La tristeza cotidiana no es algo pasajero, se llama depresión y es una enfermedad que puede acabar con la existencia.
Atribuíamos a nuestra agitada forma de vida la responsabilidad de nuestro cansancio, del hartazgo y los excesos.
Hoy la soledad nos enfrenta a los mismos demonios. ¿Hasta qué punto es normal sentirse triste, cuándo perdemos el control de la voluntad y el timón de nuestra vida?
La distimia y la depresión se gestan por varios motivos en la vida de los seres humanos, que van desde aspectos hereditarios hasta la falta de apego y pertenencia.
Hay rasgos de estos trastornos que pueden pasar inadvertidos para padres y tutores.
Cuando el pesimismo, la baja autoestima y la falta de motivación se vuelven cotidianos hay que prestar atención; si a esto agregamos insomnio o necesidad de sueño frecuentes, consumo excesivo de alimentos o falta de apetito recurrente, así como el bajo rendimiento escolar, habrá que prestar atención y brindar asistencia. Esto no pasará si se le ignora y puede agravarse en caso de no atenderse.
La visita a un médico en caso de enfermedad no se cuestiona, así tampoco el apoyo terapéutico debe estigmatizarse. Acudir a terapia es el primer paso, y equivaldría en términos médicos a ir con el médico general. Si esto no es suficiente, habrá que someterse a un proceso psicoterapéutico, que es el equivalente a acudir con un especialista hablando en términos médicos. La atención psiquiátrica o la hospitalaria serán necesarias cuando la vida del sujeto esté en riesgo.
No tengamos miedo a pedir ayuda, las enfermedades emocionales existen y todos estamos expuestos a ellas;, el diagnóstico y la atención temprana harán la diferencia.
La sensación de soledad, desamparo y abandono puede acarrear varios problemas y poner en riesgo la propia existencia; el despertar sexual y el embarazo prematuro, acarrean otros más y pueden cambiar de forma permanente el curso de la vida de nuestros jóvenes y niños.
No justifíquenos, la tristeza permanente no es normal, tiene un nombre y la falta de atención puede traer consecuencias letales.
Lamentablemente ocupamos el poco honroso primer lugar en abuso infantil y embarazo adolescente entre los países miembros de la OCDE. Algo estamos haciendo mal; nuestro tejido social se descompone. Ahondaremos ese tema en la siguiente entrega.
Para mayor información sobre centros de ayuda, envía un mensaje o ingresa al enlace. Pedir apoyo es el primer paso.
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