La bodega de un edificio deshabitado, en las entrañas del Centro Histórico, ha sido el hogar de Marcelo Vargas desde hace más de 15 años. Los antiguos muros y algunos libros son sus mudos acompañantes cada día, mientras él se maquilla y caracteriza de un cartero muy sui géneris. El artista urbano recorre y muestra su arte por las calles del centro y señala que se siente muy agradecido con la gente por su generosidad y valorar su trabajo.
Sin embargo, las autoridades opinan diferente, pues en vez de considerarlo un artista, lo ven como un comerciante: "En lugar de corrernos, a través de instituciones el Gobierno debería apoyar y preparar a los artistas. Marcelo es contundente al señalar que sin los comerciantes, artistas y músicos, el centro no gozaría de la historia que presume hoy. Por lo tanto desea que las autoridades no maten la valiosa tradición del arte callejero.
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