La caída de Facebook, Instagram y WhatsApp, el 4 de octubre, debe conducir a una reflexión sobre la centralidad que dichas plataformas ocupan y cómo los ciudadanos “dependemos de sus servicios”, afirmó Juan Soto Ramírez, investigador de la Unidad Iztapalapa de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).
Lo preocupante, agregó, es que las redes sociales están jugando un papel determinante en “nuestras vidas, en términos de que son un espacio propicio para renunciar voluntariamente a nuestra intimidad” y que se representan como espacios que invitan de manera constante a la exhibición, no en términos psicológicos, sino a la posibilidad de estar compartiendo todo el tiempo lo que uno piensa, hace o con lo que simpatiza.
El maestro en Psicología Social y doctor en Antropología Social destacó que esta caída, sobre todo en Facebook trastocó a nivel social “nuestras propias vidas, vivencias y organización del mundo” y, en ese sentido, las implicaciones son diversas porque tienen que ver con el ámbito de la vida cotidiana de los usuarios, pero también con otros como el de las transacciones financieras.
“No es un asunto menor”, sino una experiencia que “debe llevarnos a reflexionar” sobre lo mucho que dependemos de las plataformas publicitarias, porque en realidad Facebook e Instagram son eso” y a ellas se añaden sus sistemas de mensajería instantánea como WhatsApp, que en México y en América Latina es el principal medio de comunicación instantánea.
El tema de la centralidad que ocupa en la vida social la utilización de redes “pone en evidencia que no sólo dependemos de las plataformas, sino de las tecnologías digitales de manera profunda”.
Pareciera que el llamado “apagón” traerá a algunas experiencias que será pertinente documentar, porque fue “una especie de experimento que ni el mejor investigador hubiera querido tener en sus manos y frente a sus ojos”, ya que la falla inhibió por más de seis horas a una buena parte de la población mundial.
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Por otra parte, señaló que es pronto para tener un cálculo de las pérdidas financieras, pero serán sin duda muy importantes porque hay infinidad de formas de negocios y miles de productos que dejaron de circular formal e informalmente, mientras duró la caída de las plataformas.
El académico resaltó que “no estamos frente a un asunto cualquiera” porque la desconexión duró varias horas y se afectaron operaciones laborales, sistemas de mercadeo de los servicios que se ofrecen en estas aplicaciones, la monetización de muchas actividades y la comunicación en términos familiares y fraternales “e incluso hasta los vínculos de pareja”.
Si bien la gente buscó otras alternativas como la utilización de mensajes de SMS hasta otros sistemas de mensajería como Telegram o ICQ, lo que está en el centro de la reflexión es algo interesante, que es “esta reconexión con la funcionalidad y la centralidad que ocupan las plataformas publicitarias en la vida cotidiana.
“Estamos hablando de interacciones mediadas por tecnologías que permiten compartir información como lo que uno hace, lo que pensamos, con lo que simpatizamos”, y frente a esta caída se cancela esta posibilidad de compartir.
Hay una dependencia de las personas, pero “no es psicológica, sino mucho más profunda en términos de que las plataformas publicitarias nos permiten generar desde transacciones monetarias hasta interacciones sociales”, es decir, esta dependencia no es como un tipo de adicción, sino funcional y práctica.
Por ejemplo, resulta importante imaginar que estaba pasando con los congresos académicos, con los grupos de estudiantes y de investigadores que tenían configurados sus espacios de Facebook; qué pasó con las páginas de las revistas y agrupaciones académicas, “pareciera ser que todo se detuvo, tal como en una película de ciencia ficción o una distopía tecnológica”.
Por lo general a estas redes se les piensa en el dominio de lo negativo; no obstante han jugado un papel definitivo y bastante interesante en la difusión de información y aun cuando “no estoy generando una diatriba en su favor, tienen algo que puede ser de gran utilidad”, como ocurre, por ejemplo, con el nuevo periodismo que, gracias a la manera como circula la información, “hoy nos enteramos de temas como el Pandora papers, que está en un formato al que nos estamos habituando, pero que hasta ahora no habíamos visto”.
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