Paseo de la Reforma es una de las avenidas más bellas y vivas de la Ciudad de México. Por ahí pasa (casi) todo: marchas, manifestaciones, desfiles, maratones, filmaciones, paseos turísticos, ufff...
Con una longitud de casi 15 kilómetros, es reflejo de la historia de nuestro país, pues está llena de diversos estilos arquitectónicos. Miles de personas la recorren a diario, pero quizá muy pocas reparan en las estatuas que están apostadas en ambos lados de la avenida, y tal vez otros pocos sepan que los 72 pedestales y 62 jarrones están siendo rehabilitados. Una empresa privada, contratada por el Gobierno de la Ciudad de México es la encargada de los trabajos, mismos que iniciaron en mayo pasado y que terminarán hasta este mes de junio.
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La historia de estas estatuas se remonta al siglo XIX, más específicamente en 1878, cuando empezó la construcción de los pedestales para la colocación de las estatuas y los jarrones en los andadores de Paseo de la Reforma —avenida que originalmente, se llamó paseo de la Emperatriz o paseo del Emperador, pues fue encargado por Maximiliano I de México—, aunque la idea original era colocar personajes de la mitología griega, junto con los jarrones decorativos.
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En 1887 el periodista Francisco Sosa publicó un artículo en donde le proponía a Porfirio Díaz que, en lugar de deidades, se colocaran estatuas de personajes ilustres que hubieran participado en el movimiento liberal de la Reforma. El 5 de febrero de 1889 fueron colocadas las primeras dos estatuas y en varias etapas se fueron añadiendo otras, que ya están recibiendo una chaineada que las hará volver a brillar.
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