/ domingo 6 de agosto de 2023

Arturo Ripstein, un cineasta de grandes ambiciones

En su filmografía hay títulos indispensables de nuestro cine, como El castillo de la pureza, o El lugar sin límites, testimonio de una pasión que nació en el seno familiar

Su pasión siempre fue el cine. Desde pequeño, la mente de Arturo Ripstein creaba e inventaba tanto historias, como objetos.

Nació un 13 de diciembre de 1943, en la Ciudad de México en el seno de una familia judía. Es hermano de Silvia y Patricia; hijo del productor de la época de oro del Cine Mexicano, Alfredo Ripstein y de Freida Rosen.

Ripstein vivió una infancia muy peculiar. Disfrutaba de las visitas que realizaba a los foros de cine, a donde su padre, de vez en cuando lo llevaba.

“Lo hizo algunas cuantas veces, no demasiadas, cosa que todavía le reprocho, pero lo que me gustaba era verlo filmar”, recordó el cineasta en entrevista con El Sol de México.

Fue en Alameda Films, la empresa de su padre, donde tuvo la oportunidad de conocer a los directores Miguel Delgado Pardavé, Rogelio A. González, Santiago “Chano” Urueta, el editor Carlos Savage, y a Luis Buñuel; si bien en algún momento se dijo que él fue asistente del director español, lo cierto es que no, el cineasta ocasionalmente le permitía a Ripstein entrar al foro para que presenciara alguna filmación, entre ellas El ángel exterminador (1962).

“Viendo las películas de Buñuel aprendí mucho más que viéndolo trabajar. Con él se aprendía ética, pero no necesariamente técnica cinematográfica, era de unas habilidades francamente formidables, pero no las transmitía.

“Era, más bien, la actitud frente a la obra la que fue fundamental para mí respecto a las enseñanzas de Buñuel, mis maestros eran Chano Urueta o algunos otros cineastas que yo veía con mucha atención”, dijo.

Un accidente le despertó el amor por la pantalla

Uno de los momentos más duros de su niñez fue a los 10 años de edad cuando tuvo que permanecer tres meses en cama debido a que se enfermó de hepatitis; al superarlo, días después tuvo una fractura en la pierna consecuencia de una caída, lo que lo mandó nuevamente a estar en reposo; en total fueron seis meses de reposo.

“Marga López era una actriz que trabajaba con mi papá y lo conocía desde hace muchos años y tuvo la generosidad de prestarme una de sus televisiones, era una caja enorme, se lo agradezco porque podía calmar mis ansias de espectador de la tele”, comentó el director de 79 años.

Ripstein cuenta con casi seis décadas de trayectoria y 31 películas en su carrera. Destacan El lugar sin límites (1978), Cadena Perpetua (1979), El imperio de la fortuna (1986) y El Evangelio de las maravillas (1998).

El cine, su pasión, más que vocación

Su aprendizaje fue a través de la práctica; no tuvo formación en alguna escuela ya que, en ese entonces, no había instituciones que impartieran la carrera.

“No era por vocación ni mucho menos, sino era porque mi papá creía que yo era un incompetente, un imbécil, me decía el viejo cuento de las familias en donde uno se va a meter a hacer una carrera difícil o complicada.

“Yo era hijo de un productor y lo que quería era ser director y mi papá quería que yo fuera una persona decente o que tuviera las posibilidades de manutención propia porque el pronóstico era de un evidente fracaso en el cine, fracaso total”, expresó.

Durante tres años estudió Derecho; no concluyó. Luego estuvo un tiempo en el Colegio de México, en la carrera de Historia, misma que abandonó, y después se inscribió en la Universidad Iberoamericana para cursar Historia del Arte; esa licenciatura se la pagaba él mismo, gracias al trabajo que tenía como actor de teatro. Pero debido a una inconformidad entre las autoridades universitarias y las peticiones del guionista hacia la institución, ésta decidió expulsarlo.

“Yo no quería un título, no tenía ningún interés en tenerlo y no tengo un título. Por supuesto que aprendí una serie de cosas, es inevitable ir a clases y no aprender nada, pero no fueron cosas determinantes para mi vida, de ninguna manera.

“Yo estudiaba por otro lado los textos clásicos de cómo hacer películas, e iba al cine, esos eran mis verdaderos aprendizajes y mi verdadera vocación”, contó.

