Aquel 20 de abril de 1993 a las nueve de la noche con 15 minutos se le detuvo el corazón a don Mario Moreno Reyes. La noticia impactó al pueblo de México: ¡Murió Cantinflas!, se repetía en los noticieros de radio y televisión. A la mañana siguiente, ríos de gente se desbordaban para despedirlo entre el pesar y los aplausos en el Palacio de las Bellas Artes, donde a lo largo de tres días se le rindió homenaje póstumo al gran actor cómico mexicano de 81 años de edad que había perdido la batalla contra el cáncer de pulmón.
Aquella impresionante demostración de luto en el máximo recinto cultural de nuestro país, reflejaba la grandeza del artista que había sido elogiado por el mismísimo Charles Chaplin. Fervientes admiradores del mimo que no era mimo -hablaba hasta por los codos y no se le entendía nada-desfilaban cabizbajos, abrumados y en silencio ante el severo ataúd instalado en el vestíbulo del regio inmueble de mármol, elevando plegarias al cielo por el eterno descanso del hombre que nos había hecho reír durante décadas.
Ahí en esas enormes filas de dolientes que serpenteaban sobre la plancha de concreto desaparecieron los estratos sociales, unificados esta vez en un solo corazón palpitando aquejumbrado; vibrando en un solo aplauso encendido, caliente, ruidoso para el comediante.
También en el teatro Jorge Negrete de la Asociación Nacional de Actores (ANDA), que él fundó, se le rindió homenaje de cuerpo presente. Era el adiós a un grande. A una estrella mexicana del humor que proyectó su arte ante el mundo a través de medio centenar de películas que, irónicamente, tras la muerte del peladito de la gabardina, desató una cruenta disputa entre su sobrino Eduardo Moreno Laparade y Mario Moreno Ivanova, el hijo del actor cómico.
DE LA CARPA A HOLLYWOOD
Cuántas cosas se han escrito de don Mario Fortino Alfonso Moreno Reyes, su nombre de pila. Litros y litros de tinta. Nada menos el actor que surgió de las carpas y llegó a conquistar el Globo de Oro de la prensa extranjera en Hollywood, en 1956, por la película La vuelta al mundo en 80 días. Así que no vamos a reseñar aquí lo que ya se ha reseñado en múltiples ocasiones con motivo de sus aniversarios de natalicio y fúnebre, sino más bien queremos recordarlo como el hombre que fue ungido por el éxito, y al mismo tiempo el personaje que nos sigue arrancando la risa a través de sus cintas.
Todavía cuando filmó El barrendero en escenarios de la Ciudad de México tuvimos oportunidad de conversar con él y en una pausa del rodaje, dicharachero como siempre, “oiga usted, joven -nos dijo feliz-, mi carrera continúa fluyendo viento en popa”.
El barrendero fue la última película que produjo y actuó don Mario. Transcurría diciembre de 1981 y la actriz María Sorté se convirtió en su última damita joven. El mismo Mario la había elegido para la cinta y, al enterarse la bella señora, quien por cierto estaba embarazada, simplemente no podía creerlo. El barrendero significaba el ocaso y el final de la carrera cinematográfica del comediante.
En el libro Mario Moreno y Cantinflas rompen el silencio, de Guadalupe Elizalde, editado en 1994 por la Fundación Mario Moreno Reyes, A.C., Sorté lo recuerda con admiración y cariño, tal como lo recuerda el pueblo, con emoción, y lo mantiene vivo en la memoria colectiva de nuestro país.
PLEITO A SU ALREDEDOR
El intérprete de películas como Águila o sol, Ahí está el detalle, El padrecito, Por mis pistolas y Conserje en condominio, entre muchas otras, fue detectado con cáncer unos 90 días antes de su fallecimiento y llevado a Houston en busca de cura; sin embargo, luego de someterlo a quimioterapias regresó a su residencia en la Ciudad de México donde dejó de existir, en medio de un conflicto que se había suscitado entre su sobrino Eduardo y el hijo del ídolo caído, Mario Arturo Ivanova.
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El velorio tuvo lugar en una agencia funeraria de la colonia Del Valle, hasta donde arribó el presidente de entonces, Carlos Salinas de Gortari, quien, en entrevista con la prensa, resaltó la extraordinaria figura del icono popular, sin duda, el cómico mexicano más importante de todos los tiempos.
De la capilla ardiente trasladaron el féretro al teatro Jorge Negrete de la ANDA, donde igualmente se agolpó el pueblo, y de aquí a Bellas Artes.
Sus cenizas reposan en la cripta familiar que se ubica en el Panteón Español; ahí, cada 20 de abril desde entonces familiares, amigos y admiradores rezan por el eterno descanso de su alma y le rinden tributo al hombre que se ha convertido en leyenda.
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