Como cada domingo, por la caseta de cobro de Tlalpan, comenzaron a pasar decenas de motocicletas, con rumbo a Cuernavaca, sin embargo, este día nos ería como cualquier otro, esta vez los potros de acero no correrían a altas velocidades, esta vez, recorrerían la pista para honrar la memoria de quienes apenas una semana atrás perdieron la vida en un múltiple accidente.
Minutos antes de las 10:00 horas, policías de Tránsito de la Secretaría de Seguridad Ciudadana se colocarían en la incorporación de Viaducto Tlalpan y la Autopista México-Cuernavaca y un par de kilómetros adelante, apenas unos metros antes de la Plaza de cobro, esta vez no para infraccionar conductores, sino para repartirles folletos sobre la seguridad en las carreteras.
Metros adelante, pero ya del otro lado de la caseta, elementos de la Guardia Nacional colocaron un filtro de seguridad para revisión de documentos y vehículos, la intención, que los motociclistas que por ahí pasaran observaran las medidas de seguridad en las carreteras y con esto, prevenir un accidente como el del 15 de agosto, donde cuatro hombres y dos mujeres perdieran la vida.
Al reloj le faltaban unos minutos para las 11:00 horas, en el acotamiento ya había al menos unas 200 motocicletas esperando la señal para partir con rumbo a su destino predilecto, el tianguis de alimentos de Tres Marías; entre todas estas máquinas, un auto color azul llamaba la atención, pues estaba adornado con globos y fotografías de Anny Jael, una de las dos mujeres que fallecieron en los accidentes del domingo pasado.
La señal se dio y poco a poco las motocicletas tomaron camino escoltando el automóvil azul con los padres de Anny al interior, la autopista se estremeció con el rugir de las decenas de motocicletas de todos tamaños, muchos de los asistentes se conocían, muchos no, pero se decían compañeros de camino.
Por momentos, el auto azul se veía rodeado de motocicletas que con el claxon y el motor hacían reverencia a una de las motociclistas que pereció ese día; eran pocos los automovilistas que circulaban por la autopista, pero los pocos que había se hacían a un lado para permitir el paso de la caravana que poco a poco se nutrió de más motoristas.
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Contrario a lo que se vive cada fin de semana en la vía, esta vez las motos no iban a exceso de velocidad, desafiando las leyes de la física y violando el reglamento de tránsito, esta vez, la velocidad fue moderada, hoy no había prisa, hoy querían despedir a los seis bikers acaecidos una semana atrás.
Los minutos pasaron tan rápido como los kilómetros, al llegar a la curva donde la tragedia comenzó, todos bajaron la velocidad y aunque no hicieron un alto, había quienes comentaban a sus acompañantes que ese era el lugar donde ocurrió el percance.
Más adelante, sobre la misma autopista, pero donde inicia el tianguis de alimentos, la caravana, que para entonces ya habría juntado al menos 300 motocicletas y varios vehículos, se detuvo, aquí, los motores rugieron en señal de despedida para los compañeros caídos. Poco después las motos llegarían a su destino, sobre la carretera federal.
Algunas vueltas por la zona, motores que rugían y saludos animosos entre los que llegaron y los que estaban marcaron la llegada de la caravana; muchos motociclistas estacionaron sus vehículos y se dispusieron a hacer lo que siempre, degustar alimentos y algunos más, tomar algunas bebidas.
Aunque el ambiente no era fúnebre, si se sentía la ausencia de quienes cayeron en las garras de la muerte apenas unos días atrás; fue por eso que en uno de tantos restaurantes, se llevó a cabo una misa para recordar a Anny y a sus compañeros de camino.
En medio de una fuerte lluvia, los motociclistas comenzaron a tomar camino de regreso, fueron muy pocos los que acompañaron a los padres de Anny hasta la iglesia de el pueblo, donde fue oficiada una misa por el eterno descanso de los bikers que no pudieron rodar más.
Pasadas las 14:00 horas, apenas pasó un poco la lluvia, el automóvil azul llegó a la parroquia, de el bajaron Israel Martinez y Mónica Rojas, los padres de Anny; de sus bocas no solo salían buenos recuerdos, también palabras de prevención para quienes toman la autopista como pista de carreras, “qué se cuiden, y que Dios los bendiga” señaló la madre en repetidas ocasiones.
“Anny se fue haciendo lo que le gustaba, si bien no era común que viniera a Tres Marías, si le gustaba en la ciudad andar en su moto, la traía para todos lados y era feliz” con la voz entrecortada sentenció su padre al salir de la parroquia donde se llevó a cabo la misa por su eterno descanso.
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Más adelante, camino a la Ciudad de México, policías del Estado de Morelos detenían a los motociclistas, no para infraccionarlos, reunían un pequeño grupo y los conminaban a rodar con seguridad, evitar la ingesta de bebidas alcoholicas y portar correctamente el equipo de seguridad; esta es una invitación, pero los operativos ya serán permanentes para evitar otro percance como el del domingo pasado, aseguró uno de los uniformados.
A lo largo de la autopista, y de la carretera federal, solo quedan incontables cruces y flores en memoria de quienes han entregado su vida a la velocidad y se han quedado en el camino; un recordatorio para quienes por ahí circulan de que en cualquier momento pueden ser ellos los caídos.
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