Un debut al lado de Gabo y Carlos Fuentes

Su primera cinta llegó a la edad de 21 años. Junto a Gabriel García Márquez, enfocado en el guion y Carlos Fuentes en los diálogos, Ripstein concretó su ópera prima Tiempo de morir en 1966. Un western rodado en Pátzcuaro, con Marga López como protagonista.

Fue su primer contacto con el cine como director, sin embargo, no la considera como la mejor de sus películas debido a los obstáculos que enfrentó, de hecho, uno de sus intereses, si es que se puede, sería rehacer el filme seis décadas después, siguiendo el guion como se había proyectado en un inicio.

“La querría hacer como se pensó, no hay mensajes en esa película, no pretendo que mis películas sean antropológicas, sociológicas, políticamente válidas, yo cuento cuentitos muy modestos. Mi cine es un cine muy modesto, mis pretensiones son muy gigantescas, pero mis resultados son modestos y me atengo mejor a mis resultados.

“En caso de volver a hacer de nuevo Tiempo de morir, se haría como cuando la discutíamos García Márquez y yo, que era una película en donde lo urbano ya había determinado lo rural, había este cambio que pude lograr mucho tiempo después haciendo El imperio de la fortuna (1986, basada en la novela de Juan Rulfo), en donde ya la ciudad había invadido el campo”, aseguró.

Del cine a la TV, un camino de la fortuna

Después de El imperio de la fortuna, filmó películas como Juego peligroso (1967), Los recuerdos del porvenir (1969), La hora de los niños (1969) y El náufrago de la calle Providencia (1971), pero fue hasta 1973 cuando estrenó una de las cintas que más significaron para él, El castillo de la pureza, sobre todo porque fue la primera que hizo con las manos mucho más sueltas y con cierto conocimiento del oficio, recordó.

“Hice un montón de cosas que se tienen que hacer para ganarse el pan y cuando era un joven cineasta había una serie de películas que se tenían que hacer para comer, no tenía otras opciones, no había televisión ni comerciales, después los hubo y con eso más o menos me sostuve.

“La televisión fue la que me sacó del desastre económico y eso lo agradezco siempre, pero de mis cosas dignas salen más o menos por milagro, mi carrera ha sido muy afortunada en ese sentido por haber sacado adelante una serie de cosas, he sido siempre muy afortunado”, dijo el cineasta.

Lecumberri (1977), La viuda negra (1977), Rastro de muerte (1981), El otro (1984), Lea mujer del puerto (1991) y El coronel no tiene quien le escriba (1999) forman parte de su historia en los años 90, así como las telenovelas Dulce desafío (1988), Simplemente María (1989), Triángulo (1992), La sonrisa del diablo (1992) y algunos episodios de Mujer, casos de la vida real.

Para el año 2000, Risptein dirigió Así es la vida, misma que se convirtió en la primera cinta que se filmó digitalmente en América Latina y que, tiempo después, fue galardonada en La Habana, Cuba. En ese mismo formato también filmó La perdición de los hombres.

Crítico feroz de sí mismo

Él es su propio crítico. Se considera una persona exigente en cuanto a su trabajo ya que es la carta de presentación más importante, la calidad en cada uno de los productos que Ripstein entrega es reconocida por muchos colegas.

Pero también tiende a deslindarse fácilmente de las cosas, en cuanto entrega una película no la vuelve a ver, a menos, claro que sea una obligación, de lo contrario su mente está enfocada en nuevas historias.

“Yo creo que todo el mundo tiene una cierta conciencia crítica, algunos un poco más desarrollada, otros más blandita, en mi caso es muy feroz. Yo no veo mis películas, las veo muchísimas veces durante el proceso de terminación de la película, en la edición, en las salas de mezclas de sonido, pero una vez terminada la película la veo con un grupo muy pequeño de gente, el guionista, el fotógrafo, el productor, cuatro o cinco personas, con una botella de tequila para que por ahí del segundo rollo la película se vuelva buenísima”, indicó.

El realizador cuenta con más de cuarenta premios, algunos otorgados de manera internacional en festivales de cine como San Sebastián, en España; Sundance, San Francisco y San Diego, en Estados Unidos, así como nominaciones en Toronto, Canadá, Moscú, Chicago y Cannes, en Francia.

En cuanto a los galardones nacionales, Ripstein cuenta con nueve premios Ariel por cintas como El castillo de la pureza, Cadena perpetua, El imperio de la fortuna, Principio y fin, entre otros, y un Ariel de Oro a su trayectoria otorgado en el 2014.

