/ viernes 20 de septiembre de 2024

Dejan la vida en el cuadrilátero: ¿La lucha libre es más deporte o espectáculo?

Esta actividad proviene de Francia, sin embargo, México la adoptó y le agregó un toque especial con el uso de máscaras, lo que la convirtió en un ícono cultural

Métele la Wilson, métele la Nelson, la quebradora y el tirabuzón
Quítate el candado, pícale los ojos jálale los pelos, sácalo del ring

Sonora Santanera

La lucha libre en México es una de las mayores tradiciones, durante mucho tiempo las grandes arenas se han llenado de ídolos, de pasión, del bien, del mal, de fe, emociones, turismo y por ello también es una parte inherente a la historia del país, una parte innegable de la cultura popular donde los luchadores se juegan la vida por dar el mejor espectáculo, sin dejar de lado el deporte.

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Debido a toda la carga simbólica que implica mencionar esta rama del pancracio y por ser considerado uno de los deportes más importantes a nivel nacional, en 2016 el Senado de la República declaró el 21 de septiembre como Día Nacional de la Lucha Libre y del Luchador Profesional Mexicano.

Y después de casi dos años, en junio de 2018, el gobierno capitalino declaró a la Lucha Libre Mexicana como Patrimonio Cultural Intangible de la Ciudad de México.

Foto: Fototeca, Hemeroteca y Biblioteca Mario Vázquez Raña

Roland Barthes, filósofo estructuralista francés, menciona en su libro Mitologías de 1957, que más que una pelea como el boxeo, existía un acuerdo social para disfrutar del espectáculo en el cuadrilátero “Al público no le importa para nada saber si el combate es falseado o no, y tiene razón; se confía a la primera virtud del espectáculo, la de abolir todo móvil y toda consecuencia: lo que importa no es lo que cree, sino lo que ve”.

Si bien la cuna de este deporte fue Francia, México dotó de otras características a este deporte con máscaras, rudos y técnicos, personajes de leyenda, dolor y alegría. Incluso El Académico, luchador retirado, dijo que todo tipo de gladiadores son suicidas en potencia, sobre todos los voladores “por sus lances arriesgados y vistosos, que para lograr esas suertes requieren mucha preparación, condición y sobre todo, valor”, convirtiéndolo también en un deporte.

Foto: Fototeca, Hemeroteca y Biblioteca Mario Vázquez Raña

El investigador José Agustín Sánchez Valdez afirma, de acuerdo con información del gobierno de México, que es una combinación entre ambas cosas y su evolución con el pasar del tiempo lo convirtió en una tradición reconocida a nivel nacional e internacional:

“La Lucha Libre Mexicana es un deporte-espectáculo, que en un principio convocó a las clases populares de la Ciudad, pero que ahora, debido al auge y desarrollo de la industria de la cultura en nuestro país y en el mundo, ha logrado una aceptación general entre la población mexicana e internacional. Un deporte que es espectáculo porque incorpora elementos del drama barroco de la cultura mexicana y exagera sus formas visibles y que, al hacer tal incorporación, adquiere un carácter cultural que a su vez le confiere el estatus de tradición.”

Foto: José Luis Pérez / La Prensa

Foto: Fototeca, Hemeroteca y Biblioteca Mario Vázquez Raña

Historia de la lucha libre en México

De acuerdo con el Servicio de Información Agroalimentaria y Pesquera, la lucha libre en nuestro país tuvo su origen en la época de la Intervención Francesa, momento en que comenzaron las exhibiciones de lucha grecorromana estelarizadas por deportistas europeos, casi en su totalidad franceses.

También como parte del linaje francés de Porfirio Díaz se cotidianizó tanto la práctica como la presentación de la lucha grecorromana en la Ciudad de México.

Foto: Fototeca, Hemeroteca y Biblioteca Mario Vázquez Raña

Foto: Fototeca, Hemeroteca y Biblioteca Mario Vázquez Raña

Jorge Gómez Garnica, cronista de este deporte, señaló que la primera función con carácter popular se realizó el domingo 18 de julio de 1897 con un combate entre los luchadores Rómulus y Billy Clark en la extinta Plaza de Toros Bucareli.

Más tarde, alrededor de 1930, el siglo XX trajo una transformación a la lucha libre mexicana donde se combinaba el estilo de la lucha grecorromana de Francia y la de Estados Unidos.

Foto: Fototeca, Hemeroteca y Biblioteca Mario Vázquez Raña

De este modo se le dio una identidad y un estilo propio a base de la apropiación del deporte, además se le dotó de elementos únicos de la Ciudad de México.

