Entre mezclas, maderas y tabiques, Alfonso ha pasado más de seis décadas en la albañilería que, ha sido la que le ha dado de comer a él y su familia en su momento y que, en el día de la Santa Cruz, le tocó también, cumplir años.
Las cosas bien hechas siempre le han gustado, por eso nunca se dejó contratar por las grandes constructoras que, además de un salario bajo, le negaban la posibilidad de hacer las cosas a su modo, con buenos materiales y sin importar el tiempo, pero con resultados favorables para sus clientes.
“Después de todos estos años, todo está calculado”, dice Alfonso de 74 años de edad, a quien la experiencia le ha dado cada vez más herramientas para que el material sobre ,pero no le falte y con ello, la satisfacción de los clientes.
El oficio lo aprendió de su padre, cuando apenas tenía siete años, pero más adelante le dio la seriedad de un trabajo, que implicaba un ingreso que, aunque poco, le daba cierta independencia a su corta edad y ante su familia.
El trabajo le llega solo, lo recomiendan lo mismo de un lado que de otro, para trabajos pequeños y para construcciones que llevan meses y detalles como acabados en madera, en lo que se especializó con los años y de lo que se siente orgulloso, gracias a su maestro José Chávez.
“Yo me organizo solo, contrato lo necesario para las construcciones. Hablo con los clientes, sé lo que quieren, les hago un presupuesto y claro, con los mejores materiales porque es su seguridad y es mi trabajo, el que me ha recomendado toda la vida”, cuenta para los lectores de LA PRENSA.
“Nunca me ha llamado la atención las constructoras por las condiciones laborales la paga. Yo tengo mis tiempos y no me gusta que me manden. En una constructora no me dejarían salir y yo soy independiente”, cuenta.
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Gudiño dice que trabaja mejor solo, se considera perfeccionista y ojo, que si algo sale mal se pone de malas, por lo general piensa en cómo le gustaría ese trabajo para él, “bien hecho, me gustan las cosas bien hechas, por eso no buco lo más barato ni terminar antes de tiempo, las prisas no son buenas, por eso casi no soy de chalanes, me gusta que todo quede bien y como yo quiero”, narra.
Alfonso, con una fuerza visible a la hora de desempeñar su oficio, todavía recuerda las experiencias vividas con la mayoría de sus clientes, en especial con la comunidad judía, quienes le dieron grandes oportunidades en sus negocios y hogares. Su labor lo ha llevado a varias partes de la República, donde también ha dejado un buen sabor de boca.
Cumplir años el día de la Santa Cruz es como una señal de que está en el camino correcto y a él, le gusta más celebrar su oficio, porque eso es lo que, hasta la fecha, le sigue dando sentido a su vida.
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