Mejor ganar que perder

En 1997 fue homenajeado con el Premio Nacional de Ciencias y Artes en Bellas Artes, mientras que en el 2014 se le otorgó la Medalla Bellas Artes, máximo galardón de distinción que otorga la institución.

Cuenta también con dos doctores Honoris Causa entregados en 2014 y 2019 por la Universidad de Valparaíso, en Chile y la Universidad Veracruzana, respectivamente.

“(Los premios) No son un estímulo, son una recompensa a la obra, a la película, al momento en donde uno está parado.

“No me ha estimulado a hacer mejores películas el que me haya ganado algún premio, los agradezco por supuesto y sin la menor duda, es infinitamente mejor cuando uno está en competencias de este estilo, ganar que perder”, compartió.

De sus más recientes trabajos fue El diablo entre las piernas (2019), escrita por su esposa Paz Alicia Garcíadiego y protagonizada por Sylvia Pasquel, Alejandro Suárez, Daniel Giménez Cacho, Patricia Reyes Spíndola, y Greta Cervantes, entre otros.

“Esta película es más o menos la suma y compendio de todo lo que he hecho y probablemente sería una buena película para hacer una caravana y cerrar el telón, no lo sé, pero no sería una mala opción”, sostuvo el director.

Esto debido a que, en su entorno, puede observar que hay muy poco apoyo para desarrollar proyectos para gente de la tercera edad, asegura que hay mucho respaldo para las óperas primas de algunos cineastas, incluso mujeres directoras y productoras, sin embargo, no tanto para veteranos.

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“Ya quedamos pocos, de mi generación, de mi tropa quedo yo solo, ya se murieron muchos. Yo soy el único que queda vivo”, aseveró.

Ripstein no se considera un artista exitoso; se alegra de lo poco o mucho que ha realizado. No cree dejar un legado en la industria, pero parece que es todo lo contrario ya que, a 27 años después del estreno de la cinta Profundo carmesí, ésta volverá a exhibirse en la edición número 80 del Festival de Cine de Venecia, en la sección Clásicos y en México, una versión restaurada de La mujer del puerto se estrenará en cines el 24 de agosto.

“He hecho lo mejor que he podido y ese es mi orgullo, nada más. No tengo ni seguidores, ni espectadores asiduos, yo soy un dedo en una mano que solamente tiene uno”, dijo el cineasta quien en 2015 recibió el Premio Especial por cinco décadas de trabajo, en la 72 Muestra Internacional de Arte Cinematográfica, en Venecia.

Su pasión siempre fue el cine. Desde pequeño, la mente de Arturo Ripstein creaba e inventaba tanto historias, como objetos.

Nació un 13 de diciembre de 1943, en la Ciudad de México en el seno de una familia judía. Es hermano de Silvia y Patricia; hijo del productor de la época de oro del Cine Mexicano, Alfredo Ripstein y de Freida Rosen.

Ripstein vivió una infancia muy peculiar. Disfrutaba de las visitas que realizaba a los foros de cine, a donde su padre, de vez en cuando lo llevaba.

“Lo hizo algunas cuantas veces, no demasiadas, cosa que todavía le reprocho, pero lo que me gustaba era verlo filmar”, recordó el cineasta en entrevista con El Sol de México.

Fue en Alameda Films, la empresa de su padre, donde tuvo la oportunidad de conocer a los directores Miguel Delgado Pardavé, Rogelio A. González, Santiago “Chano” Urueta, el editor Carlos Savage, y a Luis Buñuel; si bien en algún momento se dijo que él fue asistente del director español, lo cierto es que no, el cineasta ocasionalmente le permitía a Ripstein entrar al foro para que presenciara alguna filmación, entre ellas El ángel exterminador (1962).

“Viendo las películas de Buñuel aprendí mucho más que viéndolo trabajar. Con él se aprendía ética, pero no necesariamente técnica cinematográfica, era de unas habilidades francamente formidables, pero no las transmitía.

“Era, más bien, la actitud frente a la obra la que fue fundamental para mí respecto a las enseñanzas de Buñuel, mis maestros eran Chano Urueta o algunos otros cineastas que yo veía con mucha atención”, dijo.

Un accidente le despertó el amor por la pantalla

Uno de los momentos más duros de su niñez fue a los 10 años de edad cuando tuvo que permanecer tres meses en cama debido a que se enfermó de hepatitis; al superarlo, días después tuvo una fractura en la pierna consecuencia de una caída, lo que lo mandó nuevamente a estar en reposo; en total fueron seis meses de reposo.

