos a morir o matar hasta por un bolillo, según cuenta.
"Nos agarraron como dos veces, pero la misma tira se prestó. Ya sabes que toda la tira se presta. Una vez ellos me dijeron, 'cambia el color de tu moto, ya estás bien quemado wey'. Imagínate, ¿cómo andábamos de cabrones en todo Neza, Chimalhuacán, Texcoco y San Vicente, para que te digan eso?".
"El Balín" es de tez morena, de un metro y 70 centímetros de estatura y corpulento. Antes se ejercitaba, ahora está un poco pasado de peso, pero su presencia impone respeto. En el antebrazo izquierdo luce una cicatriz producto de una caída en motocicleta a alta velocidad, sufrida hace algunos años. Ahora es instructor de conducción por una marca de motocicletas mexicana. Siempre le ha gustado la adrenalina.
TE PUEDE INTERESAR: ¿Sabes cómo evitar un golpe de calor? Te decimos algunas recomendaciones
LO ENTAMBAN POR UN DELITO QUE NO COMETIÓ
En el momento de su detención, ocurrido a mediados de 2007, él y su cómplice ya tenían en su poder aproximadamente 90 teléfonos celulares, obtenidos ilegalmente, los cuales llevaban guardados en las bolsas del pantalón, de las chamarras y hasta en una mariconera. "Mucha gente dice: '¡No mames! ¿Dónde llevabas tantos teléfonos?' Parecíamos arbolito de navidad, sonaban, se encendía uno y luego otro", recuerda Juan.
El último día en la "maldad", iniciaron su jornada delictiva armados con un par de pistolas "hechizas" calibre 22. A las seis de la tarde salieron de Neza y llegaron hasta Texcoco al anochecer. Iban por un teléfono y ya, pero algo salió mal con la motocicleta recién comprada, una Kawasaki 380, y no lograron escapar cuando una patrulla comenzó a seguirlos. Se les apagaron las luces.
"Nosotros en ese tiempo identificábamos los teléfonos por las luces, estaba de moda el Cybershot, que el Nokia N91. Me dice ‘mi causa’ ahí está uno bien vergas", relata Cuevas, refiriéndose a su cómplice de delito, con quien fue ingresado al reclusorio. "Regresamos, ya no estaba la persona. Ahí nos empezaron a corretear y nos agarraron". Frenaron antes de estamparse contra una barda.
Él y su acompañante fueron detenidos por policías municipales de Texcoco, quienes finalmente se quedaron con los teléfonos celulares para zafarlos de la "bronca" y sólo los presentaron ante el Ministerio Público junto con las armas, con la seguridad de que la portación ilegal del calibre que portaban alcanzaba fianza.
Sin sospecharlo, de ahí salieron directo al reclusorio acusados del delito de robo de vehículo con violencia. La víctima era un adulto mayor y su esposa, a quienes nunca en la vida habían visto. Mismos que fueron despojados de una vieja camioneta que transportaba verdura. Por tal motivo, se hicieron acreedores a una pena de 9 años y 6 meses, más otros dos años por la portación ilegal de arma de fuego.
En el penal Neza Bordo vivió sus primeras experiencias en "cana", ahí estuvo sus primeros dos años. A los pocos meses de haber ingresado, vivió el primer motín de varios que le tocaría presenciar. Ese ocurrió durante el mes de noviembre entre módulos 124, el C2 y el B2, en el cual los internos querían evitar el traslado de algunos líderes criminales. "Hubo varios muertos, no sabes qué va a pasar, si vas a vivir para contarlo".
En 2009 lo trasladaron al penal de Texcoco, ahí permaneció siete años, para posteriormente regresar a donde comenzó a portar el uniforme beige de sentenciado, de donde salió libre meses más adelante por beneficio. Dos años después de dejar atrás las rejas, regresó a la cancha del penal a jugar un partido de futbol. Ese fue uno de los momentos más emotivos de su vida.
