No son decenas, sino centenas de personas, las que acuden con brujos creyentes de distintos fervores para conseguir un trabajo de hechicería que les asegure que su pareja les ofrecerá eterna fidelidad y nunca se irá de su lado.
La fórmula más popular y solicitada lleva por nombre: amarre. Los hay blancos, rojos y para quien desee arriesgarse por un trabajo poderoso existen los de color negro.
Este encantamiento posibilita varios objetivos románticos: “endulzar” relaciones, retener a la pareja, evitar frustraciones amorosas y, generalmente, eliminar los obstáculos que pudiesen poner en peligro la estabilidad del amor.
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Los amarres también facilitan propósitos siniestros como: forzar a una persona a estar en una relación, manipular pensamientos, “eliminar del camino” a gente que se interpone en romances o provocar disfunciones en la vida sexual de la pareja.
AMARRE ROJO, BLANCO O NEGRO
El diccionario define a la palabra amarre como amarradura, que es la acción de amarrar o atar. Los brujos consultados por La Prensa, explican que existen tres tipos de amarres y en todos ellos los materiales a usar son distintos, pero el procedimiento es el mismo: atarlos mientras se realiza una oración.
En el caso de los amarres blancos, pueden utilizarse velas blancas, incienso, agua, miel y sal; semillas como alpiste o lentejas; flores como claveles o rosas, a veces frutas, y un paño o listón blanco para amarrar el hechizo. Se ora a entidades de luz, ya sean ángeles o santos.
Para realizar amarres rojos, se utilizan los mismos materiales en color rojo, y con sus respectivas variaciones en el caso de las semillas, las flores, y las deidades a las que se les pide por el cumplimiento del trabajo. Además, llevan de por medio un pacto que debe realizarse con sangre.
Los amarres negros pueden requerir, más o menos, utilería similar en color negro, sin embargo, son trabajos en los que se hacen rezos a deidades malignas como demonios y requieren el sacrificio de animales, en su mayoría aves, como palomas o colibríes.
Cualquiera de los tres medios demanda para su realización objetos personales de quien se desea amarrar, ya sean fotos, ropa, cabello y hasta uñas o dientes.
“QUE SOLO ME MIRE A MÍ”
Enrique (alias de anonimato), un brujo muy solicitado en el Mercado de Sonora, a quien La Prensa entrevistó, dijo que cualquier tipo de amarre,sin importar su color, significa un daño físico y, sobretodo, mental, tanto para la persona que lo pide, como para quien lo recibe.
“Es el destino y Dios quien elige a las parejas que necesitasen tu vida para aprender y convertirte en el ser al que tu misión en la tierra está destinado a cumplir. Forzar el noviazgo o matrimonio, es antinatural, es un daño psicológico”,explica.
“Nosotros aquí le trabajamos al que lo necesite y al que pueda pagar. Se le advierte la consecuencia, pues cualquier trabajo, aunque sea blanco, tiene sus efectos negativos”,relata.
Enrique detalló la historia de una mujer que acudió a él para pedirle que su marido, quien ya le había sido infiel en repetidasocasiones, “solo tuviera ojos para ella”. El brujo realizó un amarre blanco y el matrimonio, de 11 años, prosperó sin complicaciones. Años más tarde, la mujer volvió con el hechicero, para solicitarle que “le quitara al marido de encima” pues, se había vuelto obsesivo, dejó de trabajar y no le permitía a la mujer ni salir a la calle argumentando que “le quitaba tiempo para estar juntos”.
LALO PERDIÓ LA VIDA COMO SI FUERA UN SAPO
El brujo Omar, originario de la Sierra Norte de Puebla, narró a La Prensa la historia de Lalo. Un joven de 26 años que falleció por causas muy extrañas y coincidentes con el tipo de brujería que practicaba.
Lalo acudió con Omar, por recomendación de algunos doctores creyentes de su pueblo quienes no encontraban explicación clínica a sus síntomas: tenía la piel como si fuera la de una rana - con verrugas y protuberancias - y no paraba de sudar.
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El joven pidió a Omar que le realizara “limpias”, pues argumentaba que no se sentía muy bien física y energéticamenteluego de realizar, por cuenta propia, amarres negros a su pareja.También le mencionó vagamente que, en dichos rituales,sacrificaba sapos.
Omar, quien es brujo blanco, accedió a pesar de que su caso eradelicado. La salud de Lalo mejoró notablemente, pero después deocho meses, lo volvió a contactar y le confesó que había vueltoa practicar brujería negra. Tres días después de esa llamada,Omar se enteró de que Lalo había muerto en su oficina; suscompañeros vieron como el joven se asfixió poco a poco, y de lanada, su cuerpo se infló hasta morir, como un sapo.
NO HAY VUELTA ATRÁS
“Hay gente que se arrepiente. Cuando ven que la atracción oel daño está funcionando, me piden que lo detenga; no estamosjugando, les digo”, comenta el brujo Enrique.
Eficaz o no, el riesgo de someterse a este popular encantamiento, implica consecuencias psicológicas que, al parecer,cientos de mexicanos que abarrotan el Mercado de Sonora previo a lacelebración de San Valentín, están dispuestos a pagar.
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