/ miércoles 2 de noviembre de 2022

Día de Muertos: Revive recuerdo de los fieles difuntos con regreso a los panteones

Los festejos por Día de Muertos volvieron a los camposantos de la capital, en dos días de actividades prolongadas hasta la madrugada

No importa si es de día o de noche. Tras las restricciones por la pandemia, los visitantes acudieron por miles a los panteones de la Ciudad de México a visitar y/o visitar a sus difuntos. Los panteones de San Gregorio Atlapulco, en Xochimilco, el Civil San Nicolás Tolentino y el de La Cuevita, en Iztapalapa, recibieron ríos de personas que pernoctaron junto a las tumbas, llevaron veladoras, comida y música para “convivir” con sus seres queridos.

La medianoche se acercaba y las puertas del Panteón de San Gregorio Atlapulco, en la alcaldía Xochimilco, se abrieron para que cientos de personas acudieran a limpiar y preparar las tumbas para recibir a sus fieles difuntos en su regreso del Inframundo.

En un ambiente solemne y colorido, jóvenes, adultos mayores y hasta niños, colaboraban para que los sepulcros quedaran pulcros, ordenados y adornados para la fiesta que había de durar al menos dos días.

El olor a flor de cempasúchil inundaba el ambiente, ¿cómo eludir ese aroma que caracteriza esta tradición ancestral? La de convivir con nuestros difuntos y celebrarlos, con gusto y nostalgia al mismo tiempo.

Foto: Ignacio Huitzil | La Prensa

Ya pasada la medianoche, la mayoría de los asistentes ya se cubrían con mantas o cobijas gruesas, pues venían desde casa preparados para soportar las inclemencias del tiempo. Todos habían llegado para quedarse la madrugada entera.

Cientos de veladoras encendidas, que fueron colocadas por familiares de los finados sobre las criptas, eran la única luz que se interponía a la penumbra, mientras los deudos rezaban o, simplemente sentados, reflexionaban.

El recuerdo de quienes partieron de este mundo inevitablemente sale; algunos de los ahí presentes aún lloran su pérdida, pero saber que por, según nuestras tradiciones, una noche los difuntos vendrán de visita los alienta a continuar con la vida.

Tumbas adornadas flores de todos colores y hasta con juguetes para quienes partieron aun siendo niños, son solo algunos de los regalos que los habitantes de San Gregorio Atlapulco (donde revolotea el agua, según una de sus acepciones) ofrendan a sus fallecidos.

Foto: José Melton | La Prensa

Como lo marca la tradición, los vivos pasan la noche en vela junto a las tumbas, el ambiente más que de dolor, por momentos parece de fiesta, pues hay quienes llevan bocinas para poner música, y hay quienes con guitarras y a capela, cantan las canciones favoritas de los que yacen enterrados.

Al exterior del camposanto no podía faltar la vendimia, flores, coronas, comida y hasta floreros fueron ofertados para quienes, de último momento, llegaron para cumplirle a su familiar y recibirlo con los brazos abiertos.

Al amanecer y durante el día, el flujo de personas seguía, aunque en menos cantidad; si llegaban a visitar las tumbas, ya pocas eran las familias que permanecían por largo tiempo en el lugar. Los muertos pudieron convivir, una vez más, con los vivos.


Foto: Ignacio Huitzil | La Prensa

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La situación no fue distinta en los Panteones San Nicolás Tolentino, que tiene una superficie de poco más de 113 hectáreas, y el General de Iztapalapa, mejor conocido como La Cuevita, que tiene 14 hectáreas, y que recibieron a miles de personas, con flores de diversos colores, con velas y hasta con mariachis. Se calculaba que, en esta temporada, 250 mil personas acudirían a los 10 cementerios ubicados en la demarcación.

Efectivos de la Guardia Nacional y Ejército Mexicano, que se concentrarían en los camposantos más grandes para garantizar la seguridad de los visitantes, se mezclaban con estos para salvaguardar su seguridad. Al igual que en Xochimilco, los asistentes limpiaban las tumbas, ponían flores, cantaban para sus difuntos y vivían una fiesta, que duró hasta este 2 de noviembre.