Durante los nueve años y ocho meses de encierro, la idea de que algún día iba a salir libre, porque realmente él no era responsable del delito del que se le acusaba, lo mantuvo motivado. Buscó la forma de "generar" y la encontró, inicialmente en la venta de comida. "Vendíamos hasta mojarras ahí adentro", comenta.
SE MATAN HASTA POR UN BOLILLO
Una de las experiencias más impactantes que le tocó presenciar ese tiempo, fue la muerte de un cocinero del penal a manos de un recluso que le robó un bolillo a la hora de la repartición de los alimentos. El cocinero se negó a darle un segundo pan y esto derivó en una pelea, durante la que se hizo uso de armas blancas.
"Se avientan un tiro y se empiezan a dar. Se va este wey y regresa pero ya con un cuchillo. Se empiezan a agarrar a "metidas" en el comedor y este cabrón le alcanza a meter una en mero corazón al panadero y ahí quedó tendido el carnal. La vida puede acabar en cualquier momento por cualquier estupidez", reflexiona Juan.
Aún recuerda con afecto a personajes que conoció en el módulo C2, cuando ocupaba la celda 16. "Ahí estaba ‘El Tondera’, ‘El Bambi’, ‘El Brutus’ y ‘El Yoco’, entre otros carnales que pesaban, con ellos armé un equipote, casi nadie se metía con nosotros", comenta. Pero eso quedó atrás y ahora se dedica a ayudar a las mujeres recluidas, algunas veces con apoyo de alguna asociación, pero casi siempre solo, por iniciativa propia.
AYUDA A MUJERES RECLUSAS
"Yo me enfoco en mujeres, no en hombres. Ellas son las más juzgadas. Las olvidan, de las 230 que había en Texcoco, entre sábado y domingo si entraban 20 visitas era mucho", comenta Cuevas, de ahí surgió la intención de apoyar desinteresadamente.
"Ellos bien saben que el 80 por ciento de la banda es inocente. La mayoría de las mujeres que han agarrado, es porque andan contigo. A lo mejor se les hizo fácil subirse al carro robado, o les dijeron que iban a comprar y se metieron a robar", menciona Juan.
Si quieres recibir las noticias en tu Whatsapp, envía la palabra ALTA a este enlace
Periódicamente, "El Balín" organiza colectas en "El Coyote" de Neza para reunir apoyos en especie para las mujeres reclusas, papel higiénico y jabón, es lo que se requiere, aunque comenta que en los penales del Estado de México, no le permiten ingresar y dar un mensaje, las autoridades penitenciarias únicamente le reciben los insumos y ya, para luego "colgarse la corona".
EN REDES SOCIALES, JUAN BUSCA GENERAR CONCIENCIA
Actualmente, a través de Facebook y TikTok (@juancuevasl), Juan realiza videos explicativos sobre lo que se vive en la cárcel, también cuenta anécdotas, responde dudas y orienta a la banda, buscando generar conciencia para que los jóvenes sepan lo que les espera si deciden iniciarse o continuar en "la maldad".
No olvides seguirnos en Google Noticias para mantenerte informado
"Dentro de mis seguidores, una persona me contactó desesperadamente y logré que bajo puras palabras, de decirle: mire, dígale a su hijo que haga esto y esto, que el chavo se viera beneficiado. Al mes ya había salido de la cárcel", dice Juan, quien comparte con gusto la anécdota. Al mes y medio el joven que radica en el municipio de Coacalco, ya estaba en libertad y le hizo una llamada para darle las gracias.
Juan se define como "una persona que sabe salir adelante y superarse, que a pesar de los tropezones y caídas que tuvo, sigue en bastos". Actualmente cuenta con el bachillerato y quiere estudiar la licenciatura en Derecho para ejercer como abogado penalista y desde ahí seguir superándose profesionalmente y ayudando a los demás.
Síguenos en Facebook: La Prensa Oficial y en Twitter: @laprensaoem