El sol sobre la ropa tendida en los barrotes de la Casa del Peregrino, ubicada en la alcaldía Gustavo A. Madero, las pipas de agua alcanzaron también para que se dieran un rápido baño en el estacionamiento, donde cada uno esperaba su turno para el aseo, antes o después de probar el ansiado alimento o bien, de la prueba de Covid-19 que se le practicó a la mayoría, con un alto resultado de negativos.
Dentro de la carpa principal, pernoctaron la gran parte de los migrantes, pero otros, buscaron espacios apartados para colocar los catres y las cobijas, como Viridiana, procedente de Honduras, quien llegó con su esposo y su bebé de dos años a la Casa del Peregrino, después de cinco meses de haber salido de casa y del enfrentamiento con los policías la noche del domingo sobre la autopista México-Puebla.
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Durante el altercado contra los uniformados capitalinos, el esposo de Viridiana resultó con un fuerte golpe en la cabeza, después de que uno de los uniformados lo agrediera con un casco, sin necesidad de que tuviera que ser trasladado al hospital ni atendido por los paramédicos.
Para Viridiana, las horas en el albergue están contadas, sus familiares, radicados en México, pasarán por ellos, "con ellos vamos a pasar Navidad y Año Nuevo, ya después veremos si nos quedaremos aquí, que en realidad eso es lo que queremos".
La ilusión de la mujer de 25 años de edad y su familia, es poder encontrar oportunidades aquí, sin necesidad de llegar a Estados Unidos, "nuestra familia nos ha dicho que es un lugar muy noble, con muchas oportunidades, donde podemos tener un trabajo digno y mantener a nuestro hijo", contó.
Aunque extraña a su familia y su país, sabe que buscar "una vida mejor es lo que nos mantiene en pie para seguir fuera de casa. Allá no teníamos mucho, era pagar alquiler o pagar para mantenernos, por eso salimos y tenemos esperanza".
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El enfrentamiento con los policías, no le ha generado resentimientos con las autoridades mexicanas, "quiero conocer y aprender de si cultura, son personas muy cálidas, nos han recibido muy bien, por eso queremos quedarnos y no escapar a Estados Unidos, sabemos que aquí podemos estar mejor", augura.
En el albergue, las familias reposan después de largas caminatas, son los pequeños los únicos que tienen fuerzas para jugar y olvidarse del largo camino, el clima y el hambre, mientras juegan en las áreas comunes con otros niños y llevan a cabo actividades organizadas por el personal de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, a la espera de emprender un nuevo viaje, hacia el sueño de sus padres.
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