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Foto: José Melton | La Prensa

No importa si es de día o de noche. Tras las restricciones por la pandemia, los visitantes acudieron por miles a los panteones de la Ciudad de México a visitar y/o visitar a sus difuntos. Los panteones de San Gregorio Atlapulco, en Xochimilco, el Civil San Nicolás Tolentino y el de La Cuevita, en Iztapalapa, recibieron ríos de personas que pernoctaron junto a las tumbas, llevaron veladoras, comida y música para “convivir” con sus seres queridos.

La medianoche se acercaba y las puertas del Panteón de San Gregorio Atlapulco, en la alcaldía Xochimilco, se abrieron para que cientos de personas acudieran a limpiar y preparar las tumbas para recibir a sus fieles difuntos en su regreso del Inframundo.

En un ambiente solemne y colorido, jóvenes, adultos mayores y hasta niños, colaboraban para que los sepulcros quedaran pulcros, ordenados y adornados para la fiesta que había de durar al menos dos días.

El olor a flor de cempasúchil inundaba el ambiente, ¿cómo eludir ese aroma que caracteriza esta tradición ancestral? La de convivir con nuestros difuntos y celebrarlos, con gusto y nostalgia al mismo tiempo.

Foto: Ignacio Huitzil | La Prensa

Ya pasada la medianoche, la mayoría de los asistentes ya se cubrían con mantas o cobijas gruesas, pues venían desde casa preparados para soportar las inclemencias del tiempo. Todos habían llegado para quedarse la madrugada entera.

Cientos de veladoras encendidas, que fueron colocadas por familiares de los finados sobre las criptas, eran la única luz que se interponía a la penumbra, mientras los deudos rezaban o, simplemente sentados, reflexionaban.

El recuerdo de quienes partieron de este mundo inevitablemente sale; algunos de los ahí presentes aún lloran su pérdida, pero saber que por, según nuestras tradiciones, una noche los difuntos vendrán de visita los alienta a continuar con la vida.

Tumbas adornadas flores de todos colores y hasta con juguetes para quienes partieron aun siendo niños, son solo algunos de los regalos que los habitantes de San Gregorio Atlapulco (donde revolotea el agua, según una de sus acepciones) ofrendan a sus fallecidos.

Foto: José Melton | La Prensa

Como lo marca la tradición, los vivos pasan la noche en vela junto a las tumbas, el ambiente más que de dolor, por momentos parece de fiesta, pues hay quienes llevan bocinas para poner música, y hay quienes con guitarras y a capela, cantan las canciones favoritas de los que yacen enterrados.

Al exterior del camposanto no podía faltar la vendimia, flores, coronas, comida y hasta floreros fueron ofertados para quienes, de último momento, llegaron para cumplirle a su familiar y recibirlo con los brazos abiertos.

Al amanecer y durante el día, el flujo de personas seguía, aunque en menos cantidad; si llegaban a visitar las tumbas, ya pocas eran las familias que permanecían por largo tiempo en el lugar. Los muertos pudieron convivir, una vez más, con los vivos.


Foto: Ignacio Huitzil | La Prensa

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La situación no fue distinta en los Panteones San Nicolás Tolentino, que tiene una superficie de poco más de 113 hectáreas, y el General de Iztapalapa, mejor conocido como La Cuevita, que tiene 14 hectáreas, y que recibieron a miles de personas, con flores de diversos colores, con velas y hasta con mariachis. Se calculaba que, en esta temporada, 250 mil personas acudirían a los 10 cementerios ubicados en la demarcación.

Efectivos de la Guardia Nacional y Ejército Mexicano, que se concentrarían en los camposantos más grandes para garantizar la seguridad de los visitantes, se mezclaban con estos para salvaguardar su seguridad. Al igual que en Xochimilco, los asistentes limpiaban las tumbas, ponían flores, cantaban para sus difuntos y vivían una fiesta, que duró hasta este 2 de noviembre.

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Foto: José Melton | La Prensa

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