Con un deporte consolidado, el 21 de septiembre de 1933 Salvador Lutteroth González, Salvador Lutteroth Camou, Miguel Corona y Francisco Ahumada inauguraron la Arena México, cuya importancia radicaría en la creación del Consejo Mundial de Lucha Libre (CMLL). Más tarde este recinto ganó gran fama para ser conocido como el Coloso de la Doctores, donde floreció la lucha libre mexicana.

Foto: @CMLL_OFICIAL

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La máscara

Un elemento diferenciador de este deporte-espectáculo en México es el uso de las máscaras, un año después de la inauguración de la Arena México apareció el primer luchador enmascarado, pero se retiró de manera casi inmediata.

Pese al abandono de aquel guerrero, al público le gustó la idea de los luchadores con identidad oculta, por ello Salvador Lutteroth decidió implementar esta atracción en los siguientes combates. De este modo el uso de máscaras fue una de las claves de la lucha libre mexicana y le dio gran popularidad lo emblemático de sus personajes.

Estos recursos también abrieron camino a una de las grandes apuestas del deporte, pues tanto rudos como técnicos pelean para no perder la máscara o cabellera, trofeos codiciados en el gremio del cuadrilátero.

Foto: Fototeca, Hemeroteca y Biblioteca Mario Vázquez Raña

José Ángel Garfias Frías, investigador de industrias creativas en la UNAM, quien alguna vez ocultó su rostro bajo la máscara de El Académico, mencionó para la Gaceta de la Máxima Casa de Estudios de México que una apuesta de este estilo no solo garantizaba una ganancia millonaria para quien perdiera el combate, sino también podría significar el final de la carrera de un luchador profesional.

“Dr. Wagner jr. perdió su máscara ante Psycho Clown. No se reveló la bolsa garantizada, pero seguramente la bolsa garantizada era de millones. Quizá valía unos 10 o más […] Como en el box, en la lucha libre no se sabe si sí o si no hay corrupción en los combates.

Foto: Fototeca, Hemeroteca y Biblioteca Mario Vázquez Raña

Lo que sí hay es algún tipo de bolsa, que generalmente se la lleva el enmascarado si pierde, porque al perder su incógnita quizá hasta ahí llegue su carrera. El que gana se lleva menos dinero, pero tiene el triunfo y puede seguir su carrera”, afirmó el púgil.

Asimismo, Garfias Farías destaca que el duelo máscara contra máscara o máscara contra cabellera son las que generan el atractivo en el mundo luchístico, también dan pie a diversas rivalidades y eleva el valor de las caretas:

“Por su popularidad y hechos históricos en el ring, hay máscaras que no tienen precio en el mundo luchístico, como las de El Hijo del Santo y Blue Demon en su apogeo. No se pudo dar esa lucha porque no había una garantía económica para quien perdiera su máscara, ya que los boletos deberían tener tan alto precio que no aseguraban una entrada para que esa función fuera negocio.

Foto: Fototeca, Hemeroteca y Biblioteca Mario Vázquez Raña

Hoy unas de las máscaras más valiosas son las de L. A. Park, Psycho Clown, Pentagon Black y Carístico (antes El Místico). Menos cotizadas son las cabelleras. Cuando el legendario Perro Aguayo desenmascaró a Máscara Año 2000, inmediatamente su cabellera llegó a costar mucho”.

Foto: Marco Gamboa / La Prensa

Los luchadores se juegan la vida en el ring

Como todo deporte, la lucha libre también implica un riesgo físico y aunque, de acuerdo con el investigador universitario, hay ciertos códigos de compañerismo para no lastimarse entre sí, existe la posibilidad de que haya sangre en un combate y también heridas. “De ahí que el luchador sea un suicida en potencia. Un mal golpe o una mala caída pueden ser mortales”, señaló El Académico.

Foto: Fototeca, Hemeroteca y Biblioteca Mario Vázquez Raña

A su vez, comparó el deporte con las corridas de toros o con un piloto donde los participantes del espectáculo son conscientes del peligro de sus actividades, de tal modo que al bajar del cuadrilátero agradecen continuar con vida, pues en el mundo de la lucha ha habido muertes como la del enmascarado Oro, Sangre India y la del Hijo del Perro aguayo, “aunque no es una regla, trae una “carga negativa” o historia triste por alguna tragedia que lo vuelve suicida. Por eso, lo dice por experiencia, se la juega en el ring y al bajar valora más la vida”.

Foto: Fototeca, Hemeroteca y Biblioteca Mario Vázquez Raña

Es por este motivo, Garfias Farías urgió dignificar la profesión específicamente en el caso de la seguridad social sobre todo ante el riesgo de algún accidente grave; y distinguir el valor cultural de los gladiadores de México para que se reconozca como patrimonio del país e inclusive de la Humanidad.

