Hacen fila en los panteones y crematorios de Iztapalapa para dar el último adiós a quienes fallecieron en tiempos de pandemia. Está claro que en los cortejos fúnebres no se guarda la sana distancia, el dolor es intenso en toda la región.
“Huele a muerte”, dicen los pobladores de la periferia, el aroma de las flores, el que se desprende del agua de los floreros, así como de los inciensos que muchos dolientes colocan.
El Panteón Civil General ubicado a un costado de la Catedral de Iztapalapa es sólo para inhumaciones, ayer, dos cortejos fúnebres se encontraron en el acceso,unos esperaban a que saliera el número de personas autorizadas a entrar,mientras que los otros con el ataúd en los hombros aguantaban estoicamente la espera.
Sobre la Calzada Ermita-Iztapalapa a diario recorren varios cortejos fúnebres,avanzan hacia distintos panteones y hornos crematorios.Y es que en estos tiempos la gente se muere de todo, indican los vecinos que viven sobre la referida arteria; a las víctimas de la violencia, se sumaron los de la influenza, la neumonía atípica y ahora el coronavirus.
Todo el día entran y salen de los panteones los cortejos; desde que Dios amanece hasta que anochece.
A pie o en caravana avanzan lentamente para dejar a un ser querido en su última morada.
Hay llanto, dolor, algunos rezan en el trayecto, otros cantan y, en algunos casos hasta música llevan, porque fue la última voluntad del difunto, dicen.Los perros ladran al paso de algunos cortejos; parece que el tiempo no transcurre,a una columna de dolientes le sigue otra y otra. Pocas veces se ha visto algo así en la zona, recuerdan.