Madrid, España.- Debajo del hombro de Rodrigo Muñoz Ballester, la obra ‘Manuel’ regresó a la feria de ARCOmadrid después de 40 años, que son muchos y se notan. Época del destape español, de la transición, cuando Felipe González era presidente.
Dos hombres enlazados en una escultura hicieron un viaje de regreso para mostrar un amor platónico que generó polémica.
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La historia comienza la mañana del 22 de agosto de 1977, cuando el autor de la escultura conoció a un chaval en una orilla de la piscina, en donde estaba el trampolín…
-No fue una de esas apariciones, era un chaval muy normal, relató.
-Él se rio, se puso al sol, le estuve viendo, se levantaba a la piscina, hacía frío, no había casi nadie. Se fue a comer al autoservicio en la piscina. No había nadie, solo estaba él en su mesita, se había cogido la comida. Entonces yo cogí mi comida y la cerveza taca-tacatá, temblaba de los nervios, me estaba deshaciendo. Y le dije ahí mismo, ¿me puedo sentar contigo?
– Y dice, sí.
-Yo tenía entrenamiento, me despedí del chaval, quedamos de vernos en las gradas.
-Él se fue a duchar, no le quise seguir, aunque ¡era un precioso! Cuando voy a la grada no está. Y me pareció lo más normal de un chicazo espectacular. Y digo, pues me voy al metro, y cuando viene el tren se abren las puertas, justo estaba ahí y, lo agarré ¡grrrrrr!
Ahí empieza la historia…
Fueron a una discoteca, muy hetero, de chicas digamos, de servicio y soldaditos.
- Y él, con lo espectacular que era, no conseguía sacar a bailar a ninguna chica.
- Y le dije, Manuel por Dios de verdad, me acababa de conocer. Y entonces sonó una rumba, él es andaluz. Y digo, oye, te saco yo, ¿qué pasa? y nos marcamos una rumba ante la hilaridad del personal, pero bueno… y esa fue la primera tarde juntos; luego ya durante un año.
A partir de ahí, se veían los fines de semana en la discoteca en donde comenzó a sentir algo increíble.
-Tengo al chico que ha salido en la última edición del cómic, y a partir de ahí fui haciendo más bocetos, viéndole, conociéndole más, así durante un año.
-Cada relató le gustaba más.
-Yo no era un chico hetero, parece ser que los heteros que se dejan querer tienen su nombre. Los que somos… nos han llamado homosexuales y si estamos con una mujer, somos machas. Bueno, en aquella época, ahora ya hay una nomenclatura infinita, hay tipologías. Por eso soy queer, porque cuando nos dijeron que, en Google, ser queer es, no ser, sino estar en cada momento de tu vida como quieres: con tu libertad, tu libertad sexual, de corazón y mente…
-Y dije, ah pues voy, soy queer. No tenía ni puta idea lo que es ser queer.
***
A más de 40 años de conocer a su muso, Muñoz Ballester asegura que, aunque se vendiera la escultura, jamás se despedirá de ella porque la lleva puesta.
-No solo ésta, dice señalando su obra, sino el de verdad, que es igual de importante que ésta.
-Hablo con él, que tiene 71 años, que está guapísimo y que su voz me sigue riendo como le reía en esas fotos que tenía 24.
Una obra valuada en casi un millón y medio de pesos
Al paso de los decenios, hoy en ARCOmadrid edición 43, Rodrigo asegura que recuerda la exposición de ARCOmadrid ‘83 exactamente como si fuera esa mañana.
-Era mi primera pieza, mi primera exposición ¡33 años! Fue tan rápido, es decir, la historia, tardé seis años y me preparé para hacerla, en el 83 la terminé.
-Yo hacía retratos de fotografía, de esos que la gente tiene en su casa. Era mi trabajo, mi modus vivendi y me forré hacerlo durante mucho tiempo, pero lo hacía lo mejor que podía.
-Entonces tenía un chaval maravilloso, un pintor, Miguel Peña, majísimo. Él trabajaba en una galería con una mujer, muy brava y atrevida, mayor. Él le dijo: oye, tengo un amigo en Malasaña que está haciendo una historia, lleva muchísimo tiempo y, pues si quieres… quiero verlo por curiosidad…
-Eso ocurrió siete días antes de la feria. Entonces vino esta mujer y dijo ¡ay!, yo tuve un novio farmacéutico, como él, ¡me la llevo al stand!
-Pero fue fácil -pensé- no va a salir en el catálogo, no va a salir ninguno, da igual, vamos con ella y yo ya la tenía terminada por completo y la llevamos.
-Y claro, ¡fue la bomba, la bomba!
-Antes en la movida había una manera de dibujar, de pintar, de hacer, de esculpir y de repente aparecía esto que era como una bofetada. La gente era más inocente.
-En esos años no había tantos medios de difusión, tanta pornografía ni fórmula de desnudo. Ahora estamos borrachos. Pero entonces ver un hombre desnudo, más o menos realista, ni había llegado al realismo americano que te ponen, pelo a pelo.
-Fue acogida con mucha inocencia. Venían las monjas, los niños señalaban “el paquete” con su pantalón campana, le ponían gorritos de papel en los colegios, las chicas de la limpieza le pasaban el plumero. Era muy inocente, la gente encantada.
-Entonces en la feria venían críos de seis años y tengo fotos.
-Ahora lo estoy viviendo dulcemente, estoy con otra edad. Era mi primera exposición, mi primer trabajo. Era lo primero en todo. Y ahora… Estoy suave y confiado. Me dicen: ¿y si la vendes? No me lo pienso, porque tengo poco dinero habitualmente.
Casi un millón y medio de pesos
Rodrigo confiesa desconocer en cuánto está valuada su escultura. “Manuel” se vende en un millón 471 mil 940 pesos, en euros, 80 mil.
-¡Ochenta mil! Sí, eso me lo han dicho, no lo sabía. Pero bueno, en este mundo son muchas bocas a repartir. No es lo que me llevaría si la vendiera, pero da igual, yo vivo con 1.300 euros al mes y tengo la pensión no contributiva y tengo para mis gatos, mi pollo, mis gorriones y mí.
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