“Marga López era una actriz que trabajaba con mi papá y lo conocía desde hace muchos años y tuvo la generosidad de prestarme una de sus televisiones, era una caja enorme, se lo agradezco porque podía calmar mis ansias de espectador de la tele”, comentó el director de 79 años.

Ripstein cuenta con casi seis décadas de trayectoria y 31 películas en su carrera. Destacan El lugar sin límites (1978), Cadena Perpetua (1979), El imperio de la fortuna (1986) y El Evangelio de las maravillas (1998).

El cine, su pasión, más que vocación

Su aprendizaje fue a través de la práctica; no tuvo formación en alguna escuela ya que, en ese entonces, no había instituciones que impartieran la carrera.

“No era por vocación ni mucho menos, sino era porque mi papá creía que yo era un incompetente, un imbécil, me decía el viejo cuento de las familias en donde uno se va a meter a hacer una carrera difícil o complicada.

“Yo era hijo de un productor y lo que quería era ser director y mi papá quería que yo fuera una persona decente o que tuviera las posibilidades de manutención propia porque el pronóstico era de un evidente fracaso en el cine, fracaso total”, expresó.

Durante tres años estudió Derecho; no concluyó. Luego estuvo un tiempo en el Colegio de México, en la carrera de Historia, misma que abandonó, y después se inscribió en la Universidad Iberoamericana para cursar Historia del Arte; esa licenciatura se la pagaba él mismo, gracias al trabajo que tenía como actor de teatro. Pero debido a una inconformidad entre las autoridades universitarias y las peticiones del guionista hacia la institución, ésta decidió expulsarlo.

“Yo no quería un título, no tenía ningún interés en tenerlo y no tengo un título. Por supuesto que aprendí una serie de cosas, es inevitable ir a clases y no aprender nada, pero no fueron cosas determinantes para mi vida, de ninguna manera.

“Yo estudiaba por otro lado los textos clásicos de cómo hacer películas, e iba al cine, esos eran mis verdaderos aprendizajes y mi verdadera vocación”, contó.

Un debut al lado de Gabo y Carlos Fuentes

Su primera cinta llegó a la edad de 21 años. Junto a Gabriel García Márquez, enfocado en el guion y Carlos Fuentes en los diálogos, Ripstein concretó su ópera prima Tiempo de morir en 1966. Un western rodado en Pátzcuaro, con Marga López como protagonista.

Fue su primer contacto con el cine como director, sin embargo, no la considera como la mejor de sus películas debido a los obstáculos que enfrentó, de hecho, uno de sus intereses, si es que se puede, sería rehacer el filme seis décadas después, siguiendo el guion como se había proyectado en un inicio.

“La querría hacer como se pensó, no hay mensajes en esa película, no pretendo que mis películas sean antropológicas, sociológicas, políticamente válidas, yo cuento cuentitos muy modestos. Mi cine es un cine muy modesto, mis pretensiones son muy gigantescas, pero mis resultados son modestos y me atengo mejor a mis resultados.

“En caso de volver a hacer de nuevo Tiempo de morir, se haría como cuando la discutíamos García Márquez y yo, que era una película en donde lo urbano ya había determinado lo rural, había este cambio que pude lograr mucho tiempo después haciendo El imperio de la fortuna (1986, basada en la novela de Juan Rulfo), en donde ya la ciudad había invadido el campo”, aseguró.

Del cine a la TV, un camino de la fortuna

Después de El imperio de la fortuna, filmó películas como Juego peligroso (1967), Los recuerdos del porvenir (1969), La hora de los niños (1969) y El náufrago de la calle Providencia (1971), pero fue hasta 1973 cuando estrenó una de las cintas que más significaron para él, El castillo de la pureza, sobre todo porque fue la primera que hizo con las manos mucho más sueltas y con cierto conocimiento del oficio, recordó.

“Hice un montón de cosas que se tienen que hacer para ganarse el pan y cuando era un joven cineasta había una serie de películas que se tenían que hacer para comer, no tenía otras opciones, no había televisión ni comerciales, después los hubo y con eso más o menos me sostuve.

“La televisión fue la que me sacó del desastre económico y eso lo agradezco siempre, pero de mis cosas dignas salen más o menos por milagro, mi carrera ha sido muy afortunada en ese sentido por haber sacado adelante una serie de cosas, he sido siempre muy afortunado”, dijo el cineasta.

