Entre los pasajes bíblicos que describen los primeros días de Jesús luego de su nacimiento se encuentra el Evangelio de Lucas, en donde se explica, como fue el día en que Jesús derramó sus primeras gotas de sangre en amor a la humanidad.
El texto bíblico explica que, de acuerdo a la tradición del pueblo judío, fue a los ocho días de su nacimiento, un ritual que es descrito en el libro del Génesis en el capítulo 17, en donde se puede leer las palabras que le dijo Dios a Abraham, “De hoy en adelante, todo varón entre ustedes deberá ser circuncidado a los ocho días de nacido, lo mismo el niño que nazca en casa que el esclavo comprado por dinero a cualquier extranjero”, dice el versículo 12.
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A través de este pacto entre Dios y Abraham, también conocido como el “Padre de Israel”, tanto él como todos sus descendientes cumplirían este mandato en una forma de honrar y ser fieles al único Dios verdadero y a través de una marca en el cuerpo, todos los fieles que se convertirían en jefes de familia recordarían dicha alianza.
De acuerdo a los pasajes bíblicos, el primero en realizarse una circuncisión fue el mismo Abraham, e hizo lo mismo a los ocho días de nacimiento de su hijo, marcando así el precedente, con el que la comunidad judía realiza este rito, una costumbre también adoptada por los musulmanes, aunque ellos pueden realizarse hasta la llegada de la pubertad.
Esta tradición judía también se explica en el libro de Lucas 2: “21 A los ocho días llevaron a circuncidar al niño, y le pusieron por nombre Jesús, el nombre que el ángel le puso antes de ser concebido. 22 Más tarde, pasados ya los días de la purificación prescrita por la ley de Moisés, llevaron al niño a Jerusalén para presentárselo al Señor, 23 cumpliendo así lo que dispone la ley del Señor: Todo primogénito varón ha de ser consagrado al Señor”.
En este mismo libro bíblico, se explica que Simeón, un habitante de Jerusalén, guiado del Espíritu Santo, llegó al templo donde sería presentado Jesús y versó las siguientes palabras: “Ahora, Señor, ya puedo morir en paz, porque has cumplido tu promesa. Con mis propios ojos he visto la salvación que nos envías y que has preparado a la vista de todos los pueblos: luz que se manifiesta a las naciones, y gloria de tu pueblo Israel”.
Esta tradición de la circuncisión de los judíos fue adaptada entre los católicos mediante el bautismo, una forma en que nos integramos a la Iglesia, también representados en el pasaje bíblico antes descrito en el versículo 21 del capítulo dos de Lucas.
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