También la responsabilidad para salvaguardar la vida recae sobre cada luchador, pues necesita una licencia para luchar, no sin antes someterse a un examen profesional de lucha libre para saber si es apto para realizar la actividad.

Foto: Fototeca, Hemeroteca y Biblioteca Mario Vázquez Raña

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La lucha libre en México es una de las mayores tradiciones, durante mucho tiempo las grandes arenas se han llenado de ídolos, de pasión, del bien, del mal, de fe, emociones, turismo y por ello también es una parte inherente a la historia del país, una parte innegable de la cultura popular donde los luchadores se juegan la vida por dar el mejor espectáculo, sin dejar de lado el deporte.

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Debido a toda la carga simbólica que implica mencionar esta rama del pancracio y por ser considerado uno de los deportes más importantes a nivel nacional, en 2016 el Senado de la República declaró el 21 de septiembre como Día Nacional de la Lucha Libre y del Luchador Profesional Mexicano.

Y después de casi dos años, en junio de 2018, el gobierno capitalino declaró a la Lucha Libre Mexicana como Patrimonio Cultural Intangible de la Ciudad de México.

Foto: Fototeca, Hemeroteca y Biblioteca Mario Vázquez Raña

Roland Barthes, filósofo estructuralista francés, menciona en su libro Mitologías de 1957, que más que una pelea como el boxeo, existía un acuerdo social para disfrutar del espectáculo en el cuadrilátero “Al público no le importa para nada saber si el combate es falseado o no, y tiene razón; se confía a la primera virtud del espectáculo, la de abolir todo móvil y toda consecuencia: lo que importa no es lo que cree, sino lo que ve”.

Si bien la cuna de este deporte fue Francia, México dotó de otras características a este deporte con máscaras, rudos y técnicos, personajes de leyenda, dolor y alegría. Incluso El Académico, luchador retirado, dijo que todo tipo de gladiadores son suicidas en potencia, sobre todos los voladores “por sus lances arriesgados y vistosos, que para lograr esas suertes requieren mucha preparación, condición y sobre todo, valor”, convirtiéndolo también en un deporte.

Foto: Fototeca, Hemeroteca y Biblioteca Mario Vázquez Raña

El investigador José Agustín Sánchez Valdez afirma, de acuerdo con información del gobierno de México, que es una combinación entre ambas cosas y su evolución con el pasar del tiempo lo convirtió en una tradición reconocida a nivel nacional e internacional:

“La Lucha Libre Mexicana es un deporte-espectáculo, que en un principio convocó a las clases populares de la Ciudad, pero que ahora, debido al auge y desarrollo de la industria de la cultura en nuestro país y en el mundo, ha logrado una aceptación general entre la población mexicana e internacional. Un deporte que es espectáculo porque incorpora elementos del drama barroco de la cultura mexicana y exagera sus formas visibles y que, al hacer tal incorporación, adquiere un carácter cultural que a su vez le confiere el estatus de tradición.”

Foto: José Luis Pérez / La Prensa

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Historia de la lucha libre en México

De acuerdo con el Servicio de Información Agroalimentaria y Pesquera, la lucha libre en nuestro país tuvo su origen en la época de la Intervención Francesa, momento en que comenzaron las exhibiciones de lucha grecorromana estelarizadas por deportistas europeos, casi en su totalidad franceses.

También como parte del linaje francés de Porfirio Díaz se cotidianizó tanto la práctica como la presentación de la lucha grecorromana en la Ciudad de México.

Foto: Fototeca, Hemeroteca y Biblioteca Mario Vázquez Raña

Foto: Fototeca, Hemeroteca y Biblioteca Mario Vázquez Raña

Jorge Gómez Garnica, cronista de este deporte, señaló que la primera función con carácter popular se realizó el domingo 18 de julio de 1897 con un combate entre los luchadores Rómulus y Billy Clark en la extinta Plaza de Toros Bucareli.

Más tarde, alrededor de 1930, el siglo XX trajo una transformación a la lucha libre mexicana donde se combinaba el estilo de la lucha grecorromana de Francia y la de Estados Unidos.

Foto: Fototeca, Hemeroteca y Biblioteca Mario Vázquez Raña

De este modo se le dio una identidad y un estilo propio a base de la apropiación del deporte, además se le dotó de elementos únicos de la Ciudad de México.

Con un deporte consolidado, el 21 de septiembre de 1933 Salvador Lutteroth González, Salvador Lutteroth Camou, Miguel Corona y Francisco Ahumada inauguraron la Arena México, cuya importancia radicaría en la creación del Consejo Mundial de Lucha Libre (CMLL). Más tarde este recinto ganó gran fama para ser conocido como el Coloso de la Doctores, donde floreció la lucha libre mexicana.