Lecumberri (1977), La viuda negra (1977), Rastro de muerte (1981), El otro (1984), Lea mujer del puerto (1991) y El coronel no tiene quien le escriba (1999) forman parte de su historia en los años 90, así como las telenovelas Dulce desafío (1988), Simplemente María (1989), Triángulo (1992), La sonrisa del diablo (1992) y algunos episodios de Mujer, casos de la vida real.

Para el año 2000, Risptein dirigió Así es la vida, misma que se convirtió en la primera cinta que se filmó digitalmente en América Latina y que, tiempo después, fue galardonada en La Habana, Cuba. En ese mismo formato también filmó La perdición de los hombres.

Crítico feroz de sí mismo

Él es su propio crítico. Se considera una persona exigente en cuanto a su trabajo ya que es la carta de presentación más importante, la calidad en cada uno de los productos que Ripstein entrega es reconocida por muchos colegas.

Pero también tiende a deslindarse fácilmente de las cosas, en cuanto entrega una película no la vuelve a ver, a menos, claro que sea una obligación, de lo contrario su mente está enfocada en nuevas historias.

“Yo creo que todo el mundo tiene una cierta conciencia crítica, algunos un poco más desarrollada, otros más blandita, en mi caso es muy feroz. Yo no veo mis películas, las veo muchísimas veces durante el proceso de terminación de la película, en la edición, en las salas de mezclas de sonido, pero una vez terminada la película la veo con un grupo muy pequeño de gente, el guionista, el fotógrafo, el productor, cuatro o cinco personas, con una botella de tequila para que por ahí del segundo rollo la película se vuelva buenísima”, indicó.

El realizador cuenta con más de cuarenta premios, algunos otorgados de manera internacional en festivales de cine como San Sebastián, en España; Sundance, San Francisco y San Diego, en Estados Unidos, así como nominaciones en Toronto, Canadá, Moscú, Chicago y Cannes, en Francia.

En cuanto a los galardones nacionales, Ripstein cuenta con nueve premios Ariel por cintas como El castillo de la pureza, Cadena perpetua, El imperio de la fortuna, Principio y fin, entre otros, y un Ariel de Oro a su trayectoria otorgado en el 2014.

Mejor ganar que perder

En 1997 fue homenajeado con el Premio Nacional de Ciencias y Artes en Bellas Artes, mientras que en el 2014 se le otorgó la Medalla Bellas Artes, máximo galardón de distinción que otorga la institución.

Cuenta también con dos doctores Honoris Causa entregados en 2014 y 2019 por la Universidad de Valparaíso, en Chile y la Universidad Veracruzana, respectivamente.

“(Los premios) No son un estímulo, son una recompensa a la obra, a la película, al momento en donde uno está parado.

“No me ha estimulado a hacer mejores películas el que me haya ganado algún premio, los agradezco por supuesto y sin la menor duda, es infinitamente mejor cuando uno está en competencias de este estilo, ganar que perder”, compartió.

De sus más recientes trabajos fue El diablo entre las piernas (2019), escrita por su esposa Paz Alicia Garcíadiego y protagonizada por Sylvia Pasquel, Alejandro Suárez, Daniel Giménez Cacho, Patricia Reyes Spíndola, y Greta Cervantes, entre otros.

“Esta película es más o menos la suma y compendio de todo lo que he hecho y probablemente sería una buena película para hacer una caravana y cerrar el telón, no lo sé, pero no sería una mala opción”, sostuvo el director.

Esto debido a que, en su entorno, puede observar que hay muy poco apoyo para desarrollar proyectos para gente de la tercera edad, asegura que hay mucho respaldo para las óperas primas de algunos cineastas, incluso mujeres directoras y productoras, sin embargo, no tanto para veteranos.

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“Ya quedamos pocos, de mi generación, de mi tropa quedo yo solo, ya se murieron muchos. Yo soy el único que queda vivo”, aseveró.

Ripstein no se considera un artista exitoso; se alegra de lo poco o mucho que ha realizado. No cree dejar un legado en la industria, pero parece que es todo lo contrario ya que, a 27 años después del estreno de la cinta Profundo carmesí, ésta volverá a exhibirse en la edición número 80 del Festival de Cine de Venecia, en la sección Clásicos y en México, una versión restaurada de La mujer del puerto se estrenará en cines el 24 de agosto.

“He hecho lo mejor que he podido y ese es mi orgullo, nada más. No tengo ni seguidores, ni espectadores asiduos, yo soy un dedo en una mano que solamente tiene uno”, dijo el cineasta quien en 2015 recibió el Premio Especial por cinco décadas de trabajo, en la 72 Muestra Internacional de Arte Cinematográfica, en Venecia.

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