Un día cualquiera en su sesión de entrenamiento, ya sea arriba del ring, o practicando con el costal, la pera o la gobernadora, esta gran mujer de figura discreta, suelta, a través de sus puños, poderosos golpes que resuenan de manera seca sobre el objetivo. Es Laura Brenda Chiquillo Hernández, nacida hace casi 23 años en Ixtapaluca, Estado de México, quien además de boxeadora es alumna del séptimo semestre de la licenciatura en Derecho, en la Facultad de Estudios Superiores Aragón.
“Soy la primera integrante de mi familia que pertenece a la UNAM, esto me ha impulsado a seguir luchando por mis sueños, de ahí que me motive la frase ‘persistir, resistir y nunca desistir’, hasta llegar a donde me plantee”, expresa Laura Chiquillo.
Una rápida combinación de golpes, con la zurda y la derecha, dibuja lo mismo un jab, un uppercut, un gancho o un cruzado. Con los pies bien plantados sobre la superficie, así como la movilidad en la cintura y con la guardia, siempre arriba. Traza también con las extremidades inferiores aquellos movimientos hacia el frente, o hacia atrás, con pequeños saltos. Todo es finalmente movimiento, como lo es el día a día, en la división de los 47 kilogramos, peso paja, dentro del mundo pugilístico.
Su jornada comienza a las cuatro de la mañana, a las cinco comienza su entrenamiento, corre alrededor del Estadio Olímpico Universitario entre 45 minutos y una hora. Luego hace trabajo en el gimnasio, salta la cuerda y perfecciona su técnica del boxeo, ya sea sola o con sparring, también utiliza costales, la pera, el round de sombra y culmina con acondicionamiento físico, a la una de la tarde.
Después, se embarca en las profundidades del metro de la Ciudad de México, para estar antes de las cuatro de la tarde en su primera clase en la FES Aragón, donde termina a las nueve de la noche su día escolar. Ese promedio de 9.7 que ostenta es fruto de su empeño en el cumplimiento de sus deberes académicos. Llega a casa cerca de las 11 de la noche, alista sus cosas para el día siguiente y, casi a la media noche, duerme profundamente para intentar recuperar las energías invertidas.
“Pienso en grande como deportista. Aspiro a ganar un campeonato del mundo. Estimo que sea dentro de un par de años, cuando acumule un mayor récord de combates. Soy tenaz y sé que lo voy a lograr”, afirma Chiquillo Hernández.
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La boxeadora auriazul inició a los 14 años en este deporte, siendo un hobby, pero la adrenalina que le provoca la atrapó hasta acumular 70 peleas como amateur. “A los 17 años decidí incursionar en el profesionalismo en lugar de seguir con una carrera olímpica, dentro de mi deporte. A estas alturas, debería tener unas 20 peleas dentro del profesionalismo, pero los dos años de la pandemia impidieron mi desarrollo”, asevera la pugilista que ostenta un récord de siete victorias y una derrota, con el objetivo de pelear más seguido para acumular más triunfos y tener mejores oportunidades.
Su camino no ha sido fácil en el mundo del boxeo, tampoco dentro de las aulas, donde se prepara para ejercer una carrera judicial y llevar a cabo un intercambio académico en alguna universidad en el extranjero, apoyada con lo que la UNAM ofrece al respecto, sin dejar de prepararse en lo deportivo.
“El boxeo me genera entusiasmo, me pone de buenas cuando estoy triste, pero también me exige demasiado. Cada vez que subo al ring se desencadenan varias sensaciones, me invita a ser más disciplinada, más fuerte y me da el impulso para ser mejor cada día. Tomo muy en serio mi cuidado personal, la alimentación, el descanso, pero sé que cada sacrificio va a valer la pena al final”, sentencia la alumna deportista, quien cursó el bachillerato en la Escuela Nacional Preparatoria plantel 7 Ezequiel A. Chávez y tiene como referentes a la boxeadora mexicana Jackie Nava, a Julio César Chávez y al ucraniano Vasyl Lomachenko.
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