Foto: @CMLL_OFICIAL

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La máscara

Un elemento diferenciador de este deporte-espectáculo en México es el uso de las máscaras, un año después de la inauguración de la Arena México apareció el primer luchador enmascarado, pero se retiró de manera casi inmediata.

Pese al abandono de aquel guerrero, al público le gustó la idea de los luchadores con identidad oculta, por ello Salvador Lutteroth decidió implementar esta atracción en los siguientes combates. De este modo el uso de máscaras fue una de las claves de la lucha libre mexicana y le dio gran popularidad lo emblemático de sus personajes.

Estos recursos también abrieron camino a una de las grandes apuestas del deporte, pues tanto rudos como técnicos pelean para no perder la máscara o cabellera, trofeos codiciados en el gremio del cuadrilátero.

Foto: Fototeca, Hemeroteca y Biblioteca Mario Vázquez Raña

José Ángel Garfias Frías, investigador de industrias creativas en la UNAM, quien alguna vez ocultó su rostro bajo la máscara de El Académico, mencionó para la Gaceta de la Máxima Casa de Estudios de México que una apuesta de este estilo no solo garantizaba una ganancia millonaria para quien perdiera el combate, sino también podría significar el final de la carrera de un luchador profesional.

“Dr. Wagner jr. perdió su máscara ante Psycho Clown. No se reveló la bolsa garantizada, pero seguramente la bolsa garantizada era de millones. Quizá valía unos 10 o más […] Como en el box, en la lucha libre no se sabe si sí o si no hay corrupción en los combates.

Foto: Fototeca, Hemeroteca y Biblioteca Mario Vázquez Raña

Lo que sí hay es algún tipo de bolsa, que generalmente se la lleva el enmascarado si pierde, porque al perder su incógnita quizá hasta ahí llegue su carrera. El que gana se lleva menos dinero, pero tiene el triunfo y puede seguir su carrera”, afirmó el púgil.

Asimismo, Garfias Farías destaca que el duelo máscara contra máscara o máscara contra cabellera son las que generan el atractivo en el mundo luchístico, también dan pie a diversas rivalidades y eleva el valor de las caretas:

“Por su popularidad y hechos históricos en el ring, hay máscaras que no tienen precio en el mundo luchístico, como las de El Hijo del Santo y Blue Demon en su apogeo. No se pudo dar esa lucha porque no había una garantía económica para quien perdiera su máscara, ya que los boletos deberían tener tan alto precio que no aseguraban una entrada para que esa función fuera negocio.

Foto: Fototeca, Hemeroteca y Biblioteca Mario Vázquez Raña

Hoy unas de las máscaras más valiosas son las de L. A. Park, Psycho Clown, Pentagon Black y Carístico (antes El Místico). Menos cotizadas son las cabelleras. Cuando el legendario Perro Aguayo desenmascaró a Máscara Año 2000, inmediatamente su cabellera llegó a costar mucho”.

Foto: Marco Gamboa / La Prensa

Los luchadores se juegan la vida en el ring

Como todo deporte, la lucha libre también implica un riesgo físico y aunque, de acuerdo con el investigador universitario, hay ciertos códigos de compañerismo para no lastimarse entre sí, existe la posibilidad de que haya sangre en un combate y también heridas. “De ahí que el luchador sea un suicida en potencia. Un mal golpe o una mala caída pueden ser mortales”, señaló El Académico.

Foto: Fototeca, Hemeroteca y Biblioteca Mario Vázquez Raña

A su vez, comparó el deporte con las corridas de toros o con un piloto donde los participantes del espectáculo son conscientes del peligro de sus actividades, de tal modo que al bajar del cuadrilátero agradecen continuar con vida, pues en el mundo de la lucha ha habido muertes como la del enmascarado Oro, Sangre India y la del Hijo del Perro aguayo, “aunque no es una regla, trae una “carga negativa” o historia triste por alguna tragedia que lo vuelve suicida. Por eso, lo dice por experiencia, se la juega en el ring y al bajar valora más la vida”.

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Es por este motivo, Garfias Farías urgió dignificar la profesión específicamente en el caso de la seguridad social sobre todo ante el riesgo de algún accidente grave; y distinguir el valor cultural de los gladiadores de México para que se reconozca como patrimonio del país e inclusive de la Humanidad.

También la responsabilidad para salvaguardar la vida recae sobre cada luchador, pues necesita una licencia para luchar, no sin antes someterse a un examen profesional de lucha libre para saber si es apto para realizar la actividad.

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