Hay trabajos que creemos que no cualquier persona hace o trabajos que nadie quiere, por peligrosos, por aburridos o porque creemos que no los pagan bien, pero algunos empleos simplemente parecen de miedo, tal es el caso del vigilante nocturno en un panteón.
Para varios el tema de acercarse a un panteón es aterradora, a otros les emociona encontrarse con fantasmas ahí, sin embargo, hay personas que recorren los camposantos todos los días en la penumbra, se trata de los veladores.
La Prensa tuvo la oportunidad de conocer a uno de estos hombres que hace el trabajo que pocos quieren, el señor Pedro lleva 12 años en el empleo, el cual realiza 48 x 24, es decir trabaja dos días enteros y descansa uno, una jornada un tanto cansada, aunque no para este hombre.
Don Pedro nos relató que en realidad le gusta su trabajo pues lo considera más tranquilo que ser guardia de seguridad en cualquier edificio de oficinas o en un supermercado, “los vivos son más problemáticos que los muertos”, dijo con una sonrisa a la cual le faltaban 3 dientes.
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Don Pedro continuó: “es un trabajo de mucha responsabilidad, pero de cierta forma fácil de hacer”, “es importante cuidar a los difuntos” “especialmente en estos tiempos” comentó con un ceño serio.
Al parecer lo que le aterra más a Don Pedro son los vivos y no los espectros que vagan por el cementerio, dijo que en los últimos años han aumentado el número de saqueadores de tumbas, “ya se me han acercado y me dicen que si los puedo ayudar, ellos me dan más dinero”, pero su sentido de responsabilidad y ética nunca se lo permitirían y sentenció “es mucho que cargar en la consciencia, si yo los dejo entrar gano unos pesos, pero también cargo con el alma de aquellos a los que les robaron un brazo o el cráneo, dios me libre” exclamó.
Nos comentó que, a pesar de tener varios años en este empleo, el ha preferido trabajar en un panteón privado, porque “los otros son mucho relajo y es a donde se meten más los malos”, dice, en cambio los privados ya hasta con sistema de cámaras cuentan y es menos probable que se quieran meter.
Pero eso no cambia a las almas que salen por las noches y algunas también en el día, “panteón público o de paga, los muertos espantan igual”, dice sonriendo Don Pedro, quien luego de preguntarle si le asustan los fantasmas, “si asustan y unos más que otros, pero ya me acostumbré”.
“¿Cómo ya se acostumbró?” Pues ya se quien vaga por cual sector, (su vigilancia la divide por sectores), y algunos hasta horario tienen, entonces Don Pedro asegura que sabe a qué horas pasar los sectores para que el susto no sea tanto.
Aunque comienza a reir, con su cara casi caricaturesca, mirando en dirección hacia uno de los caminos del cementerio,” a veces los muertitos están de malas y espantan más, a veces están bien tranquilos y no se dejan ver, pero todos son buenos días para mí, al menos no estoy donde ellos” y suelta carcajada.
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